Capítulo 4.

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Mi teléfono vibrando me despierta de un sueño profundo.

Mi primer pensamiento fue: mataría por un latte mocha helado de chocolate blanco ahora mismo. Mi segundo fue: ¿Qué demonios estaba pensando anoche? No había bebido tanto en años y probablemente no lo haría otra vez, jamás.

Al menos eso es lo que estaba diciéndome mientras golpeaba mi mesa de noche por mi teléfono, el cual no había dejado de vibrar por una eternidad. Gruñí, finalmente abriendo mis ojos para buscarlo apropiadamente.

Cuando lo encontré, vi tres llamadas perdidas de Valentina. Fue todo lo que necesité para despertarme de una vez. Me pidió ir a casa con ella anoche y había declinado. Sus palabras fueron: quédate en nuestra casa. A lo cual respondí, ya no vivo allí. Esa es tu casa, tal vez incluso tuya y de Isabella lo suficientemente pronto.

Mis palabras podrían haber salido un poco más duras de lo que había anticipado, pero no iba a retroceder o disculparme. Sabía que me había hecho esto a mí misma, había fingido con ella hasta que alcancé el punto de no retorno, donde no sabía qué era real y qué era fantasía.

Mi teléfono vibró otra vez. Esta vez, presioné el botón y respondí.

—Hola —dijo. Lamí mis labios.

—Hola.

—¿Te desperté?

—Sí.

—Lo siento.

—Llamaste cuatro veces. Una vez constituye una disculpa, no sé qué puedes decir sobre llamar más allá de eso.

—Lo suficientemente justo. No lo siento —Se rio, un sonido que sentí en mis huesos. Me lo sacudí—. ¿Cuáles son tus planes para el día?

—Actualmente no tengo ninguno. —Me instalé en la cómoda cama del dormitorio de invitados de Claudia. Juro que compraron este colchón y edredón en un hotel de cinco estrellas—. Se suponía que ayudaría a Claudia a empacar cajas, pero terminó contratando a algunos tipos, así que yo solo iba a salir a pasear por la ciudad mientras ella está en el trabajo.

—Déjame llevarte a desayunar.

Me quedé en silencio por un momento, mi estómago gruñendo lo suficientemente fuerte como para estar segura de que ella podía oírlo al otro extremo de la línea.

—Necesito comer.

—Envíame un mensaje de texto con su dirección. Estaré ahí pronto.

Sabía que ella estaría aquí pronto, pero no esperaba que llegara antes de que terminara de vestirme.

El intercomunicador zumbó cuando me estaba envolviendo en una toalla. Tocó a la puerta mientras revolvía mi maleta en busca de un vestido veraniego. Dejé mis opciones y me dirigí a la puerta, sin molestarme en mirar por la mirilla antes de abrirla.

Verla de pie al otro lado hizo que mi pulso se acelerara.

Fue una locura. La había estado viendo desde que éramos niñas. ¿Cómo era físicamente posible que mi cuerpo todavía reaccionara de esta manera? Extendió una mano y parpadeé para ver que me estaba entregando un mocha blanco helado. Mis labios se separaron.

—¿Cómo?

—¿Cuánto tiempo hemos sido amigas? —Sonrió.

—Demasiado tiempo. —Tomé el vaso de su mano y bebí—. Tan bueno. —No fue hasta que su mirada se posó en la toalla blanca y esponjosa que me rodeaba que me di cuenta de que todavía estaba desnuda. Puse una mano en mi pecho—. Mierda. Iré a cambiarme.

Falso Amor |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora