Capítulo 8.

2.8K 317 4
                                    

Juliana

Estaba nerviosa. Aunque no podía imaginar por qué.

Esta era la persona a la que le había contado la mayoría de mis más profundos y oscuros secretos. Estuvo ahí cuando mis padres se separaron y firmaron el divorcio. Estuvo ahí cuando pensé que estaba muy por encima de mí porque quería ir a una universidad Ivy League.

Estuvo ahí para el rechazo de Yale y la aceptación de Harvard y estuvo justo a mi lado cuando nos fuimos a esa aventura.

Estuvo ahí cuando experimenté frustración y jubilo. Sabía decir cuándo me sentía triste sin razón alguna. Este último año había sido diferente entre las dos, pero incluso durante los momentos en que no nos hablábamos para nada, estaba segura de ella.

Sabía que podía levantar el teléfono y llamarla y Valentina estaría ahí para mí en un latido. Sonreí, levantando la vista al perfil de su rostro. Sabía que iba a preguntarme una cosa que había anhelado de ella por tanto tiempo como podía recordar.

Prácticamente casi podía escuchar sus pensamientos ahora: ¿realmente me lo iba a preguntar en el parque?

Mordí mi labio para contenerme de reír por eso. Apostaría todo el té en China a que el pensamiento había cruzado su mente.

—Oye. —Nos detuvimos cuando alcanzamos la esquina. Me dijo—: Nunca te pregunté... digo, no sé si quise saberlo antes pero como que ahora quiero así que solo quiero preguntártelo.

—Bien —dije la palabra lentamente, mirándome suspicazmente. —¿Alguna vez Isabella y tú se acostaron? —Lamí mis labios—. Me refiero a después de que me mudé. Después de que ella rompió con su ex.

Valentina sonrió, tirando de mi mano para que comenzara a cruzar la calle con ella. Me paré firme. Su sonrisa cayó.

—Oh Dios mío, Juliana. ¿De verdad?

—No me gusta que me ignoren cuando hago una pregunta. —Quité mi mano de la suya y crucé mis brazos, dejando a todos detrás de nosotras cruzar la calle. La boca de Valentina cayó abierta con incredulidad—. Y tampoco aprecio que me sonrías cuando sabes que estoy realmente preguntando una pregunta sería a la que quiero saber la respuesta. No es que...

—No —farfulló las palabras—. No, no me acosté con ella. ¿Por qué lo haría? Estaba demasiado ocupada deseándote. Deseando que regresaras, que me hablaras o me mandaras un mensaje o que no estuvieras supuestamente estudiando con ese chico a medianoche. Estaba demasiado envuelta en pensamientos tuyos para siquiera considerar dormir con alguien más.

—Buena respuesta —asentí una vez.

La luz de pase volvió a brillar y la jalé hacia el otro lado de la calle. No sabía porque esto era tan importante para mí, pero lo era. Solo había pasado una semana y media desde la boda, pero no le había preguntado sobre eso.

Caminamos por la banqueta del parque. Cuando nos acercamos a los caballos y los carruajes, me pregunte si me haría meterme en uno y me lo propondría ahí. Dios, esperaba que no. Parecíamos caminar sin rumbo para siempre, viendo gente, comentando todo lo que veíamos, riendo por más de un par de cosas.

Hablamos sobre mis padres y los suyos y cómo había llegado a verme cada fin de semana una vez que me fui... estuve a punto de preguntarle a donde nos dirigíamos cuando finalmente me jaló hacia el parque.

—Hay mucha gente aquí —dije, mirando alrededor.

—Hay una exhibición.

—Oh. —La dejé dirigir el camino debido a que no tenía ni idea de a dónde íbamos.

Tal vez malinterpreté su nerviosismo. Tal vez no iba a proponerse después de todo. Caminó hasta el frente de la fila que se había formado, le mostró su teléfono al chico, y caminó al frente de todos. Había una carpa grande en medio del parque. Tenía luces iluminándola por cada lado. No era consciente de que había un espectáculo del Cirque du Solei aquí, pero eso era a lo que esto me recordaba.

—¿A dónde vamos?

—Solías decir que me seguirías a donde fuera —contestó, sonriendo mientras se giraba hacia mí.

—Sí, pero no ciegamente. Me gustaría saber a dónde vamos a ir primero.

Se rio entre dientes.

—Estás a punto de averiguarlo.

Entramos en la carpa. Una exhibición de arte por lo que podía decir. Había pinturas raras de Picasso, con extraños rostros perfilados llenos de ángulos y colores fuera de este mundo, colocadas en caballetes por toda la habitación.

—No me digas que vas a comenzar a coleccionar arte. —Mis ojos casi se salieron de mi cabeza cuando vi el precio de una de las pinturas—. Eso no puede ser real.

—No creo que este sea realmente el tipo de arte que coleccionaría si tuviera el dinero para coleccionar arte —dijo, dirigiéndome hacia la parte trasera de la tienda, donde había otra puerta que dirigía hacia afuera—. Esto es lo que quería mostrarte.

Eran ovnis. Como en, muchos ovnis. Del tipo que solo ves en películas de extraterrestres. Había parado de caminar para captarlo todo y Valentina estaba parada a mi lado esperando que reaccionara.

—¿Cómo escuchaste sobre esto? —pregunté finalmente.

—Vine hace un par de semanas. Había estado corriendo por aquí y vi la multitud y pensé en qué diablos. —Se encogió de hombros—. Y estoy tan agradecida de que revisé.

—Esto es una locura. No son reales ¿verdad? —Caminé hacia el primero. No eran enormes como en las películas. Parecían más como naves de una sola persona—. Digo, no pueden ser reales, obviamente, los extraterrestres no existen realmente, pero ¿Quién haría todo esto? Se ven muy reales.

Valentina se rio.

Falso Amor |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora