III

254 46 8
                                    

Aquel suave beso unió sus cuerpos y sus almas para siempre. Seungcheol alzó su mano y la posó sobre la escamosa mano del sireno. Estaba fría como el hielo, pero suave como el terciopelo. La cola del chico pez aleteó suavemente sobre el agua, produciendo un pequeño chapoteo que resonó en la silenciosa caverna. Cuando sus bocas se separaron, las mejillas de Seungcheol estaban coloradas. Se quedaron así, observándose durante largos segundos.

—Debo ir a casa —balbuceó Seungcheol, conteniendo el aliento —. Volveré tan pronto como pueda.

Pareciendo entender lo que el humano decía, el rostro del sireno se tornó triste.

—Volveré, lo prometo —dijo el chico.

Mientras se arrastraba por el agujero en la cueva hacia el exterior, Seungcheol notó que tenía el estómago apretado, y le costaba respirar. Por algún extraño motivo, el dejar la caverna le provocó una enorme angustia. Estuvo a punto de regresar, más el pensamiento de su madre preocupada por él lo detuvo. Seungcheol llegó a casa mucho después de medianoche. Entró por la puerta principal haciendo el menor ruido posible, y caminó de puntillas hasta su cuarto. Se puso la pijama e intentó dormir, sin embargo, no pudo. No dejaba de pensar en esa hermosa criatura y en el beso que compartieron. Así que cogió su móvil. Tenía una llamada perdida y varios mensajes de Jicheol.

—¿Dónde estás? ¿Por qué no respondes tu móvil?

—Lo lamento —respondió —. Fui a la playa con Shiro.

La respuesta de su amiga llegó de inmediato.

—Ah, bueno... podríamos ir juntos uno de estos días —decía.

—Sí —escribió Seungcheol, de forma automática.

Sus pensamiento y concentración se encontraban en otro lugar, un lugar a un kilómetro de allí, oculto en una caverna, durmiendo sobre la arena. Suspiró. Apenas llevaba un día de conocerlo, y ya sentía que no podía vivir sin él. No, tenía la certeza de que no podía vivir sin él. Suspiró de nuevo, preocupado de que las atenciones que había brindado a la herida del sireno no fueran suficientes. Abrió el buscador en la red, e ingresó la palabra sirenas. La mayoría de los artículos que encontró, se trataban de leyendas y mitos de la antigüedad. Describían a los sirenos y sirenas de diversas formas, tamaño y colores, y les atribuían distintos poderes sobrenaturales y otras características, más todas concordaban en una cosa: el enorme poder que aquellas criaturas ejercían sobre los humanos. Los textos hablaban de cómo con su belleza, gracia y su hermosa voz, cautivaban a los hombres y los arrastraban hasta el mar, para allí ahogarlos y alimentarse de sus almas. Por un segundo, Seungcheol sintió miedo. Luego pensó que Hannie no se parecía en nada a aquellos seres que describían en los libros. Si bien era un ser hermoso y celestial, lucía sumamente inocente y frágil. Así que deshechó la idea de su cabeza, y buscó algo que le fuera útil. Cómo tratar heridas en los peces, cómo cuidar la piel de los peces, qué sucede si un pez está fuera del agua. Esta última le pareció una pregunta tonta, pues sabía exactamente lo que sucedería, sin embargo fue mucho más útil de lo que esperaba. Según la información, después de que un pez está demasiado tiempo fuera del agua (además de morir), sus escamas se secan y desprenden. Seungcheol arrugó el ceño, preocupado. Si Hannie continuaba en la superficie, su piel podría verse afectada. Permaneció el resto de la noche buscando información que pudiera serle útil para ayudar a su bello secreto, y apenas amaneció, se levantó e hizo todos sus deberes tan rápido como pudo. En cuanto terminó, metió en su mochila pasteles de pescado secos, gasas limpias y una manta, y se dirigió a la cueva. Hannie estaba tumbado en la arena, mirando el techo de la caverna. Su cola de pez golpeaba el charco, salpicando pequeñas gotas de agua.

—Buenos días —saludó Seungcheol, tímidamente.

El sireno volvió la cara hacia Seungcheol y sonrió. En cuanto el humano estuvo a su lado, el sireno se incorporó y lo besó.

—Traigo el desayuno —murmuró Seungcheol, con la cara sonrojada.

Metió la mano en su mochila, sacó los pasteles de pescado y se los dio al sireno, quién se los comió inmediatamente. Mientras lo observaba comer, Seungcheol notó algo extraño. La piel del sireno estaba apagada y ya no reflejaba la luz del sol. Seungcheol frunció el ceño, preocupado. 

—¿Qué sucede con tu piel? —preguntó, señalando una zona opaca y seca en la mano del sireno.

Hannie pareció entender lo que el chico preguntaba y señaló el agua.

—Tienes que volver al mar ¿verdad? —dijo Seungcheol, apuntando al sireno y luego al agua.

Hannie asintió.

—Pero no podrás hacerlo hasta que se sane tu herida —dijo Seungcheol.

Tal como había leído la noche anterior, la piel del sireno comenzaba a resecarse debido al tiempo que llevaba fuera del agua. Por suerte para él, Seungcheol había encontrado una forma de mantenerlo húmedo mientras sanaba su costado.

Sacó la manta de su mochila, la empapó con el agua del charco y cubrió el cuerpo del tritón. La piel de Hannie recuperó su color iridiscente en cuanto tuvo contacto con el agua salada. Seungcheol suspiró, aliviado. Por un segundo, tuvo mucho miedo de perderlo.

—Debo sacarte de este lugar —dijo Seungcheol, mientras sostenía la manta mojada sobre la cabeza del sireno —, pero no sé cómo.

—Un momento —dijo un segundo después —¿Cómo llegaste aquí? —preguntó.

Si había una forma de entrar a la caverna, también había una forma de salir.

Hannie, que parecía entender cada vez mejor las palabras del humano, señaló hacia el agujero que Seungcheol usaba para entrar en la cueva. La noche de la tormenta, el sireno se encontraba en aguas poco profundas, observando el espectáculo de luces provocados por los rayos en el cielo, cuando la marea lo arrastró hacia la bahía. Las olas eran tan grandes y fuertes que por más que intentó regresar a lo profundo del mar, no pudo. En uno de los intentos, una ola lo lanzó sobre el arrecife de coral, causando las heridas en su costado. La marea subió y subió hasta cubrir por completo la entrada de la caverna, y cada vez fue más difícil para el sireno moverse entre las olas. Así que en cuanto vio el agujero, no lo dudó un segundo y se escabulló por ahí. Estaba tan cansado, que se quedó dormido apenas se vio fuera de peligro. Cuando se despertó, estaba herido, y el agua se había retirado, por lo que no pudo volver al mar. Fue encontrado por Seungcheol y Shiro unas horas después. 

—Tendré que idear un plan para sacarte de aquí —murmuró Seungcheol, observando la entrada a la cueva.

El sireno lo observó y sonrió dulcemente. Parecía estar agradecido. Dejó de lado el trozo de pastel de pescado que comía en ese momento, y se tumbó sobre la arena. Cerró los ojos y murmuró lo que parecía una canción. Éra lenta, suave y llena de magia. Seungcheol se quedó sentado, oyendo esa hermosa melodía. Por un minuto recordó lo que había leído la noche anterior.

"Las sirenas son seres malvados que encantan a los hombres con su belleza y sus voces. Luego los secuestran y los ahogan en el mar".

No mi Hannie, pensó. Se tumbó a su lado y cerró los ojos. El canto del sireno llenó su cuerpo, su mente, su alma y su corazón, y en ese instante decidió que se quedaría a su lado por siempre y para siempre. 

🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸🌸
Hablemos de JH sirenito 👀 esas fotos ameritaban actu 🙊

THE LITTLE MERMAN [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora