Día Uno

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La profesora de Historia hablaba sobre el diseño del vestuario de los griegos en la era antigua, cuando se iluminó la pantalla del móvil indicándome que había entrado un mensaje. Lo acerqué pero no pude saber qué decía porque en ese momento la profe pasaba por mi lado y se detuvo continuando con su explicación. Lo alejó hacia el borde de la mesa y me miró. Me puse un poco nerviosa. Caminó hasta el frente del salón y al voltearse continuó mirándome como si conociera mis intenciones.

Aproveché los cinco minutos de cambio de turno para leer el mensaje. Ya estaba de vuelta y el corazón me empezó a latir desesperadamente. Me citaba para después de las clases y me pedía que fijara yo misma la hora. Le respondí aceptando la invitación y comunicándole la hora en la que me podía recoger.
El último turno me pareció interminable. No entendí nada sobre la moda griega de la antigüedad ni escuché las orientaciones del seminario, solo quería salir corriendo. Y así lo hice. Abracé mi carpeta con una mano y corrí escaleras abajo hasta el vestíbulo del Instituto. Me paré con la respiración agitada y lo vi justo en el momento que arrancaba el motor.

- Puma!!! - mi grito hizo que varias personas miraran.

Me quedé esperando una respuesta y me alegré cuando frenó, bajó uno de sus pies y levantó los dos brazos como si pudiera abrazarme desde el parqueo. Caminé hasta él sonriendo.

- ¿A qué lugar te llevo?- Preguntó con su acostumbrada picardía.

- A casa. - Le respondí poniéndome el casco.

- Si, hoy estoy de acuerdo contigo, desde ayer están mis padres en casa y mi madre quiere que me porte bien - Reímos.

- Como si eso se pudiera lograr - Le contesté sentada ya detrás de él, lo abracé y no tuve necesidad de mentirle. Había inventado una excusa por si deseaba invitarme a salir y no fue necesario. Realmente no me gusta mentirle a Ray, ni a nadie, pero a veces me veo obligada hacerlo.

En treinta minutos ya estaba a la entrada del edificio donde vivo. El viaje con el Puma siempre es rápido, la velocidad es su fuerte. Aún así conversamos, casi gritando para podernos oír, de los profesores que no lo "dejan en paz", de sus padres que se encuentran en estos días en su casa y de que desea pasar más tiempo conmigo...

-Pero tú sabes, primero está mi hembra- Y acarició la moto donde está la cabeza del puma que tiene pintado desde el tanque de gasolina hasta la rueda trasera.

-Si, lo sé- le dije bajando del motor y fingiendo disgusto -no tienes que recordármelo.

-Ven aquí, no te pongas celosa. Tú eres mi cómplice, mi compinche, mi....- Cerré sus labios con un beso.

-Chao.

-Ey! Espera- me sujetó del brazo- ¿A qué hora te recojo mañana?

-No, no sé- dudé por un momento- yo te llamo, es que no recuerdo a qué hora es el primer turno.

-Ok, no problem.- me tiró un beso, hizo un saludo militar y arrancó.

Me quedé mirándolo mientras se alejaba, por unos momentos sentí nostalgia y culpa, siempre me sucede cada vez que Filippo está en la ciudad. Filippo... recordé que me quedaba solo una hora para que me recogiera.

Corrí hasta el ascensor y me frené cuando leí el cartel " Roto". Pensé, "subir diez pisos otra vez" pero me sentía tan animada que lo tomé como una forma de hacer ejercicios.

Cuando entré a mi apartamento, Melania y Carla jugaban Fortnite, estaban tan concentrada que no me sintieron. Entré a mi habitación, tiré la carpeta sobre la cama, me quité los zapatos y entré al baño. Puse a llenar la bañera, necesitaba un baño con gel de rosas para mi piel, aunque sea quince minutos. Dejé el grifo abierto y salí a la cocina a prepararme algo para picar. Me acerqué al sillón con un platillo con lascas de queso y jamón.

"Quince Días"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora