cuatro

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Jay Miller.

Me encontraba en la biblioteca de la universidad, porque sí, aunque no lo crean me gusta leer.

Era uno de mis lugares favoritos cuando necesitaba relajarme, o pensar, aunque también podría relajarme asesinando pero ese es otro tema.

Me encontraba apoyado en uno de los estantes mientras sostenía el libro con mi mano izquierda y un cigarrillo en la derecha.

Estaba tan inmerso en la lectura que no me di cuenta cuando alguien me quitó el cigarro y lo lanzó a la basura, no sin antes apagarlo claro.

—¿No te han dicho que en la biblioteca no se fuma?

La voz era de una chica, ni siquiera la miré y seguí leyendo. Pero antes le respondí.

—¿No te han dicho que hago lo que quiero?

—Oh vaya, si es Jay.

El tono de burla en su voz, y cuando dijo mi nombre me hizo mirarla, sabía que conocía esa voz.

—Allison— respondí utilizando su mismo tono.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Se cruzó de brazos y yo cerré el libro.

—Lo mismo que todos, leyendo. Creo que para eso se viene, ¿O no?

—¿Y en tu universidad no hay bibliotecas?

Le sonreí de lado y suspiré mientras negaba con la cabeza.

—Me descubriste, enana.

—No sé que quieres, pero no puedes estar aquí.

Susurró mientras miraba a los lados como si viniese alguien.

—¿Por qué no? La biblioteca es pública.

—Sí, pero venir al otro lado de la cuidad a leer no me parece muy inteligente.

—Allison, Allison..— canturreé su nombre mientras me acercaba a ella. —¿Crees que me alejaría de ti por lo que dijo, Kai?

—No lo sé. Pensé que quizás sentías un poquito de empatía por tu mejor amigo. Pero veo que no te importa nadie.

Sus palabras podrían haber sido como un puñal para mí, pero la verdad tenía razón y no me molestaba admitirlo.

—Estás en lo correcto, no me importa nada, ni nadie— sonreí y la miré fijamente.

Ella me sostuvo la mirada por unos minutos y luego la desvío.

Los ojos de Allison eran hermosos, el color miel y el brillo que tenían era indescriptible y me encantaba, era fascinante.

—Mírame.

Le ordené pero obviamente ella me ignoró.

—Vete de aquí.

Espetó aún con la mirada hacia al lado.

Agarré sus mejillas y la hice mirarme.

—¿De verdad quieres que me vaya?

Rodeó mi muñeca con su mano y se humedeció los labios.

Oh no...

—Ya caíste, Jay Miller— mi mirada se encontraba en sus labios y sin pensarlo dos veces la besé.

Sorprendentemente ella me correspondió el beso con la misma intensidad, se acercó más a mi profundizando el beso, mordisqueó mi labio y sonrió.

—Aún besas bien.

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⏰ Última actualización: Mar 05, 2022 ⏰

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Marcado por sus Sombras©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora