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El drama familiar
¿Por dónde empiezo mi historia? Ah, sí. Por el principio. Nací en el seno de una familia humilde – por no decir pobre- como se dice en los libros de historia. Soy única hija y única nieta por parte materna (eso hace que esté un poquito sobreprotegida). Por parte paterna soy la menor de tres hermanos, tengo una hermana mayor, Amelia que me lleva 15 años y un hermano mayor, Richard que me lleva 10 años. Ellos no viven conmigo y desde que nací fui odiada por mi hermana, yo no la odiaba pero tampoco me llevaba bien con ella; pero siempre he adorado a mi hermano, a pesar de no vivir juntos siempre me venía a ver, jugaba conmigo y me daba cariño – eso hizo que mi hermana que a pesar de que jamás quiso mi nacimiento se pusiera celosa, no se explicaba por qué yo no era cariñosa con ella (muchas veces me ha hecho dudar de su capacidad mental) -. Bueno continuamos con los demás miembros de mi familia. Mis padres: Richard -  sip, por alguna razón le puso su mismo nombre a mi hermano – se puede decir que cumplió el sueño de su vida, estudió medicina, se volvió médico general integral o MGI y tuvo un varón y dos hembras como siempre deseó, también escogió el nombre de nosotros tres, luego de eso es para que no se quejara pero solo sabe decir un día que solo lo quiere uno y otros días que ninguno de sus hijos lo queremos – supongo que eso es normal -. Nadia, mi mamá. Nació siendo mi abuela muy joven, no tenía aun 18 años. Mi mamá desde pequeña siempre luchó y hacía pequeños negocios para ayudar a mi abuela con los gastos de la casa, no es que mi abuelo ayudara mucho; comenzó a estudiar enfermería pero mi abuela enfermó de repente y tuvo que dejar los estudios para cuidarla mientras trabajaba, ya mi abuelo se había ido de la casa y tenía mujer nueva lo que lo hacía todo más complicado para ellas dos. Pero no hay por qué estar tristes, estudió economía, se realizó profesionalmente y cuando se había dado por vencida con ser madre, luego de varios abortos, llegó esta bendición que les está hablando – digo, escribiendo - , después de ser un embarazo de riesgo, salir a los ocho meses por quedarme sin líquido y llegar al mundo con un soplo en el corazón, problemas en los riñones, parecer un alien y casi matar a mi madre en el proceso de cesárea. Todo un milagro que soy.
Vamos a desviarnos un poquito y hablar de mis “amados” abuelos. Los cuatro están vivos. Los paternos tienen otros siete nietos y bisnietos más por los que preocuparse ante de recordar mi existencia, además de que viven en un monte  varios kilómetros de mí y el transporte está muy caro. Mi abuelo materno se preocupa más por los nietos de su mujer que por mí – a ellos los crió y a mi si acaso me llamaba el día de mi cumple -, hasta que ellos salieron del país y él tuvo el descaro de decirme que si como los chicos no estaban ahí yo no le haría más seguido la visita. Basta con decir que lo miré mal y no le dije una mala palabra o un disparate porque aún era una niña buena, simplemente le dije que no sería reemplazo de nadie; no es que lo odie pero su existencia me vale una mierda, yo diría que el sentimiento es correspondido porque a día de hoy no tiene una foto mía en su casa, o en ningún lugar. Mi abuela materna, hay mucho que decir sobre ella. Demasiado para ser exactos. Ella siempre quiso tener un hijo varón, pero al final le tocó hija hembra y nieta hembra. La vida es un poco loca, ¿no es cierto? Dejando de lado su mala suerte en la vida y ya sabiendo que fue madre muy joven por un juego sexual, mi abuela tiene un mal carácter increíble. Yo me quejo de ella pero mi mamá dice que ya yo la cogí cansada, y sinceramente tiene la razón, por las cosas que ella me contó, sé que no tuvo una infancia muy bonita. Mi abuela no la dejaba reír, salir, hablar con nadie, no la dejaba hacer nada y le pegaba casi por cualquier cosa, pues sí, nada normal. A pesar de eso mi mamá se prometió a ella misma no ser como mi abuela, y ha sido una madre estupenda, puede estar orgullosa. Mi abu conmigo no ha sido tan mala así, pero aún me resulta asfixiante que me controle tanto. Bueno mejor dejo el tema de mi abuelita o nunca termino de hablar.
Continuamos con el tema principal: mi infancia. Yo no fui la típica niña que se pasaba horas y horas jugando en la calle o con sus amigos, en la escuela apenas me relacionaba con mis compañeros de aula (la mayoría me hacían bullying), en el barrio solo conocía a mis vecinos de vista además de que nadie tenía mi edad, todos eran o menores o mayores y creo que mis padres los consideraban malas influencias porque yo no tengo recuerdos de haber jugado en mi barrio, otra cosa importante, los varones eran los más cercanos a mi edad. Vivir en un barrio que puede ser considerado marginal para mí quiso decir pasar horas y horas encerrada en casa mirando la tele, me aburría jugando sola.
Yo adoraba el círculo infantil, era de lo más divertido. No recuerdo muchas cosas o a la mayoría de mis compañeros pero si sé que me sentía como que pertenecía allí. La crueldad comienza en la escuela primaria al parecer. Al entrar en primer grado era la más inocente de mi grupo. Un chico (tenía mi tamaño, era blanco, tenía los ojos amarillos y el pelo también, era de lo más adorable, Jorge) me preguntó que si quería casarme con él y dije que sí, nos casamos con anillos de plastilina y nos dimos un besito bajo la mesa. En ese momento el beso me pareció asqueroso, lo que cualquier persona de cinco años pensaría. Cabe decir que luego de eso no lo volvimos a hacer, no sé qué él pensaba de eso pero ustedes ya saben mi opinión. Yo era asmática pero me apunté para el deporte de clavado. Jorgito como le decíamos en el aula y otros de mi grupo también se apuntaron. Fue un bonito primer año de escuela. Amaba ir a la escuela para ser sincera, cosa que no es normal para ningún estudiante.
En segundo grado llegaron dos niñas nuevas: Sandy e Irina. Para entonces el grupito de las chicas importantes del aula ya estaba armado y ellas dos encajaron a la perfección. Sandy se unió al deporte también y de alguna forma – no sé cómo ni nada – Sandy y Jorgito empezaron una relación y me pegaron los tarros por primera vez en mi vida (primer fracaso amoroso a los 7 años, con esas edad ya estaba sellando mi destino, ser una fracasada en el amor por el resto de mi vida, bueno nunca se sabe; Jorge se volvió un mujeriego luego de unos años y a Sandy la probó más de media escuela). La madre ni la abuela de Jorge, o sus hermanos, querían o soportaban a Sandy, en cambio a mí me veían como a alguien de la familia. Mi mamá me contó que cuando Jorgito terminó conmigo yo lloré mucho y entre lágrimas decía que lo quería. Debo dar a gracias a Dios, la Virgen y todos los Santos por no recordar a una pequeña versión de mí llorando por ese tonto. Lugo de un tiempo (tampoco sé cómo ellos dos terminaron) volví con Jorge y todo bien. En tercer grado él fue a una escuela de deportes por lo que dejamos de vernos por un largo tiempo, aunque en una ocasión recuerdo que me envió una carta y todas las niñas de mi aula de chismosas al lado mío para ver que decía – luego de tantos años yo misma no lo recuerdo – y el 14 de febrero me envió con la mamá una rosa de cristal verde, mi color favorito con una pequeña frase de lo más chula que decía algo sobre una rosa.
Al entrar en cuarto grado nuestro uniforma hacía un pequeño cambio, de primero a tercero tuvimos la pañoleta o pañuelo alrededor del cuello de color azul pero ahora sería color rojo. Ese no fue el único cambio del momento. Nos cambiaron de aula y a nuestra querida seño (de esa forma se le decía a los profes en la primaria), nos pusieron a dos seños nuevas que a mí no me caían realmente bien a pesar de que toda el aula las amaba porque rara vez daban clases. Jorgito también volvió a nuestra escuela y yo estaba feliz pues lo extrañaba mucho. Lástima que el chico que volvió no era el cariñoso que yo recordaba, volvió un poco agresivo y no pasó mucho tiempo antes de yo dejarlo porque no me gustaba su nueva forma de ser y a cada rato me daba algún golpe, no tan fuerte para que me dejaran marca pero igual dolían y yo no tenía intención alguna de ser saco de boxeo de nadie.
Pedí que me cambiaran de asiento pues, nos sentábamos juntos. Dejé el deporte y empecé en baile español con Sandy y Daria, dos chicas de mi aula. Sandy y yo nos volvimos algo cercanas, cuando ella no estaba de bipolar. Al salir de la escuela, ambas nos íbamos juntas para su casa, hacíamos las tareas, merendábamos algo, nos cambiábamos y nos íbamos para el baile. Me hacían ese favor porque yo vivía lejos de la escuela y por consiguiente del lugar donde practicábamos.
Mi madrina, Raime, – tenemos la misma nacionalidad – quien hasta el momento había vivido en Italia y solo venía en julio y agosto por las vacaciones de verano, se mudó a nuestro país. Con ella vinieron mi padrino, Fabio – italiano –, José Luis– nació aquí pero poco después se lo llevaron del país –, Juan Carlos y Javier Alejandro (que nacieron en Italia, José fue el primero, el otro año Juanqui, el siguiente yo y un año después Javier o bebé como siempre le dijimos de cariño). Como ven el año que mi madrina no dio a luz, mi mamá lo hizo. Eran amigas hacía diez años, se conocieron en la universidad y cuando mi madrina, se enteró que mi madre estaba embarazada dijo que sería la madrina de ese bebé que venía en camino. Ella siempre se ha caracterizado por sus locuras y forma de ser la adoro un montón. José y Javier comenzaron a asistir a mi escuela. Juanqui a una escuela especial porque nació con retraso, es el único con quien me llevo bien de los tres. Los otros dos son insoportables, siempre me molestan.
En quinto grado abandoné el baile español y empecé a asistir a la iglesia los sábados, cerca de donde mi madrina se mudó. La Sagrada Familia, un hermoso lugar que le otorga paz a tu alma y encajas sin problemas. También empecé en el colegio La Salle, otro lugar que adoré en el momento que puse un pie por primera vez. En ambos lugares hice amigos al instante, nunca falta el varón inmaduro que molesta por ser gorda pero era algo soportable nada que ver con mi escuela, y al menos en La Salle tenía a mi hermana de gordura, Amanda, quien se convirtió en mi amiga al instante e incluso me ayudaba echándome florecitas encima cuando me alteraba (cosa que pasaba bastante seguido). Las pobres flores las recogía en el camino y las echaba en una bolsa dentro de su mochila para que no anduvieran sueltas. Además de mi des estresante también era mi psicóloga y a día de hoy, una de mis mejores amigas.
En sexto grado Javier y José también comenzaron en La Salle. Tenía transporte asegurado para ir a la iglesia en la tarde luego de salir de La Salle, almorzar con mis padrinos y mis primos, dejar a José en el colegio y Javier y yo ir a la iglesia. Fue un buen tiempo. Pero me sentí bastante aliviada cuando terminé la escuela primaria. Ya quería empezar en la secu.

Mi vida clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora