De verdad odio los hospitales.
La espera, lo blanquecino de los pasillos, el murmullo de las enfermeras y pacientes, el olor a ¿hospital? De alguna u otra forma estos mantenían un aroma único.
Sentías la miseria en el aire y aquello me hacía sentir tal cual un paciente a pesar de que hoy me encontraba aquí solo para recibir los resultados de unos análisis que ni siquiera eran míos.
En conclusión, detesto los hospitales.
La larga espera solo me causaba fatiga. Deseaba volver a tener cinco años y que en mi lugar estuviese mi madre mientras yo holgazaneaba en casa.
Entorne los ojos a un lado fijando toda mi atención en la puerta que yacía delante mío y de la diminuta, pero espaciosa mesa de la secretaría que permanecía justo a su lado izquierdo.
Esta permanecía sumida en lo que sea que estuviese viendo a través de la pantalla de su monitor mientras justo enfrente yo y otros cinco pacientes esperábamos a la espera de que el que estuviese dentro saliera y diera el paso a alguien más.
¿Por que mi padre no se tomó el tiempo de venir el mismo? Me ahorraría el tener que enfrentar la vida como adulta.
Cruce las piernas en un intento de controlar la ansiedad que me consumía. Mi pierna temblaba con agonía mientras los suspiro que brotaban de entre mis labios no se detenían.
Ser impaciente y ansiosa en un mundo como este era uno de los peores castigos.
Trague en seco limitándome a encogerme en aquel frío asiento de metal a la simple espera de poder entrar.
Me crucé de brazos agachando la mirada levemente antes de fijarme en lo pálida que se encontraban mis manos sobre mi pecho.
Y no era para menos. Un invierno en Ámsterdam era como vivir en un cubo de hielo varado en la Antártida. Eso o que simplemente soy friolenta a cojones.
Optaba por la segunda opción puesto que soy de esa especie de humano que todo le molesta e incomoda.
Me mordí el labio inferior elevando la mirada antes de clavarla en la puerta de cristal que daba salida de esta sala de espera.
Mi reflejo distorsionado se admiraba en esta de una manera casi abstracta.
Entrecerré los ojos divisando mi postura y fracciones.
Hoy era un día frío por lo que me encontraba envuelta en un redingote.
Mi ovalado y pálido rostro no demostraba nada en lo absoluto mientras que mi largo pelo que caía entre un rubio y marrón intenso acompañados de mi azulada mirada me hacían ver tal cual caribeña para cuando el calor abrazaba mi rostro.
Mis labios regordetes y rosados. Con los mismos los cuales debería estar besando a mi amor ficticio. En general cualquier personaje masculino de un libro.
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Dr. Killer
Romance"Pensé que sentías algún tipo de amor por él." El corazón de ella pertenecía a él, pero alguien más estaría dispuesto a arriesgarlo todo para separarla del hombre a quien ella ama. Un amor. Un secreto. Un amigo. Y el hombre que creí amar. - Quiero q...