1. Sentimientos al aire

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Bajo el rojizo cielo de otoño, la mirada de aquellos ojos color miel se posaban en el reflejo de los edificios proyectados en el río, de manera que su expresión seria resaltaba sus facciones, que, a pesar de no ser perfectas, eran delicadas y su piel de porcelana parecía iluminar la mañana.

Aquel chico de nombre Elio, era el mismo chico con el que quería ver abrirse las flores en primavera, ver caer las hojas en otoño y desaparecer bajo la manta blanca con la que el invierno nos cubre a finales de año. También, es el chico que mis manos anhelan rozar, con la brisa de verano recorrer sus mejillas y secar las lágrimas que sus ojos dejan fluir ante la desesperación y hacerle saber que estoy con y para él.

Aun sintiendo esto, mis palabras se retienen ante el nudo hecho en mi garganta cada que lo veo, evitando la salida de las exclamaciones que mi corazón desea gritar, haciendo que deba aguantar las ganas de correr a sus brazos, decirle cuanto lo amo y cuánto anhelo el llamarlo por mi nombre y que él me llame por el suyo, tomarlo de la mano y caminar hacia un atardecer donde nadie pueda pararnos, ni separarnos, dejando fluir los días, meses y años.

El, sin embargo, sitúa sus ojos en los míos, esperando volver a verlos al día siguiente, sin saber que están puestos en él y aunque su viaje lo haga dudar, mi mirada lo esperara para juntarse con la suya. El chico, mi chico, que llega en invierno y se va para primavera, es el que me hace tener seguridad en lo que soy, sin importar que mis ojos sean de color verde, mi cabello rubio obscuro y mi piel blanca, sin importar que mi peso sea menor, mayor o el indicado. Para él soy la persona que lo hace suspirar y en la que piensa al despertar.

Ambos tenemos mucho para decirnos, pero ninguno ha sabido cómo hacerlo, creyendo que sonará ridículo, cursi o será rechazado a pesar de lo que el otro siente. Aunque nos hemos entregado madrugadas enteras, dedicado canciones y miles de te quiero, ninguno puede decir lo que grita el alma. Así que cada que estamos lo suficientemente lejos, nos atrevemos a gritar nuestros sentimientos con la esperanza de que se los lleve el viento y con un susurro poder llegar el uno con el otro.

Mi Chico del InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora