Prólogo

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¿Qué es el alma y dónde se sitúa dentro de cada ser? ¿Dónde va cuando nuestros cuerpos expiran? ¿Qué nos espera después de que hayamos partido?

A menudo me hallaba meditando sobre aquello que aguardaba por mí, detrás de ese delicado velo que separa un mundo del otro, pero que reside frente a los ojos de quienes no podemos fisgar para siquiera, tratar de saltar en conclusiones.

Todo lo que me quedaba era la mera especulación que invadía mi ser mientras que —como cada día de mi existencia— dedicaba mis energías en el sueño esperanzado de que todo sería mejor para mí en otra vida y en otra dimensión.

No importaba qué actividad estuviese ejecutando en casa, en la calle, o si me encontraba en mi lugar de trabajo, pero fantaseaba con todos esos pequeños detalles y posibilidades que de haber ocurrido pudieron cambiar el rumbo que tomó mi camino, o que de no haber sucedido, de igual manera habrían influido para que una cosa llevara a la otra, y que desencadenara una serie de eventos que quizá marcarían la diferencia —para bien o para mal— en mi vida.

¿Mi alma renacería en otro cuerpo?

Ya que lo pienso, ¿de dónde vienen las almas? ¿Se crea una nueva cada que otra desaparece? ¿Desaparece o se recicla para utilizarse en el momento oportuno? O tal vez funciona como un dispositivo al que se le quieran eliminar los datos y las aplicaciones que vendrían siendo los recuerdos. Pero... si esto sucede, ¿dicha alma sigue siendo la misma o cambia por otra?

Pensar en esto me conllevaba a una de tantas ocasiones en las que estuve a punto de morir. Esa vez en específico, en la que me habría hallado en medio de un asalto a mano armada en el autobús que me transportaría a la universidad. Esa mañana mi madre llamó a mi móvil pidiéndome ayuda, ya que no podía encontrar ciertos archivos en la portátil. El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, y así perdí mi oportunidad de salir de casa a la hora acostumbrada. Más tarde supe que varios de mis conocidos y compañeros estaban muertos o heridos de gravedad a causa del atentado del que me libré de ser parte.

La vida cotidiana se conforma de pequeños momentos que generan millones de millones de posibilidades que conducen a otras entre sí, y que se cruzan para continuar dividiéndose en un mundo de probabilidades infinitas.

Me pregunto que habría cambiado si hubiese olvidado mi móvil, o darle un beso a mi perro antes de salir por la puerta de mi departamento cierto día, cuando me apresuraba a coger el transporte público... ¿Algo sucedería para que de igual manera yo acabase en la situación en la que me encuentro ahora, o me hubiese salvado así como cuando mi madre pidió mi ayuda y burlé la muerte al saltarme aquel atentado?

Si mi subconsciente no se hubiese adormecido esa vez, ¿aún conservaría mi alma o de igual manera la seguiría buscando entre la niebla de los recuerdos, que frustran los rayos de aquellos soles —que quizá— un día mis ojos entrecerrados padecieron?

Bueno, ¿qué más da? Tengo que seguir avanzando hasta encontrar el camino que perdí, es lo que sé, y es lo único que mi ser me indica.

Mi nombre es Cameron Bailey y tengo un último deseo: relatarte mi último viaje, sobre mi camino de regreso a la nada.

De regreso a la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora