Sus pasos eran el único sonido que había en los alrededores, o al menos el más notable hasta el momento en que decidió abrir las puertas del lugar empujando con sus manos. Se notaba que hacía bastante tiempo desde la última vez que esas puertas eran abiertas, ya que el desgaste hizo que le supusiera un esfuerzo mayor el poder abrirlas, para luego cerrarlas tras de si intentando hacer el menor ruido posible, pero en un lugar como aquel los sonidos parecían rebotar más en el vacío intensificando estos. Se aseguró de que al menos un resquicio de la puerta quedase abierto, para prevenir futuras complicaciones.
Nada más alzar su vista Iridion ya se llevó la primera impresión del lugar, ya que por fuera parecía tan solo un monasterio antiguo en proceso de acabar siendo unas ruinas, pero por dentro era una visión mucho más siniestra y oscura. El pasillo principal era una muestra de la desolación sufrida en aquel lugar tiempo atrás. Se vio ante cuerpos descompuestos hasta que solo sus huesos quedaron enteros, apenas había siquiera carne que aprovechar y aun así, los cuervos parecían rebuscar algo que llevarse al pico, pues antaño se colaron por los resquicios que el paso del tiempo abrió en el monasterio dándoles también un lugar donde refugiarse. Había un detalle en particular que hizo que el intruso frunciera el ceño, y es que los huesos mostraban un especial color negro, como si hubiesen sido calcinados pero de una forma extrañamente veloz y anormal, ya que aún se veían resistentes. El tiempo debería haberlos desgastado hasta convertirlos en polvo, al menos a algunos de ellos.
A medida que avanzaba por el pasillo principal, pudo reconocer muchos de los objetos a su alrededor. Armas, armaduras de combate que portaban el sello del reino al que pertenecían y túnicas envueltas en polvo y ceniza hasta casi consumirlas, lo que le revelaba que habían muerto allí tanto los hombres del rey como los sacerdotes y diáconos que cuidaban aquel lugar. Cada uno de sus pasos con sumo cuidado, algo había en ese ambiente que lo mantenía tenso, podía sentirlo. Fuese cual fuese el mal que moraba dentro de aquel lugar, intentaba no perturbarlo. Pronto se encontró en el salón principal, la más amplia de las estancias, ya que fue donde alguna vez se reunieron tanto los habitantes del poblado como los que residían en aquel monasterio para rezar a los dioses en busca de su favor y su fortuna. La imponente sala dividida en robustas columnas ahora se había convertido en un túmulo, puesto que los cuerpos también abundaban en esta zona, repitiéndose el mismo patrón en cuanto a aquellos cadáveres, pues sus huesos eran tan negros como el carbón.
Iridion avanzó hasta el centro de la sala, y en ella se acerco a una de las columnas, examinándola con una caricia, percibiendo así unas marcas que esta presentaba como si algo hubiese impactado contra ella, dándole a saber que hubo batalla en ese lugar. Todavía no sabía qué había ocurrido, pero estaba claro que hubo resistencia en un principio, ya que esos cuerpos no habían sido cercenados, al menos no los de los hombres del rey. El hombre se llevó la mano al mentón de forma pensativa sobre lo allí acontecido, mientras recordaba como comenzó todo aquello, cómo llegó a verse envuelto en todo ese asunto.
Varios días antes había estado en la ciudad de Kerton, perteneciente al reino de Yeshana, el cual estaba formado por cuatro ciudades, y a su vez era uno de los tres reinos asignados a los humanos. El rey Randver había recibido informes sobre desapariciones, siempre en la misma área cerca de aquel monasterio que se suponía fue abandonado hace mucho. El destino quiso que decidiese actuar cuando a su ciudad llegaba un mercenario de lo más oportuno, pues pocos se atrevían a acercarse siquiera a ese lugar, pero Iridion no tuvo dudas en aceptar el trabajo, claro estaba por una cuantiosa suma, con la condición de que aportase pruebas de lo ocurrido a su vuelta, si es que lograba volver.
Con esa condición en mente recorrería todo el gran salón, cuidadoso de no perturbar los restos que allí descansaban, pudiendo encontrar ropajes distintos entre los cadáveres, ya sean campesinos, mercaderes o algún saqueador desafortunado. Esto le resultó al mercenario muy extraño, pues según la información de la que disponía, esas desapariciones fueron hace apenas semanas, o incluso meses, pero estaban en un estado muy similar a los cuerpos que habían reposado allí durante décadas.
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HERENCIA DE DRAGONES [Saga de Iridion #1]
FantasyUn continente en perpetua tensión entre sus reinos, vastas tierras llenas de criaturas fantásticas y monstruos, todo tipo de magia, oscuros designios, dragones, guerras y traiciones...y, en medio de todo, un esclavo que se negó a sucumbir a su desol...