Estuvimos toda la noche celebrando el cumpleaños de Niall en un local que habíamos alquilado. Desde luego, fue una de las mejores noches. Eso estaba lleno de gente, y de chicas. Cogimos un coche que nos llevó a Niall y a mí hasta mi casa. La verdad es que él había bebido un poco más de lo necesario como para que le dejara irse solo a la suya. Ayudé a Niall a bajarse del coche y recé para que no hubieran paparazis en ese momento. Entonces fue cuando miré hacia el portal y vi a una chica sentada en el suelo junto a una maleta. No, no era una chica, era Leah. Me acerqué dejando a Niall atrás y me agaché junto a ella. Se había quedado dormida, pero ¿Qué hacía allí?
FLASHBACK:
Levanté el felpudo de la puerta y saqué las llaves de debajo. Como de costumbre me las había dejado olvidadas. Ese en definitiva, había sido uno de los peores días de mi vida, nada más levantarme lo supe, pero no esperaba que las cosas pudieran ir a peor, que fuera martes trece era un buen indicio de que las cosas no irían bien.
Nada más entrar vi a mi padre discutiendo con mi madre sentada en el sillón, mientras Ben, mi hermano escuchaba la conversación sentado en un sofá sin intervenir. Cerré la puerta y todos se giraron a mirarme.
- Solo piénsalo…- Le dijo mi madre a mi padre.
- ¿Pensar el que?- Pregunté interrumpiendo.
- Leah…- Mi madre se me quedó mirando con cara de preocupación. Algo me decía que la noticia no me iba a gustar. Les miré a todos y me adentré en el salón dejando el bolso en el suelo y sentándome en el brazo del sofá en el que estaba Ben.
Mi madre miró su reloj y nos dio un beso en la frente a mi hermano y a mí despidiéndose. “No te enfades con él”, me susurró al oído antes de marcharse a trabajar.
Mi padre se había quedado plantado en medio de aquel pequeño salón de paredes amarillas, pensando cuales iban a ser sus siguientes palabras, mientras Ben se mordía las uñas impaciente.
- ¿Pasa algo?
- Esta mañana ha llegado una carta.- Soltó al fin tendiéndome un sobre. Lo abrí y saqué de dentro una carta.
- ¿¡Que!? ¡Me han aceptado!- Me levanté y fui a abrazarlo, pero él seguía ahí plantado con los brazos colgando a ambos lados.- ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te alegras?
- No vas a ir, Leah, ya está decidido.- Dijo con tono firme deshaciéndose del abrazo, y saliendo del salón.
- ¿Cómo?- Dije sin darme tiempo ni siquiera a reaccionar.
En ese momento en mi cabeza revoloteaban muchos pensamientos. Flotaban en medio de una nube de caos que hacía que las neuronas se disolvieran limitándome pensar. Seguía sin entender porque mi padre quería que echara a perder una oportunidad así. Así que le seguí y toqué la puerta indecisa aunque estuviera abierta de par en par. Me quedé allí quieta mirándole.
- Papá, al menos tendremos que hablarlo ¿no?
- No hay nada de que hablar Leah, ya lo sabes, y no quiero discutir más sobre este tema.- Dijo acercándose a la puerta pera poder salir.
- ¿Discutir? Siempre haces lo mismo. Haces lo que quieres y los demás te dan igual.- Iba a hablar pero le interrumpí.- ¡Pero si ni siquiera me has dejado opinar! ¡¿Crees que es normal que leas mis cartas?! ¡¿Y que opines de mi futuro?! No tienes derecho a hacerlo papá.
- ¡¿Qué no tengo derecho?! Soy tu padre, ¿te parece ese suficiente derecho?
-Papá,- Suspiré sentándome en la cama. Gritándole no llegaría a ningún lado.- Se que hemos hablado muchas veces de esto, pero, ¿no lo entiendes? Es la oportunidad de mi vida, es la academia Nacional de Danza. Llevo desde… desde que medía dos palmos he soñando con esto, y ahora… ahora me dices que ni siquiera puedo intentarlo.
- Sabes de sobras lo que opino del baile Leah, ¿eso quieres? ¿No tener un futuro?
- ¡¿Sabes la de oportunidades que me abriría ir allí papá?! No, a ti eso te da igual. ¿Por qué eres tan injusto? Cuando Josh te dijo que se iba con su… con su banda, le dejaste. ¿Y a mi no? ¿Pues sabes que papá? Que ya estoy harta, harta de que me trates como si fuera idiota, y como si no fuera capaz de tomar mis propias decisiones.
Me levanté de la cama y entré en mi habitación. Mi padre no me siguió, pero a los pocos minutos Ben entró por la puerta y se sentó en el suelo mirándome. Abrí el armario y saqué una maleta. Iba revoloteando por toda la habitación farfullando cosas sin sentido mientras sacaba ropa de los armarios y las apretujaba en la maleta para que cupieran, ni siquiera sabía porque hacía eso.
- ¿Adonde vas?- Preguntó levantándose y agarrándome las manos para que parara de hacer lo que estaba haciendo.
- No lo se, a casa de Josh supongo. Le he llamado pero no me lo coge. Sé que es muy repentino pero estoy harta Ben, y siento que esto es lo que tengo que hacer. Y ahora, por favor, déjame acabar de hacer las maletas.- Dije apartándole y cerrándolas.
- Este es tu sueño ¿no? Cuando Josh se fue eso fue lo que le dijiste, que los sueños hay que perseguirlos. Y si eso es lo que quieres no te lo voy a impedir, pero al menos déjame que te lleve. Además, me da igual lo que diga papá, si no lo aceptas te arrepentirás, y no pienso dejar que rechaces esta oportunidad ¿Te queda claro?- Dijo dándome un leve empujón. Le sonreí y le di un abrazo. Susurrándole al oído un leve “Gracias”.
Ben me dejó en la estación y cogí el primer autobús con rumbo a Londres. No sabía que iba a decirle a Josh cuando llegara a su casa, y de echo casi ni e acordaba de como se llegaba hasta allí. Solo había estado una vez, a principios de verano, y para colmo, no me cogía el teléfono y estaba lloviendo.
Eran las doce y media de la madrugada cuando llegué a Londres. Cogí un taxi que me dejó en la puerta de su casa. Al menos si recordaba la dirección. Miré a aquel viejo edificio frente al que me encontraba. Suspiré, y piqué al timbre. Una, dos, tres veces, nada, no había nadie.