FLASHBACK DOS MESES ANTES:
La alarma del móvil comenzó a sonar. Me giré aun medio dormida. ¡Mierda! Pensé. Ya eran las nueve y aun no me había levantado. No podía arriesgarme a llegar tarde.
Salté de la cama intentando no perder el equilibrio. La cabeza me daba mil vueltas, la noche anterior apenas había podido dormir a causa de los nervios. Fui al baño corriendo y encendí el agua de la ducha. Me paró un momento a mirarme en el espejo. Tenía un aspecto realmente horrible. Entré de nuevo en la habitación y cogí lo primero que vi en el armario, antes de salir corriendo por la puerta.
Ya habían pasado tres semanas desde que llegó la carta, la primera carta, la que decía que me habían concedido una audición para poder ingresar en la Escuela Nacional de Danza. Al final decidí intentarlo, el que no apuesta no gana ¿No?
Había quedado con Josh a las nueve y cuarto en la parada de autobús de la academia. No tenía pérdida.
La puerta se abrió y bajé corriendo. No vi a Josh, pero llegaba tarde, y la academia estaba a cinco manzanas.
Justo en ese momento, en esa misma calle, de un taxi se bajó otro chico, inmerso en su teléfono móvil sin apartar la vista de la pantalla.
Dos personas, en direcciones opuestas. Podrían pasar muchas cosas, pero pasó lo que el destino había decidido para ellos dos, y chocaron tan fuerte que ambos se cayeron al suelo.
- ¡Ah! ¡Ten cuidado!
- ¿Perdona? Y lo dice la que iba corriendo.- Miró hacia adelante al escuchar aquella voz, y vio a un chico, intentándose recomponer de aquella caída.
- Lo siento, ¿Estas bien?- Dijo Leah tendiéndole la mano para ayudarle a levantar.
- Si, aunque no puedo decir lo mismo de mi móvil.- Contestó este enseñándoselo. La pantalla había quedado totalmente destrozada.
- ¿Tu móvil? Lo siento… Oye, me tengo que ir, es que llego tarde.- Dijo antes de volver a salir corriendo de nuevo, a por la que sería la oportunidad más grande de su vida.
Al llegar al edificio, Josh se me acercó corriendo. “¡Leah! ¿Dónde estabas? Ya han comenzado, he estado llamándote…”. Él no dejaba de hablar, y de hacerme preguntas, y yo cada vez me ponía más nerviosa. Me apoyé en la pared, y me dejé caer en el suelo junto a mi bolsa. Estaba realmente estresada.
- ¿Por qué no has venido a buscarme?
- Leah, te he enviado un mensaje.- Me saqué el móvil del bolsillo y lo comprobé. Efectivamente, ahí estaba, sin leer, dentro de la pantalla del móvil que en ese momento tanto me apetecía estampar contra la pared.
- ¿Estás lista?
- No lo voy a conseguir.
- ¿Eres tonta?- Contestó arrodillándose ante mi.- Leah, te he visto hacerlo, y sabes de sobras que vales y lo vas a bordar. Lo único que necesitas es creer en ti misma.
Al decir eso le sonreí. Era la frase que siempre me decía mi madre cuando era pequeña antes de salir al escenario.
- ¿Y sabes que más?- Dijo apuntándome con el dedo y clavándomelo en el pecho.- Que te van a dar esa beca, y que te tendré que soportar por aquí día y noche.- Añadió riéndose y tendiéndome la mano para que me levantara, e intentara tranquilizarme.
- ¿Leah Devine?- Dijo un hombre con una americana, y gafas de pasta saliendo por una pequeña puerta de madera.
Los dos nos miramos, y no hizo falta nada más. Telepatía de hermanos, como le llamaba yo, aunque no fuéramos gemelos.
Venga, Leah, tú puedes. Me decía una y otra vez dentro de mi cabeza, aunque no me lograba convencer. El corazón estaba a punto de salirse de su sitio, y cada vez tenía más dudas sobre la prueba.
Subí unos cuantos escalones me encontré en medio del escenario, con la única compañía de un foco que me iluminaba desde lo alto del telón.
Se escuchó una voz de una mujer. “Si, diles que vallan pasando. Ya solo queda una”. Intenté adaptar un poco la vista, y vi a una mujer sentada en una de las butacas del público hablando con el hombre de gafas.
- Bien, ¿Edad?- Preguntó la mujer impaciente. Tenía el pelo ondulado, ligeramente canoso, y recogido en un moño en lo alto de la cabeza.
- Diecisiete.- Apenas podía hablar, un nudo se apoderaba de mi garganta.
- ¿Has bailado alguna vez en una compañía importante?
- No, pero…
- ¿Entonces no tienes experiencia?- Me interrumpió sin dejarme terminar la frase. Negué con la cabeza. En ese momento me sentí totalmente estúpida por no poder hablar.
También fue entonces cuando entraron cinco chicos por la puerta trasera del teatro, acompañados otra vez por ese hombre. La mujer les miró y les sonrió. Parecía que el escenario hubiera desaparecido, como si ni siquiera se percataran de que yo estaba allí. La mujer se levantó y fue a darle dos besos a cada uno.
- Lo siento, acabaremos pronto. Poneos cómodos por favor.- Dijo suspirando, ofreciendo asiento a los chicos.- Está bien, puedes comenzar.- Añadió dándole al play.
Respiré hondo. Y cerré los ojos, en ese momento era todo o nada. Mi única oportunidad.
La música comenzó a sonar. De golpe todos mis miedos desaparecieron, y todas mis preocupaciones quedaron atrás, en ese momento éramos el escenario y yo, y no me importaba el hecho de tener siete pares de ojos clavados en mi.
- Está bien, gracias por venir. Te llamaremos para informarte.- Dijo la mujer parando la música cuando apenas había comenzado.
- ¿Perdón?- Solté intentando captar la atención de aquella mujer. Esta se me quedó mirando junto a todas las demás personas de la sala.- Eh…- Vale, ahora si que lo he estropeado, pensé.
- ¿Pasa algo? La prueba ya ha terminado.
- Si, que no me ha dejado terminar, nada más empezar me ha cortado.
- ¿Disculpa?- Dijo acercándoseme intimidantemente. En ese momento ya me daba igual lo que podía pasar.
Esa prueba era mi última oportunidad, y después de todo lo que había hecho para llegar hasta allí no pensaba derrocharla.
- Lo sabe perfectamente. Nada más entrar ya no me ha dado oportunidad. Creo que como mínimo merezco que me mire bailar.
- Es que eso tengo que decidirlo yo. Mira, ¿Sabes que? Baila, si quieres que te vea baila. No me harás cambiar de opinión al respecto, pero por favor no me hagas perder más el tiempo.
Me quedé mirándola paralizada, pero la música volvió a sonar. Ya no estaba nerviosa, ni lo más mínimo. En ese momento me vinieron a la cabeza todas las imágenes vividas, todos los ensayos hasta las doce de la noche, y las caídas, pero a la vez, los buenos momentos. Y no pensaba dejar que todos mis esfuerzos resultaran en vano.
La música terminó, y con ella mi última de triunfar en lo que realmente valía. Abrí los ojos. En ese momento desearía haber estado en cualquier lugar menos allí, pero tenía que afrontarlo.
- ¿Has terminado o tienes alguna queja más sobre mi forma de evaluar?- Preguntó la mujer nuevamente.
- Gracias.- Solo pude decir eso, las lágrimas estaban a punto de salir y no le quería dar el placer de verme llorar.
Bajé las escaleras del escenario y salí corriendo de allí. Entré en el baño y cerré una de las puertas con pestillo, dejándome caer en el suelo. Pasados unos minutos abrí la puerta y salí a mirarme en el espejo. Mis ojos ahora estaban rojos e hinchados, marcados por dos horribles ojeras.
Fue entonces cuando la puerta del baño se abrió, y mis ojos se toparon con una figura delgada pero musculosa y de espalda ancha, su piel de un hermoso color tostado, cabello de un denso color negro, y unos ojos del color del chocolate fundido observándome curiosos.