Fagocitosis

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—Buenos días jóvenes— una juvenil y agradable voz se dejó escuchar cruzando la puerta del aula. El maletín fue puesto sobre el escritorio y un castaño apuesto y de buen ver sonreía con confianza. —Mi nombre es Oikawa Tooru y seré su profesor de Biología Celular— explicó mientras sacaba unas cuantas hojas preparando la futura clase que profesaba ser sumamente interesante en este semestre en específico. Sería una mentira decir que ningún alumno estaba expectante porque lo estaban, la materia tenía fama de ser muy extensa y de igual forma compleja, en sus interiores rogaban para que el profesor fuera muy bueno pues de esa materia base se derivan las siguientes y ninguno de ellos quería tener huecos que fueran difíciles de llenar en el futuro. Sin embargo ver alguien tan joven como su catedrático los había tomado por sorpresa ¿Realmente contaba con la experiencia necesaria? ¿Sabía de que iba la materia?

Esperaban que sí o estarían en problemas más adelante en su carrera universitaria.

Es por esa misma razón que cierta cabellera plateada se sintió intrigado por aquella presencia, es decir... nunca había tenido un profesor tan joven, siempre eran personas mayores que destilaban aburrimiento a kilómetros de distancia, sin embargo... Estaba algo perceptivo a lo que pudiera pasar porque no podía negar que ese hombre de hebras castañas y ojos chocolate era un imán de miradas y lo peor es que estaba completamente seguro que él lo sabía pues no dudaba en pavonearse, en presumir su estoica y bien formada figura, de lanzar sonrisas socarronas y de imponer su presencia sobre las demás, como si quisiera decir que él tenía la vida de todos en sus manos.

Era todo un Adonis narcisista.

Y eso... sin duda era atrayente e hipnotizante.

—¿Usted será nuestro profesor?— preguntó alguien de la clase revelando las dudas que todos habían estado callando y provocando que Oikawa dejará de revolver los papeles que había sacado del maletín para sentirse un poco indignado.

—Sí, eso fue lo que dije— afirmó con tono serio mientras tomaba una sola hoja de todo el buche, parecía que había encontrado lo que buscaba.

—No es por ofender, pero parece de nuestra edad ¿Cómo estamos seguros que de verdad aprenderemos con usted?—

Ese había sido un golpe a su inflado orgullo más que una resolución de dudas. Había sido una impertinencia que terminó con la buena atmósfera que se estaba manteniendo siendo remplazada por cierta tensión.

El castaño se acomodó los anteojos y sonrió con tal soberbia que erizó la piel de más de uno.

¿Qué era este cambio de aura tan repentino? Para ser alguien joven realmente intimidaba.

—¿Qué quieren que les diga? ¿Quieren que les presuma mis logros académicos y esas mierdas?— habló sin pena ni pudor diciendo exactamente lo que pensaba en ese momento —¿Por qué perder el tiempo indagando en mi formación? Si la Universidad me contrató es porque me considera apto ¿No lo cree?— cuestionó dejando sin palabras al pobre muchacho que lo había subestimado. Cuestionarle algo así era peligroso y más valía que quedara en claro que nadie lo volviera hacer porque en caso contrario se molestaría bastante y ninguna de las dos partes le convenía —Bien, si no hay más preguntas estúpidas iniciemos la clase...— dirigió si vista a la hoja que parecía ser una lista y la escaneó para detenerse en un renglón —Sugawara Koushi— acarició cada letra de su nombre robándole el aliento en el proceso, de nuevo ese cambio de atmósfera.

De todo un altanero a un seductor.

Con voz coqueta y mirada desafiante.

Dios, cuál más ya había caído en ese encanto suyo y eso que apenas llevaba unos cuantos minutos dentro del aula.

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