Momento

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Chifuyu siente el impacto en su mejilla, pero no se tambalea. Pone los pies bien firmes sobre el suelo y aprieta los dientes antes de contratacar. La hierve la sangre con adrenalina y euforia. Siente los huesos como si fueran de metal y la piel de titanio. Se siente invencible. Es invencible. Incluso si lo superan en número.

Lo atacan por la izquierda y por la derecha. Alguien intenta sujetarlo, inmovilizarlo, pero es inútil detenerlo. Se zafa del agarre de sus contrincantes con más dificultad de la que le gustaría admitir. Tal vez es el cansancio. Recibe un puñetazo en el estómago, pero aunque le falta el aire, no se derrumba y logra volver a la contienda para obtener la victoria incluso si eso le cuesta un par de dientes.

O eso es lo que piensa al principio. Cuando el enemigo se ve sobrepasado decide llamar a los refuerzos. Son al menos otros quince. Chicos corpulentos y claramente mayores que él. Lucen como si tuvieran la edad suficiente para ir a la universidad. No le sorprende. Las pandillas siempre son así. Un montón de tipos débiles que se juntan porque, de otra menara, no destacarían. Porque de otra manera, no podrían contra él.

Y es el movimiento más inteligente que han hecho desde que lo interceptaron. Chifuyu lleva la mitad de una hora defendiéndose de los cobardes que lo han arrinconado a dos calles de la escuela, después de la salida, y el aliento ya le falta. Eran diez al principio, así que no dudó de su victoria, pero luego se sumaron cinco más y luego ocho. Ahora han llegado quince y comienza a pensar que, tal vez, no va a ser tan fácil.

Todo es culpa Izaka. El cobarde al que le ha dado una paliza hace unos días por acosar a una chica e intentar tocarla sin su consentimiento. Parece que además de debilucho también es un jodido chivato, porque ha ido con el chisme con sus amiguitos. Se hacen llamar Mandala pero para Chifuyu deberían llamarse Gorilas. Animales salvajes que no necesitan de pretextos para aplastar a alguien, para destrozarlo. Una panda de idiotas que va en manada haciendo de las suyas sin que nadie pueda oponerse. El tipo de grupo que más odia.

Un puño directamente a la nariz lo hace doblarse, dejando una apertura para que otros tres tipos arremetan contra él. Chifuyu cae al suelo y sabe que está acabado cuando uno de ellos ha decidido incluir una escoba en la pelea. Un arma mortal en manos de alguien de su calaña. Desde el segundo uno supo que esos tipos no pelearían honorablemente, pero jamás se le ocurrió que jugarían así de sucio.

Tal vez, perder se va a convertir en algo más común de lo que creía.

—¿Armados y en grupo contra un solo tipo? Son patéticos —dice repentinamente una voz que se ha vuelto demasiado familiar.

Baji está allí. Por supuesto que está. Ya debería saberlo, que está donde sea que él se encuentre. Ha sido así durante los últimos días, pero aun así se le agita el corazón cuando lo ve. El atardecer pinta su cabello negro de anaranjado y aunque no puede verle los ojos por la luz del sol reflejada en el cristal de sus lentes, está seguro de algo: No está de buen humor.

—¿Te saltaste las clases extra de nuevo? —le pregunta.

Sabe que no es el momento, no tiene idea de por qué ha preguntado eso. Le ha salido natural al verlo. Es el tipo de preguntas que hace generalmente nada más porque sí. Del tipo de preguntas que se ha acostumbrado a hacer casi todos los días. ¿Desayunaste? ¿Trajiste bento? ¿Hiciste la tarea? ¿Viste el capítulo de ayer? El tipo de preguntas que, en una situación normal, Baji respondería tranquilamente en lugar de gruñir:

—Mi tutor era un idiota.

Lo que viene después, es lo que más tarde Chifuyu llamaría "El momento". Baji se suelta el cabello y se quita los lentes dejando al descubierto una expresión de furia pura. Su entrecejo está tan fruncido que le saltan las venas y muestra los dientes como un felino a punto de desgarrar el cuello de su presa. Luce genial.

Glasses, Sweters and Love Letters | BajifuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora