CAPÍTULO V

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David llegó a su casa junto con el alba, Helena lo recibió de inmediato entregándole una carta que venía desde, la cual abrió ansiosamente mientras se dirigía a su estudio.

El joven terminó de leer tratando de contener las lágrimas que brotaban de sus ojos, ahogó un grito hundiendo su rostro entre sus manos y tratando de permanecer fuerte sacó papel, pluma y empezó a escribir

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El joven terminó de leer tratando de contener las lágrimas que brotaban de sus ojos, ahogó un grito hundiendo su rostro entre sus manos y tratando de permanecer fuerte sacó papel, pluma y empezó a escribir. 

Al terminar de escribir la carta, le colocó cera roja y sobre ella su sello con el distintivo escudo de armas de la familia: un escudo con la parte superior plana, punta inferior en ojiva, y una parte redondeada en medio de los flancos, su centro ...

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Al terminar de escribir la carta, le colocó cera roja y sobre ella su sello con el distintivo escudo de armas de la familia: un escudo con la parte superior plana, punta inferior en ojiva, y una parte redondeada en medio de los flancos, su centro adornado por una flor de lis, enfrente del escudo dos espadas formando una V sobresalía acompañada de laurel alrededor del contorno, una vez sellada, la entregó a Helena. 

- Por favor lleva esta carta a Elicia, tendrás que entregársela a Lucía, su doncella. 

- Cómo usted ordene- la mucama observó los ojos vidriosos por las lágrimas del joven, dudó durante algunos momentos pero finalmente se atrevió a cuestionar la razón- Señor ¿se encuentra todo en orden? 

- Debo ir urgentemente a Darlington, mis padres fueron asesinados, debo arreglar unos asuntos allí. 

- Señor, lo lamento tanto, vaya tranquilo yo le entrego la carta a la joven. 

David se dirigió apresuradamente hacia dónde estaba su cochero y le ordenó preparar el carruaje para el viaje de 4 días, pues sólo viajaría con la luz del día, Helena le ayudó a empacar sus pertenencias así como comida para el camino, con dulzura secó las lágrimas del joven antes de que abordará el carruaje, el cual inmediatamente arrancó, la doncella le hizo un gesto de despedida con lágrimas en los ojos y se encaminó a casa de los O'Brien con la carta entre sus manos, al llegar a la puerta un hombre elegante atendió de inmediato, era el mayordomo. 

- Buen día madam, Los señores O'Brien están desayunando, pero si me lo permite puede pasar y les anunciate que se encuentra aquí madam…

- No- fue interrumpido bruscamente por la doncella- en realidad vengo a pedir ver a Lucía. 

Amor n̶o̶ correspondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora