1. De regreso en Salem

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No quería regresar, no quería volver aquí, no quería volver a recordarlo.

Pero fue inevitable.

La muerte de papá había llegado de pronto, sin aviso. Mamá y yo debimos volver para encargarnos de todo, hace tiempo ellos se habían divorciado cuando él decidió quedarse aquí y nosotros irnos a Canadá.

Nunca entendería porque él prefirió vivir entre los recuerdos violentos que habían sacudido a nuestra pequeña y descompuesta familia ya hacía diez años atrás.

Cuando llegamos a la casa que de afuera hacia adentro se miraba bastante dañada, había personas con trajes de oficiales que entraban y salían, mamá no hablo mucho sobre esto.

Al menos conmigo.

Pero nunca se despegó del teléfono desde que supo la noticia, según ella, papá ya está demasiado viejo y murió de un ataque al corazón. Y según ella también, por eso había oficiales de policía en la casa, ellos habían sido quienes lo encontraron.

—Trulie —me llama mamá desde la puerta principal— porque no vas a ver tu habitación, debes estar cansada del vuelo.

—Quiero quedarme contigo, tal vez pueda ayudarte.

—Cariño, todo está bien ¿sí? Ya todo está arreglado, recogeremos a tu padre por la mañana y lo llevaremos al cementerio.

—¿Y qué hay del funeral?

—Tru —se acerca a mí y me acaricia el mentón— papá no tenía muchos amigos aquí, no creo que nadie quiera venir a despedirlo, será mejor acabar con esto pronto.

—Tienes miedo ¿No?

—Cariño, solo quiero que esto no sea duro para ti, nos fuimos de aquí por algo malo y ahora volvemos por algo malo igual.

—No compares esas dos cosas. —aparto su mano con brusquedad— iré a mi habitación.

—Intenta descansar ¿Sí? Mañana nos espera un largo día y quiero que te sientas bien.

—¿Bien cuando estoy enterrando a mi papá? —ironizo.

—Sabes de qué hablo.

La miro, no le doy ninguna respuesta. Solo paso por entre los oficiales y ella que intenta tomarme del hombro, pero me alejo y sigo escaleras arriba, la escalera cruje con cada paso que doy. Esta casa se vendría abajo en cualquier instante.

Cuando llego todo está como lo había dejado, nadie había movido absolutamente nada. Y eso era aterrador, cuando el me ataco entro por la ventana,

Mis ojos dan vuelta examinando todo, cuando era más pequeña me parecía un lugar más grande, pero supongo que con dieciocho años ya no. De pronto todo el reino se cierra dejando un golpe de silencio que permite escuchar la respiración, tres golpes e la ventana me hacen saltar, mi cuerpo tiembla en un escalofrió.

Era mi imaginación, lo sé.

De nuevo, tres golpes más, me quedo en silencio y sin moverme, pero es como si pudieran verme y de nuevo tres golpes más. Decido contestar de la misma manera y repito los tres golpes en la madera del tocador a un lado de la puerta, la ventana rechina, empezaba a creerme loca.

Me quito la chaqueta y la arrojo en la orilla de la cama, cuando doy un paso una tabla del piso de madera rechina, me muevo en ella algunas veces para comprobar que solo es porque la casa esta vieja, pero la sigo presionando bajo mi pie y en ninguna de esas veces deja de hacer ruido, una de las puertecillas de la ventana se abre y deja que el aire deshaga mi cabello a su antojo.

Me apresuro a cerrarla cuando la intensidad es tan alta que hace caer algunas cosas de su estabilidad.

Me acerco a la ventana y reviso fuera de ella, mi cabeza se mueve de lado a lado, pero no encuentra nada malo. Suspiro y vuelvo a meter la cabeza para cerrar la ventana con su pestillo de seguridad, pero ni bien me alejo tres golpes vuelven a resonar y si, son golpes en el cristal, pero no hay nadie frente a ella.

El juego infernal ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora