Día 4: Fantasmas

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—¡Por aquí padre!.— gritaba una mujer peliroja a las afueras de un viejo edificio —¡Por favor apresurese, ella esta aquí!

Levi Ackerman, sacerdote del pueblo caminaba presuroso hacía aquel edificio que se utilizaba como biblioteca.

Había escuchado de muchas quejas sobre un fantasma que asustaba a las personas que se acercaban por un poco de lectura.

—¿En que pasillo la escuchaste, Niffa?.— preguntó al entrar

—Está en el area de narraciónes de fantasía padre. Se lo ruego, por favor ayúdenos.

Aquel sacerdote sabía lo que tenía que hacer. Debía expulsar el alma perdida de aquel fantasma.

Cuando llegó al pasillo pudo distinguir perfectamente la silueta de una mujer de cabellos castaños y con lentes tirando libros por doquier mientras murmuraba palabras que no se llegaban a entender.

—Aquí estás.— pronunció Levi luego de haber sacado un libro de exorcismos

Empezó a recitar en voz alta un extraño poema en latín mientra rocíaba agua bendita sobre aquella alma que vagaba por biblioteca

—¡No! ¡Que me estás haciendo!.— chilló la castaña —Agh ¡Duele! Duele mucho...

Sin una pizca de misericordia el azabache recitaba más fuerte aquel poema mientras se acercaba con una cruz en la mano.

Había visto cientos de veces aquel escenario antes, espíritus clamando con vehemencia que se detuviese mientras se retorcían en el aire.

—Ughh...

—Descansa en paz.— fueron las últimas palabras de aquel sacerdote a la castaña.

°°°°

Después de haber realizado aquel inesperado trabajo, el sacerdote se dirigió hasta su cabaña a las afueras del pueblo.

Admitía abiertamente su disgusto por dormir en la parroquia ya que era un lugar demasiado concurrido para su gusto.

Con extraño cansancio abrió la vieja cerradura llevándose una sorpresa...

—¡Hola! Te estuve esperando.— aquella castaña que había exorcisado estaba sentada justo al medio de la pequeña sala

El azabache estaba atónito, no daba crédito a lo que veía.

Nunca antes había fallado en un exorcismo y definitivamente nunca antes había tenido que lidiar con un espíritu fantasmagorico en su casa.

Y como mierda es que ella sabía donde estaba su casa.

_JAJAJA deberías ver tu cara.— se burló ella desenfrenadamente —¡Y cuando creíste que estaba por desaparecer! JAJAJAJA hasta me deseaste un descanso en paz

Un tic nervioso se instaló en el ojo derecho del sacerdote.

—Oh vamos enano no te enojes.— dijo ella juguetona —Soy Hanji Zoe, tu nueva compañera.

Aquello había sido suficiente como para terminar de enloquecer al azabache.

—¿Tu como te llamas?.— siguió hablando a pesar del silencio del otro —No te enojes enano, es tu culpa por querer sacarme de la biblioteca.

Pasando de largo la palabra "enano" por segunda vez, el azabache trató de seguir aquella conversación.

—Por que molestabas a las personas en la biblioteca.— afirmó

—¿Ah? Yo no molestaba a nadie.— respondió molesta mientras cruzaba los brazos —Solo hiba allí a leer. Dejé un libro a media lectura ayer y hoy cuando volví ya no estaba.— se quejó con un puchero

—Asustas a las personas. Al menos deberías leer cuando la biblioteca está cerrada.

—¡Entonces no habrá nadie con quien compartir mis opiniones!

La situación le parecía ridícula, no había razón para estar hablando con el fantasma de una mujer.

—Largate de mi casa.— la hechó

—Me iré hasta que consigas mi libro. Era un cuento de ficción sobre gigantescos titanes que devoraban humanos.— habló con saliba escurriendo de su boca

—Pero que mierd...

—Para ser un sacerdote eres muy mal hablado.— lo interrumpió

—Para ser un fantasma eres una molestia demasiado palpable.— contraatac —Largate. Ve a condenar a otro diablo pero sal de mi vista.

La castaña no respondió dado a que ella ya había dado las condiciones para irse, condiciones que el azabache terminó cumpliendo al día siguiente.

—Aquí tienes, ahora largo cuatro ojos de mierda.

—¡Yahoooo! Si pudiste conseguirlo, te lo agradezco mucho.

—Cumple con el trato.

—Pero no quiero irme, leeré aquí contigo. No te molestaré, no molestaré a nadie.

—Tu sola presencia es una molestia para mí.— dijo él con una vena marcandole la frente

Y como si ella no hubiese visto aquel gesto se tiró al piso y comenzó a hojear aquel libro.

Pará suerte del azabache permaneció callada el resto de la tarde, concentrada en los escritos que tenía en frente.

Cuando finalizó su lectura le resumió el libro y le gustó tanto que terminó por leerlo también.

Al final ella terminó por invadir su casa con cientos libros, mientras él la escuchaba leerle una que otra historia...

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Una historia corta.
Nos leemos mañana.

Terror LeviHan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora