Fear Street: One Shots

Salida

Emily Rudd

Ella estaba completamente aburrida, o bien, simplemente desinteresada en esta salida, tanto así que prefiería jugar 6 partidas consecutivas de Among Us a prestarme atención.

—¿Vamos al de allá? —pregunté emocionada, pero Ryan seguía inmersa en su juego por lo que ni mis palabras pudieron alejarla de él. —Hey, Ryan —era inútil hablarle —¡Ryan Simpkins! —le dije levantando el tono de mi voz.

—Mande —por fin me prestó atención, aunque solo fue por escasos segundos.

—¿Iremos a otro juego o estaremos aquí hasta que nos corran? —le pregunté, siguió sin prestarme un mínimo de atención.

—Claro, ve ahora, ya te alcanzo —rodé los ojos y crucé mis brazos, sin embargo esta acción también pasó por alto.

Decidí ir a comprar dos boletos para subirnos al barco. Mientras estabamos esperando, ella sonreía y emitía pequeños gruñidos cuando era derrotada en su absurdo juego, sin importarle que llamara innecesariamente la atención de las parejas de nuestro alrededor.

—Ryan —ella me volteó a ver, miró a todos lados y noté que tenía intenciones de irse.

—¿A dónde vas? ¡Ya nos toca subir! —le grité mientras ella se alejaba.

—Lo siento, Emily, debo ir al baño, ¡Diviértete! —gritó alejándose a pasos largos.

Frustrada y sin muchos ánimos, me subí al juego sola, sintiéndome una tonta pensando en cómo Ryan se había fijado en alguien como yo.

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“Exactamente, ¿Cuántos besos llevan?” negué al ver el mensaje de mi mejor amigo.

“Mejor pregúntame cuántas veces he sido ignorada en el transcurso de la noche y te lo diré con segundos y todo, amigo” le escribí a Fred.

“Utiliza el arma secreta” me  contestó.

“Si te refieres a los juegos, ya me encuentro en uno ¿y adivina qué? Estoy sola” le contesté.

“Rayos, Emily, estamos graves. Pero existe otra opción” contestó. Yo no sabía a qué se refería.

“¿Ahora qué?” esperé unos minutos y lo único que ese tonto contesto fue una imagen de churros “No entendí”.

“A Ryan le encantan los churros, no se podrá resistir a ellos, compra unos y me darás las gracias” me dijo Fred.

“¿Lo crees?” le contesté dudosa.

“Claro que sí, suerte con tu amada!”

Apenas se detuvo la atracción, apresuré mi paso para llegar con Ryan al puesto de churros y esperé mi turno.

—¿Ya nos podemos ir? —preguntó sin levantar la su vista de su teléfono.

—No, aún no —le contesté un poco enojada, pero siguió ignorandome.

Ella siguió en su teléfono y mientras la fila avanzaba por alguna razón me sentía nerviosa.

Miles de cosas rodaban por mi cabeza; llevamos más de 3 años conociéndonos, ¿Y si esto fallaba? ¿Y si solamente me había invitado a esta cita por obligación y no por ser la chica que le gustaba?