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No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían, y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes. Él era dueño de si mismo, ella una niña insegura. Sus manos parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con la otra, con los dedos entrelazados y mirando hacia la misma dirección.
¿ Te recuerda a alguien, amor?

Firmado: Anónima.

Cartas de una anónima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora