Bastián puede ser un hombre frío y calculador que no teme ensuciar sus manos pero no todo es lo que parece, en especial luego de obtener una nueva "mascota" como todos saben, pero la verdad es que Chiara es más que una mascota, ella se a convertido...
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Bastián.
Cómo cada mañana, al despertar lo primero que veo es a Chiara en mis brazos, es hermosa como un ángel y su suave piel que roza con la mía me da una molesta erección matutina.
Me levanto de la cama y voy al baño para darme una ducha fría, me duele el abdomen pero lo ignoro, no es como que sea la primera vez que me disparan.
"¡Porque no me despertaste, aún estás herido!" exclama Chiara preocupada, es tan linda cuando se preocupa por mi.
"Estoy bien no te preocupes" acaricio su cabeza y le revuelvo el cabello molestándola.
"¡Agh!" Se queja acomodándose el cabello y me sigue hasta el armario.
Reviso uno por uno los conjuntos de traje y me decido por uno negro, escojo una camisa y recargo la ropa sobre el sofá que está dentro del armario.
"¿De verdad estás bien?"
La volteó a ver y su tierna cara aún me mira con preocupación. No es que me moleste pero se preocupa más por mi que por si misma y eso en parte me hace sentir feliz.
"Aunque no quieras creerlo, no es la primera vez que me disparan, puedo resistirlo" acaricio su cara y la beso con fuerza.
Me enciende que solo se preocupe por mi y quiero devorarla, quiero hacerla mía de todas las maneras posibles. Agarro su cabello con mi mano izquierda y profundizó el beso, ella gime y el deseo de tenerla cerca me hace pegar su cuerpo más al mío.
El beso se vuelve más apasionado y Chiara safa el amarre de la toalla y está cae al suelo - lo siento princesa pero tengo cosas que hacer - me alejo de ella y le sonrió satisfecho "después princesa" le guiño el ojo y me doy la vuelta, pero antes de hacerlo la veo haciendo pucheros, se ve tan linda que hago un recordatorio mental de recompensarla más tarde.
Chiara entiende y al igual que yó comienza a vestirse.
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Horas más tarde.
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¡BOOM! ¡BOOM!
Disparó el arma acabando con el maldito que se creyó lo suficientemente estupido como para querer atacarme.
