tiempo

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después de su encuentro y pasar la noche en aquella estancia, al día siguiente, fueron a emprender un viaje por el bosque. curiosamente, esa mañana era muy cálida y por primera vez en un tiempo el sol calentaba de verdad, aunque, de todas formas, el abrigo no faltó en sus mochilas.

se despidieron de la pareja antes de salir y especialmente bokuto le agradeció a la señora el plato de la noche anterior, dijo que hacía tiempo no comía tan bien, y es que, normalmente, bokuto era el que cocinaba, y la mayoría de las veces akaashi pedía comida a domicilio.

comenzaron a subir la costa y keiji solo pudo suspirar y pensar para sí mismo que ese día sería muy largo; odiaba caminar.
siguieron por el paseo que alguna vez alguien había formado, creando una ruta, y de vez en cuando, paraban para tomar algunas fotos (cosa que akaashi agradecía, pues necesitaba tomar un respiro).

los encuentros entre insectos y kou eran... extraños para el pelinegro. bokuto a veces podía ser una persona muy asustadiza, y otras veces incluso demasiado valiente, pero cuando se trataba de insectos y animales era la persona más feliz del mundo.

—¡mira, mira! ¡una mariposa! ¡SE ACABA DE POSAR, DALE SÁCALE UNA FOTO! –exclamó. keiji, riendo, sacó con la cámara de su pareja una foto en la que podía observarse cómo el peligris estaba emocionado mientras tenía una grande mariposa en el rostro.

después de eso, cada vez que el más alto veía alguna planta o bicho interesante, corría a sacarle una foto. «esto quedará genial en el álbum de fotos» pensó para sí mismo. a akaashi ni siquiera le molestaba, esos detalles eran por los que se había enamorado de él. el de gafas también estaba guardando momentos en su mente, y esperaba no perderlos ni olvidarlos jamás.

su viaje concluyó cuando llegaron a la cima y pudieron observar montañas más lejanas. de nuevo el atardecer estaba comenzando, aunque todavía había mucha luz, pues no había ninguna nube molestando por allí. el viento en la cara de akaashi le proporcionó frescura, y lentamente sacó sus lentes para sentir mejor el viento, cerrando sus ojos.

bokuto, de igual forma, disfrutó del aire, mas no cerró los ojos, quería observar el cielo volverse un color naranja precioso, mientras, además, observaba el radiante rostro de la persona que más amaba. al cabo de aprox. diez minutos, akaashi ya se había puesto sus lentes y tenía los ojos bien abiertos. estaba feliz, pero había algo que le faltaba.

cuando observó a su derecha, vio como el rostro de bokuto había decaído, y ahora miraba para la tierra, como si estuviera pensando demasiado en algo.

tocó su hombro, tomándolo por sorpresa.

–eh, amor, ¿pasa algo? –el apodo hizo que bokuto se sonrojara levemente, mas no contestó hasta unos minutos después. keiji no lo presionó, sabía que algo le estaba pasando y era difícil para él.

—n... no pasa nada, estoy bien. –para cuando terminó la frase, ya estaba mirando al rostro del contrario, dándole su típica mirada y sonrisa tranquilizadora. akaashi, sin saber qué hacer, solo asintió y lo abrazó.

— te amo, ¿entendido? –bokuto apoyo su mentón en el hombro del más bajo y murmuró un bajito “sí”. se quedaron así unos instantes más.

soledad y el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora