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bokuto era una persona soñadora, mientras que akaashi prefería ceñirse a la realidad, tal y como dicen «con los pies en la tierra». sin embargo, él quería que keiji sintiera lo mismo que él sentía, así que se propuso hacer un viaje hacia un pueblo cercano (sin mar, para lástima de los dos) donde abundaban muchos árboles. el propósito era que fuera una sorpresa, pero de alguna forma, cuando le dijo que ese día irían de viaje, aquella dura mirada (que no solía mostrar, a decir verdad) con sus gafas negras le hizo confesar todo de inmediato.

akaashi hizo una mueca, casi imperceptible. se sentía feliz, muy feliz. a pesar de su casi enfermizo amor hacia las cosas de siempre (la rutina era algo que le daba estabilidad, y compartirla con bokuto la hacía aún más única), sentía algo en su pecho que le daba calor. la posibilidad de cultivar nuevos recuerdos (tal y como hacer fotos y descubrir gente y comida) con la persona que más quería era maravillosa.

asintió y le pidió unos minutos a kou para terminar de escribir un artículo en su laptop. el peligris esperó pacientemente, al igual que un perrito, y eso se le hizo adorable.

—bien, ¿a qué hora nos vamos? –cuestionó mirando el reloj. era muy temprano pero prefería estar listo.

bokuto dejó la taza caliente con té en la mesa y se acercó a él, emocionado. —nos vamos por la tarde, después de comer, así podemos disfrutar del paisaje por la tarde y observar el atardecer. me dijeron que se ve muy hermoso desde allí.

—¿quién te dijo? –su tono no fue demandante, sino juguetón. tenía verdadero interés en todo lo relacionado a kōtarō, sin embargo, a veces se sentía demasiado abrumado como para preguntarle directamente, eran pocas las veces que sucedía eso.

—hinata. –contestó con una sonrisa. keiji también sonrió, porque sabia cuán feliz le hacía esa bola de pelos, y aunque shōyō tenía fama de ser un sol (de todas formas, a su parecer, era más como un ave; podía ser muy cariñoso, pero cuando se trataba de vóley era extremadamente competitivo, casi como su compañero, tobio), para él, el único sol existente era bokuto, era como si se hubiera reencarnado, todo lo que él hacía desprendía amor y luz, y se sentía afortunado por tenerlo a su lado.

—ya veo. –se limitó a decir. —¿cuánto tiempo estaremos? –preguntó, haciendo notas mentales.

—dos noches y un día. –contestó.

—no nos dará tiempo a hacer mucho... –murmuró pensativo.

—tampoco hay mucho que hacer. –dijo, divertido. —solo es para conocer lo «desconocido dentro de lo conocido». –keiji se quedó sin palabras. no había dicho nada en especial, pero para él esas palabras significaban algo más, quería decir que, sabiendo sus problemas con los cambios o probar cosas nuevas, hizo lo posible para que dentro de lo que cabe, fuera algo cercano a lo que estaba acostumbrado a conocer.

—gracias. –besó su frente.

bokuto le devolvió el beso, esta vez en los labios. —¿por qué?

—me da pena estropear tu inocencia, pero en serio, haces más de lo que crees. te amo.

—yo a ti más, akaashi. –sonrió.

soledad y el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora