•Siempre te amaré || #1

32. Alfa

Tengo que usar un yeso todo un puto mes. Aquí les va jeje.
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–Carpenter, puede que sea el profesor de artes de primer año pero conserjes no tenemos, deja esa imaginación —me crucé de brazos enojada.

¡Le estoy diciendo que un loco me está vigilando y me dice de cosas! ¿Y no quiere creerme?

–¿Quiere pruebas? —estaba a punto de explotar.

¡Me estoy volviendo loca!

–No las necesito Carpenter... —lo interrumpí.

–¡Revise las cámaras! ¡Hágalo! —su expresión era divertida y verlo así de intimidado y haciendo caso me hizo sonreír con victoria.

Nada. Nada. NADA

Ni siquiera el día de ayer en el pasillo donde le reclamé. Las cámaras pudieron ser manipuladas o simplemente esta escuela tiene bajo presupuesto para las cámaras de mejor calidad.

–¿Algo más que quiera decirme? —me dejé caer rendida en la silla frente a su escritorio y negar con derrota. La puerta se había abierto pero no me digné a voltear por el coraje que tenía dentro.

Algo malo está pasando y tengo que cuidarme.

–Hola Ben —fruncí el ceño al escuchar la voz y levantarme de la silla.

Lo que me faltaba.

–Te tengo buenas noticias —se sentó en la silla que estaba enseguida de mí. Ignorándome por completo.

–¿Cuáles son señorita Brec?

–Ya tengo a mi equipo de chicas —cruzó sus piernas elegantemente.

–Impresionante, de seguros los chicos se sorprenderán de que hay un equipo que acompañar y podrán hacer torneos mixtos —aplaudió emocionado, fruncí mas el ceño por su actitud aniñada.

–Oh, le aseguro que ya impresioné a uno —me miró con descaro, rodé los ojos adivinando sus intenciones.

Hizo su estúpido equipo de deportes.

–¿Sabia que en la arquería sirve para cazar zorras? —interrumpí la plática entre los dos ganándome ambas miradas abiertas con asombro.

–Querrá decir zorros, Carpenter.

–No, son zorras, porque son mas fáciles —sonreí deleitándome por el gruñido de la rubia.

–Bueno, ya tengo suficiente información, se pueden ir —nos señaló la puerta y nos fuimos de su oficina.

No bastó un segundo cuando la escuché hablar.

–Hoy será el día en que caiga a mis pies.

–Con tus malas jugadas suplicando que te detengas, ya lo creo.