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El quinto año en Hogwarts del Trio de Oro estaba por comenzar, el Expreso de Hogwarts acababa de partir, y Harry Potter tenía miedo.

Estaba asustado, dos meses atrás había fallecido Cedric Diggory y él aún se sentía culpable. Sus amigos aún le decían que no había sido su culpa, pero él seguía pensando... ¿Qué tal si no hubiera intentado ser amable y hubiera tocado solo él la copa?

Estaba seguro de que algo malo pasaría ese año también... Voldemort estaba de vuelta, pero no servía de nada que él lo supiera porque nadie más lo creía. Sus amigos y la Orden del Fénix eran los únicos que creían lo que él decía, pero Harry tenía una paranoia constante de que en cualquier momento le dejaran de creer y lo tacharan de mentiroso, como lo hacían todos los demás, porque sinceramente era más lógico y porque nadie quería creer que Voldemort hubiera vuelto.

No importaba que él se sintiera culpable y triste por todo lo que había pasado, porque ya se había dado cuenta de que sus amigos comenzaban a hartarse de verlo lamentándose.

Sus mejores amigos, Ron y Hermione estaban en el compartimento del tren donde iban los prefectos, porque se habían convertido en unos recientemente.

Harry estaba solo en el compartimento, comía una rana de chocolate que inevitablemente le hacía recordar su primer viaje a Hogwarts, cuando no sabía los peligros del mundo mágico, cuando no tenía idea de que había un mago tenebroso tras él, cuando lo único que le preocupaba era terminarse junto a Ron todos los dulces que había comprado a la bruja del carrito.

Ciertamente extrañaba esos días, porque desde entonces todo había cambiado... Había crecido, había madurado y había aprendido cosas nuevas, pero ¿a qué costo? Había tenido que ver morir a un amigo, había estado poniendo en riesgo a las personas que amaba, había tenido que llorar, sufrir, y descubrir cosas de las cuales hubiera preferido jamás enterarse.

En esos momentos, a sus quince años, sus visiones dentro de la mente de Voldemort eran constantes, ya incluso se había acostumbrado a tener sentimientos que no eran suyos en momentos complicados de entender.

Algunas veces solo era una visión fugaz de lo que pasaba con Tom Ryddle en ese momento, y que duraba menos de unos diez segundos. Podía ver lo que Voldemort hacía o decía y nada más, no solía ser nada muy relevante.

Otras veces, en los momentos que Voldemort sentía ira o frustración, Harry podía sentir la desesperación en su propia piel, comenzaba a sudar, quería salir de esa mente, pero no podía. Casi siempre terminaba en el suelo, desmayado mientras perecía que dormía, pero estaba teniendo una pesadilla horrible de la cual intentaba inútilmente despertarse.

Ron era el único que lograba despertarlo y volverlo a su propia realidad, mientras lo tranquilizaba y decía que estaban fuera de peligro, aunque ambos sabían bien que no era así.

En ese momento, aunque no estaba teniendo un ataque ni una visión, Harry extrañaba demasiado a su mejor amigo... Solo rogaba por que llegara pronto, quería que le dijera que estaría con él y que los prefectos le daban igual.

Se había acostumbrado tanto a estar junto a él en todo momento, que cuando se separaban, aunque fuera por un minuto ya sentía que lo extrañaba y lo necesitaba. Cada vez que Ron se iba Harry sentía ganas de llorar y de ir tras él.

Tenía miedo de que, al ser Ron tan importante para él, intentaran dañarlo de alguna manera... Después de todo, era sabido desde la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos que Ron era lo que Harry más valoraba y lo que más podría extrañar.

No se lo perdonaría nunca si Voldemort se diera cuenta de lo mucho que Harry apreciaba a Ron e intentara quitárselo. Había intentado alejarse poco a poco de él, pero Ron se había dado cuenta y le había dicho que era un imbécil y que no se desharía de él tan fácilmente, le dijo que estaría con él hasta el final.

Rarezas - RonarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora