La princesa y el archiduque.

904 40 10
                                    

¡Lamento la tardanza!

Una nueva historia de "El único final de la villana es la muerte" en donde nuestros protagonistas no son la perra loca y la escoria de la familia imperial sino la sucesora oficial de esta pareja...

¡Judith Regullus!

La princesa y el archiduque.

Esto era algo que tarde o temprano, sucedería. Después de todo, es la ley de la vida el formar su propia familia. Por ello, cuando su adorable princesa se presentó ante él en compañía de aquel hombre misterioso de cabello negro, tan largo que cae sutilmente por su espalda; ojos rojos como la sangre, portando un traje digno de un emperador, una parte de él desconfió del misterioso hombre, a pesar del rostro de felicidad de su pequeña Judith.

Por ello, en un comienzo, hizo mil y un planes para que él se alejara de su niña, a pesar de la molestia de su esposa e hijos menores. Ivonne, la segunda princesa, cuyo parecido con su esposa es sorprendente, salvó el color de ojos, idénticos a los suyos propios, símbolo de la familia imperial, y su hermano mellizo, el joven Ceaser, un joven por demás peculiar, cuya diferencia con su melliza radica es el aspecto físico. Mientras Ivonne tiene el color magenta de su madre, y sus ojos rojos; Ceaser tiene el color rubio de la familia imperial, en combinación con los ojos turquesa de su amada esposa.

Ivonne y Penélope, su amada esposa, desde un comienzo, apoyaron incondicionalmente a Judith, respaldando su amor contra todo y todos, para molestia de Callisto, quien desprecia totalmente al chico que corteja a su retoño, quien apenas recién tiene diecisiete años. A pesar de que a ojos de los demás ella bien debe de ir pensando en un matrimonio y asegurar la línea de la familia imperial, él está en desacuerdo con ello.

Callisto ama a su esposa e hijos, no hay duda de ello. Por ello, cuando aquel bastardo se interpuso en su bella y perfecta familia, lo odio. Hizo y deshizo de todo para que se separase de su hija, lo cual causó molestia en su esposa e hijos menores. Judith, ignorando que su padre sea capaz de ello, se dedicaba en cuerpo y alma a cuidar del objeto de su afecto, para molestia de su padre, abuelo materno y tío consentidor, quienes veían con recelo como todas las tardes sin falta aquel susodicho se acercó a ella para tomar el té.

...

Judith, quien creció para convertirse en una adorable señorita, con un carácter un tanto peculiar, llevaba el peso encima de ser la próxima en la línea de sucesión en la familia imperial como gobernante de Ioka, a pesar de ser su hermano menor, Ceaser, el único varón de la familia, y por siguiente, tener el apoyo de la nobleza, quienes veían con malos ojos a una mujer siendo emperador.

Por ello, decidió buscar entre la nobleza el prometido ideal para ser su mano derecha. Un hombre capaz de sostener el título de emperador, sabio, firme, neutral, y, sobre todo, atractivo. Ella, decidida a encontrar al hombre ideal, asistió a más de un evento importante, fallando épicamente al encontrar a su hombre ideal. La fama que la precede de ser la hija del emperador despiadado y la emperatriz loca de los Eckart, hizo que más de un hombre se alejara de ella.

Pero ella no se rindió y un día lo encontró. Un hombre singular, de atractivo por demás singular. Un hombre extremadamente apuesto de un reino vecino llegó a Ioka en busca de una alianza, ofreciendo a la princesa heredera un obsequio por demás encantador. Le ofreció una rosa roja, símbolo de un amor apasionado. Ella, cautivada por el simple obsequio que ni siquiera el paso del tiempo le afectó, aceptó, y el cortejo, inició.

Ella, quien en un inició intentó comportarse como una princesa heredera debe de ser, cautivó a su invitado con su belleza natural. Desafortunadamente un incidente salió a relucir la personalidad un tanto singular de la princesa, para sorpresa del caballero, quien simplemente sonreía nervioso ante los gritos exagerados por parte de ella y la disculpa sincera que recibió de su parte al reconocer su desliz. Él simplemente le sonrió en respuesta. Una dulce y tierna sonrisa que cautivó el corazón de la princesa heredera, quien, por primera vez en sus diecisiete años, identificó aquel sentimiento como amor. El primer amor de la princesa Judith.

Death Is The Only Ending For The VillainessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora