Prólogo

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Melissa estaba sentada en la incómoda silla de la biblioteca viendo a su mejor amiga escribir a puño y letra todo lo que le ayudaría para su ensayo sobre mitología de su libro de historia. Veía su al rededor, habían al menos veinte alumnos más con la misma apariencia que su amiga tenía, afanados en sus estudios. Le era extremadamente aburrido el sonido incesante del reloj en la pared, el pasar de las hojas de los libros, los susurros de quienes repasaban lo leído y el roce del lápiz carbón contra las notas de su amiga. Soltó un suspiro cansado y se levantó, decidida en entretenerse de otra manera. Se paseó entre los grandes libreros, iba descartando opciones; historia nacional, biología marina, derecho y abogacía, mecánica...

Así fue pasando de categorías hasta que llegó a la sección de literatura, escogió algunas obras que le habían llamado la atención; "El Flautista de Hamelin", "Los que se alejan de Omelas" y "La Tienda de Magia: Un Viaje de un Neurocirujano por los Misterios del Cerebro y los Secretos del Corazón". Los títulos le llamaban la atención, llevó los tres libros consigo mientras pasaba a la sección de libros técnicos, en el pasillo a lo lejos vio a una chica de tez pálida tumbada en el suelo. Melissa dejó los libros a un lado y corrió a auxiliar a la chica, le daba pequeños golpes en el rostro pero no reaccionaba. Estudiantes pasaban por ahí, ignorando la situación y mostrándose ajenos al terror que gobernaba en la mente de Melissa.

Se levantó y jaló el cuerpo de la desconocida hasta un baño cercano y la sentó en los lavabos. Suspiró con pesadez y siguió tratando de reanimarla, empaparle la cara y un par de bofetadas fueron suficiente para hacerla abrir los ojos de golpe, Melissa dejó salir algo de aire aliviada y le ayudó a incorporarse correctamente. Analizó la actitud de la desconocida, sintiendo su cuerpo débil al notar que apenas se mantenía de pie, era cansancio. Esta chica empezó a sollozar fuertemente, pasaba un mal momento y solo quería acabar su sufrimiento. Melissa sostuvo su rostro y con algo de papel toalla limpió sus lágrimas delicadamente, la chica la vio con asombro, hace tanto que no sentía cariño o cuidado de parte de alguien, su corazón se achicó por ello.

Acercó su mano de manera nerviosa y acarició el rostro de Melissa, un roce leve de sus dedos en su mejilla izquierda, brindó un escalofrío a la chica. "Sus manos son suaves." Pensó brevemente Melissa, inspeccionando la apariencia de la desconocida. Su cabello era largo y obscuro, graso, podría adivinar que tiene varios días sin lavarlo. De complexión mediana, no se le notaba gorda o delgada, era más bien un punto medio a su parecer.

Su rostro, pálido y con un cuidado de piel pobre, revelando marcas anteriores de acné, sus labios eran rosa, secos, quebrados, Melissa notaba que esta chica no tenía el mínimo interés en su apariencia física. Ese pensamiento reinaba en su mente hasta el momento de percatarse de que la chica que estuvo analizando la veía atenta, hundirse en el color chocolate de su iris entre los ojos rojizos por el llanto le era tentador. Pero, por más imperfecciones que le encontrase, todo en conjunto aceleró sus latidos, haciendo que el calor se apoderase de sus mejillas, dejando ver el indicio de un sonrojo en estas mismas. Ensimismada en sus pensamientos, devolvió las caricias a la chica de ojos llorosos con la misma delicadeza...

- Disculpa, ¿cuál es tu... - preguntaba Melissa antes de interrumpirse a sí misma, besando a la chica profundamente.

El calor de su boca, la sensación que sus labios brindaban, sus manos sujetando firmemente su rostro para evitar a toda costa que se separase... "esto me gusta." Pensó Melissa, intensificando el beso al internar su lengua en la boca de la chica, quien acercó a la misma con las piernas, enganchándose a su cintura. Melissa llevó sus manos a acariciar su torso, el ambiente iba subiendo de temperatura lentamente y no daban señales de querer detenerse. Un rechinado, una puerta, interrumpió el calor del momento y se separaron en seco. Divisaron un grupo de alumnas que iban a usar los baños, quedando heladas ante tal imagen; una chica desconocida estaba entre las piernas de una de sus compañeras...

— María, ¿qué haces con ella? ¿Es tu novia? Sabes que aquí las vería cualquiera. — mencionó una de las estudiantes que, casualmente, conocía a la chica con la que Melissa se había encontrado. La chica se bajó cuidadosamente del lavabo, cabizbaja, con las mejillas coloradas por la vergüenza.

— Discúlpenme. — fue lo que alcanzaron a oír de la chica mientras salía apurada de aquellos baños, las demás estudiantes fueron a atender sus necesidades, algunas entrando a los cubículos y otras retocándose el maquillaje frente al espejo, Melissa, por su parte, seguía en shock.

— Con que María. — soltó Melissa con una sonrisa involuntaria en su rostro, tocó sus labios momentáneamente y salió del baño, regresando a la biblioteca, todavía con el calor que su cuerpo recibió ante tal beso.

Regresó a aquella sección en donde había encontrado a María y tomó nuevamente los libros que había escogido. Se encaminó nuevamente a la mesa en donde había dejado a su amiga, quien se encontraba dormida con la cara contra sus notas, había sido una semana pesada para ella. Melissa decidió que era mejor dejarla descansar y empezar a leer para gastarse un poco el tiempo libre que tenía ese día. Mientras abría el libro de "El Flautista de Hamelin" tocó sus labios una vez más, la sensación de aquel beso seguía en su ser, tenía curiosidad por aquella chica. Se decidió en que volvería a tener contacto con ella, ¿quién le habría dicho que el haberse involucrado con aquella chica le cambiaría la vida por completo?

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