4. Pesadilla

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Llevaba días durmiendo mal. Cada vez que cerraba los ojos, las pesadillas aparecían para advertirme, quizás, de lo que me torturaba en la realidad. Las decisiones que había tomado y el pasado, que, a veces, me carcomía por dentro.

Cada día, incluso, se volvía peor que la anterior. Tal vez era porque algo turbulento se me presentaría, pero, lo extraño, era que en verdad no había nada en mi vida que me preocupara. Todo iba bien, por una vez; así que no entendía porque los terrores se me aparecían en sueños.

—Hoy tendré mejores sueños —me animé a mí misma.

Mis ojos me pesaron por el cansancio. Dormir mal afectaba al cuerpo, así que esperaba que hoy me diera un pequeño respiro. A este paso, si tenía que hacer un pacto con el diablo para descansar, lo haría.

Las defensas de mi cuerpo se prepararon para el posible nuevo ataque de mis miedos internos representado en los sueños. Mi conciencia se fue alejando hasta desaparecer en algún punto de mi mente. La inconciencia empezó a dejarse llevar, abriendo las puertas a cualquier tipo de sueños.

Me vi a mí misma en un agujero oscuro rodeado en los puntos más lejanos, de luces dinámicas. Mi ser esperaba el turno para viajar a algún mundo nuevo, o, por el contrario, repetir alguno de los últimos sueños.

El agujero se desvaneció para dejar paso a un lugar con una gran puerta delante de mí. Mi curiosidad quería saber que se podía esconder detrás de ella, pero mi instinto me susurraba que dejara pasar el tiempo, así, tal vez, cambiaría de lugar.

Decidí averiguar que podía haber. Mis pies se pararon en seco cuando descubrí que me encontraba en un dentista. Todo tipo de profesionales se pararon a mirarme; no tenía buenos recuerdos de ello en mi infancia.

—¿Cómo te llamas? ¿Tienes cita? —se acercó una joven de pelo corto oscuro y me tocó el hombro. Para mi sorpresa, se había agachado.

Hacía años que vivía sola en un piso y no era, precisamente, de altura baja. La forma de hablarme que tenía la chica era como si hablara con una mascota o un niño.

—Sara Marín —contestó una mujer detrás de mí.

Mi madre había aparecido rejuvenecida unos quince años. Entonces, mi madre se había dejado el pelo largo. Sus ojos claros intimidaban a todo aquel que la viera. Vestía su habitual traje de negocios.

—Muy bien, seguirme —la administrativa de pelo corto caminó con firmeza.

—¡Mamá! ¡No quiero ir! —le cogí un trozo de la chaqueta a mi madre.

—Sara, tienen que quitarte ese diente que te cuelga —me señaló los labios.

—Pero no quiero —me crucé de brazos.

—Si te lo quitas, te compraré el último juego de Pokémon —me sonrió levantando una ceja.

—Vale

Hacía meses que anunciaban en la televisión el nuevo juego. Lo primero que recordaba de esa saga es que lo empecé jugar en la Gameboy, y desde entonces, iba coleccionando todos y cada uno de ellos conforme iban saliendo.

Seguimos a la administrativa hasta que se paró delante de una puerta cristalizada. Un doctor se encontraba solo preparando unos utensilios.

—Sara Marín —advirtió al doctor.

—De acuerdo. Muchas gracias —levantó la cabeza un momento antes de volver a los suyo.

Mi madre entró sin más y esperó las instrucciones del doctor. Mientras, me sujetaba la mano con fuerza, pero mi mano expresaba los nervios que sentía por dentro y me esforzaba para que no se notara.

—Muy bien. Póngase ahí, por favor —el doctor que debía tener unos cuántos años de experiencia debido a la edad, se giró hacia nosotras.

Tal y como había ordenado, subí como pude a la gran silla esmeralda mientras esperaba a que pronto acabara todo esto. Debía admitir que era cómodo.

—Abre la boca y di ah

El doctor se aproximó con un gran aparato que era, al menos, diez veces más grande que el diente que me tenía que sacar. Mis ojos no podían apartar la vista de eso.

—¡Ah! —grité con todas mis fuerzas.

Siete cirujanos me estaban mirando con preocupación. Se escuchaba el sonido de una máquina a mi lado. Un par de cables estaban clavados en mi cuerpo, uno en la mano y otro en el pie. Cuando observé mejor, me di cuenta que algo caliente salía de mi garganta y un líquido corría río abajo. Me estaban operando y me habían abierto la tráquea.

Writtober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora