6. El traje

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Se acercaba la boda de mi hija y tenía que estar presentable, no, brillante. Necesitaba de forma urgente una ropa con la que pudiera destacar y supiera lo mucho que la quería. Pocas son las veces que había estado con ella a causa de mi trabajo, que me hacía viajar de aquí para allá. Así que me aseguré de tener unos días libres para estar junto a ella.

Para cuando salí de casa, el sol brillaba por su ausencia y las nubes advertían de que una tormenta estaba por llegar. Esperaba a que se celebrara la boda antes de que eso sucediera. Con todos estos años de ausencia, mi hija nunca me perdonaría, pero al menos me quedaba la boda para tratar de arreglarlo y eso esperaba conseguir.

A medio camino del centro de la ciudad, caí en que era un lunes por la mañana y sería raro que las tiendas estuvieran abiertas a esas horas. Unas gotas me mojaron el cabello; debía darme prisa si no quería acabar empapado.

En medio de la tormenta, encontré una tienda que, curiosamente, había abierto sus puertas. Se trataba de una de ropa de alta calidad, de gama alta. No es que me sobrara dinero, pero si así conseguía impresionar a mi hija y estar bien el día de su boda, me permitiría comprar algo que saliera de mi presupuesto.

—¿Hola? —sonó una campanilla. No vi a nadie.

Toda la ropa estaba bien colocada en su temporada del año y cuidada. Podría asegurar que cada día le pasaban la plancha para que no tuviera ni una arruga. Un traje de azul oscuro llamó mi atención.

—Veo que le ha gustado ese traje, Señor—señaló alguien.

Miré por todas partes sin dar con la persona.

La tormenta apretaba y se acercaba donde se encontraba la tienda. Pareciera que tuviera relación con ello.

—¡Buena decisión! Si me lo permite, me gustaría sugerirle uno que está teniendo mucho éxito, Señor —aconsejó la extraña voz.

—Está bien

Un ruido providente del otro lado de la puerta me alertó. El dependiente enseguida llegó con una pequeña caja. Solían ser marrones, pero esta era negra, lo cual me entró la curiosidad.

El dependiente tenía un aspecto raro, de constitución larguirucha y alto que debía sobrepasar los 2 metros de altura. Un bigote en forma de M grueso y ancho tapaba la mitad de sus labios. El hombre era pálido que hacía replantearte si de verdad no estaría muerto; no había conocido a nadie que tuviera esa tonalidad de piel.

—Este traje nos llegó hace unas semanas —explicó mientras abría la caja.

—¿Nos llegó? —pregunté sin darme cuenta.

—Si. De la empresa, Señor —justificó mientras acababa de sacar el traje. Para mi sorpresa, lo veía muy parecido al que estuve mirando.

El dependiente me ofreció el traje y me dirigí al probador donde no me convencía del todo. No sabía que tenía de especial ese traje y porque estaba siendo un éxito, no se diferenciaba de otros.

—¿Por qué destaca este traje de otros? —cuestioné al hombre quien esperaba algo impaciente poco más allá del probador.

El hombre, trabajador o propietario de la tienda meditó sus palabras.

—Es flexible en el sentido que depende de la constitución que tengas se adapta y se ajusta para que no se vea ni desarreglado ni le sobre de ninguna parte —explicó poco a poco al mismo tiempo que continuaba observándome en el espejo—. Además, también funciona para todas las temporadas. Analiza el cambio exterior y cambia de parecer para que puedas llevarlo todo el año para cualquier evento formal sin tener que estar pensando en comprar otro, Señor —prosiguió más animado. Se le notaba algo nervioso en la voz.

—Entiendo... —la verdad ya no me iba largo ni me sobraba de ningún lado—. ¿Y cómo puede hacer eso un traje?

—Bueno, nuestros proveedores se encargan de coger los mejores materiales y hacen un estudio de mercado. Lo que ven que necesita más la gente, Señor —oí como se fregaba las manos.

—Si es cómodo... —di una vuelta a mí mismo. Este azul oscuro le encantaría a mi hija. —. ¿Cuánto cuesta? —tenía la idea de que debía ser caro por todo lo que había explicado.

El dependiente pensó en su respuesta.

—No quedan muchos, pero por ser la primera vez que compra en nuestra tienda le haré un descuento de un 30%. Serían 110 euros, Señor.

A ese por ciento de descuento, aun así, era muy barato teniendo en cuenta las palabras del dependiente y el éxito que tenía; lo normal es que me hubiera costado 600 euros o más. Todo lo que se encontraba en la tienda tenía pinta de ser caro, y en especial, el traje. Seguía doliéndome gastar esa cantidad de dinero, pero lo hacía por la felicidad de mi hija y me viera en uno de los momentos más bonitos de su vida.

—Me lo llevo —saqué la cabeza de la cortina del probador y le di el traje.

—Excelente, Señor —creí ver que lo abrazaba.

Enseguida, me dirigí donde el dependiente estaba pasando el traje y le pagué.

—Gracias por su visita —hizo una reverencia y se quedó observándome mientras me iba.

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Tiempo más tarde de que el cliente se fuera, llegó el jefe de la tienda.

—¿Has vendido el traje? —quiso saber levantando una ceja.

—¡Oh sí, jefe! Ese hombre se lo llevó sin pensárselo —sonreí limpiándome las manos.

—¿Le has explicado porque solo hay uno? —me siguió sintiendo su mirada encima de mis hombros.

—¡Oh, no! Si lo hubiera hecho, no lo habría comprado. Le dije que era el traje de más éxito. Si le hubiera contado que aquel que lo lleve puesto solo le vendrán desgracias... —ambos sonreímos y nos pusimos a reír.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2021 ⏰

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