El alfa de mierda

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Se había pasado todo ese mes, después del encuentro en el supermercado con el omega, cuestionandose que debía hacer. Desde hace dos años cuando se mudo al penthouse de su hotel luego del divorcio, cada mañana desde las cinco hasta más o menos las siete había recorrido esas calles en un trote ligero, observando con ligera apatía a las familias que habitaban ese suburbio, para ser honestos la única razón por la que acudía ahí, era por el escaso tránsito de automóviles y la cercanía a su hogar. En dos años que había pasado esas casas de césped perfecto y rodeadas de verjas perfectas, nadie había llamado su atención, hasta ese día.

Terminaba su recorrido así que volvía caminando a buen paso hacia su casa mientras le daba algunos tragos a su botellón de agua, pensaba en las reuniones que tenía más tarde para la construcción de otro hotel con cierta indiferencia y aburrimiento, esto no era algo que él hubiera deseado para su vida, pero no quedaba otra. Había elegido este camino y más le valía hacerlo bien. Era en este momento en que a veces se ponía a analizar a las familias a su alrededor, pensando casi macabramente cual sería la siguiente en separarse, ya que actualmente no conocía demasiadas parejas que pudieran quedarse juntas por mucho tiempo. Habían relativamente varios matrimonios jóvenes que a principio de año los había visto todo acaramelados y a gusto, mientras sobaban una notoria barriga a punto de dar a luz en cualquier momento, había visto esos mismos matrimonios batallando con su recién nacido con expresión cansada pero igualmente aún cargando la ilusión del amor y relativamente recientemente, había visto a uno o ambos integrantes de esas relaciones salir dando porrazos de las casas o tratar de llegar a hurtadillas a eso de las cinco de las mañana cuando él empezaba su rutina. Al final era lo mismo todos terminaban por una u otra razón, incluso las parejas no tan jóvenes parecían tener esos problemas, aunque eran más expertos escondiendolos.

Así había sido por dos años, hasta que una de las parejas que parecía llevar mucho más tiempo ahí llamo su atención, tenía un hijo de unos 14 o 15 años, que por su aroma supuso que sería un alfa. Eran contadas las veces que había logrado ver al varón de la relación, en general solo veía a la mujer y al muchacho, pero lo que le llamo realmente la atención de ellos era el hecho que la mujer no parecía expedir ninguna clase de aroma ni de alfa u omega, lo que le hizo suponer que talvez eran una pareja de betas que habían tenido a un niño alfa, cosa que era poco común (ya que en general los betas ejendraban betas), pero no tan disparatado realmente.

Ese día en particular iba caminando de vuelta a casa cuando pudo vislumbrar dos cuadras adelante al varón de esa particular familia, hablaba con el cartero, no fue difícil darse cuenta que era él ya que su larga y erizada melena negra lo delataba con facilidad. Se iba acercando a buen paso hacia el lugar, cuando una suave brisa que anunciaba el comienzo del otoño tocó su rostro y antes de que pudiera siquiera pensar en algo el suave aroma de algo parecido a la naranja llegó a su nariz, el aroma era tenue, realmente casi imperceptible pero increíblemente embriagador.

Fue instantáneo y casi se sintió drogado de inmediato, se mordió los labios nervioso, mientras sentía una palpitante calor emanar desde lo más profundo de sus entrañas, trato de calmarse, no podía dejarse llevar así por sus necesidades, pero la bendita calor lo estaba nublando por completo, incluso noto claramente como su miembro intentaba despertar en sus pantalones. Cálmate, trato de ordenarse, pero su cuerpo se estremecía ante cada roce de la brisa que le traía ese delicioso olor. Antes de que se diera cuenta, cegado por sus instintos llegó dónde el omega se había agazapado e intentaba levantarse sin ningún resultado.

Por un breve momento, la parte aún conciente de su cabeza quiso meter a ese omega a su casa y correr a la suya, pero en cuanto tocó su espalda y lo sintió temblar ante su contacto, quedó completamente cegado por sus instintos, cada rincón de su piel le dijo a gritos que había encontrado a su omega y que debía poseerlo y marcarlo de todas las maneras posible.

Tu alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora