Capítulo 2

4.7K 282 34
                                    

"Si obedeces todas las reglas, te perderás toda la diversión"
— Katherine Hepburn

22 de septiembre del 2021

Morrigan

Reglas, ¿para qué sirven?

Se supone que son para controlar las cosas, que no haya malentendidos, peleas o cosas por el estilo entre las personas de una comunidad. En ocasiones las reglas son buenas, dependiendo en donde estés y cuán sensatas son, en otras ocasiones, las reglas son estúpidas, inútiles e innecesarias.

Se preguntarán porque estoy diciendo esto, bueno, es por las estúpidas reglas de esta escuela, de mis padres y de este jodido pueblo de mierda.

Según las pasas arrugadas que han estado aquí desde la prehistoria, nosotros, los adolescente, debemos ser vírgenes hasta el matrimonio, no tener tatuajes, no piercings, no pintarse el cabello de colores extravagantes, no drogarse  —en esta no estoy del todo en desacuerdo con ellos para ser sincera—, no fumar, no alcoholizarse, y las más estúpida de todas, debes usar el tipo de ropa correspondiente a tu género, o sea, si soy mujer debo vestir con faldas y vestidos, y de paso que sean colores "femeninos", como ellos dicen; mientras que los hombres deben usar pantalones y una camisa, no se ve bien en esta comunidad que un hombre use faldas o crop tops, ni que use maquillaje o ropa color rosa.

Es estúpido, ¿verdad?

Adivinen quién no les agrada a esas pasas, exacto, yo. Todos en el pueblo me conocen como la rebelde Morrigan Williams, la mujer irreverente y grosera de este pueblo, la decepción y la hija indomable de los señores Williams, la mujer que ha incumplido cada regla que esos ancianos tienen.

Bueno solo hay una que no he roto y es la primera, sí, soy virgen y así me quedaré por un rato más. Las demás reglas, en cambio, ya las he incumplido. Tengo demasiados tatuajes en mis brazos, tengo dos piercings, mi cabello está pintado de verde en las puntas, me he llegado a drogar —no lo hagan—, fumo casi a diario, me he alcoholizado —aunque ¿quién en la escuela no lo ha hecho? — y me visto con ropa "masculina", según los ancianos.

En pocas palabras soy el diablo para estas personas, lo cual es divertido, cuando me acerco a ellos ponen muecas divertidas.

Además, es más divertido romper las reglas, admito que hay ocasiones en las que sí me comporto y las sigo, pero eso solamente me ha confirmado que tienes más diversión al romperlas. El sentimiento de adrenalina al principio cuando desobedeces algo se siente increíble, claro que ahora ya estoy acostumbrada, y aun así sigo disfrutando de la sensación.

Escucho la campana sonar por lo tanto me levanto del suelo con mi mochila en mi hombro, apago el cigarrillo y lo tiro a la basura. Me pongo la chaqueta y me meto un chicle de menta a la boca a la vez que camino hacia la siguiente clase.

— Hola —ignoro al intento de hombre que camina a mi lado—, ¿no vas a saludarme? —niego con la cabeza—, ¿estás de malas otra vez?

Me paro para mirarlo, tiene esa jodida sonrisa mostrando esos blancos dientes intentando vender la imagen de chico amable y lindo que todos se tragan menos yo.

— Si, lo estoy, porque no me dejas en paz y vas a joder a alguien más —le sonrío falsamente para después continuar mi camino

— Vamos, no seas tan amargada —lo vuelvo a ignorar—. Ya, ¿podemos hablar bien? —habla con voz seria esta vez

Sonrío por su cambio y dejo de caminar para voltearme hacia él.

— Habla —me cruzo de brazos esperando

— Sobre el trabajo de este fin de semana...yo...

— No —lo corto al instante—, no vas a comprarme, ya te dije mis condiciones así que, o te acoplas o te jodes. A mí no me va afectar lo que hagas por lo que me importa una mierda lo que pienses hacer, pero no creas que puedas comprarme

Mi Triste RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora