Capítulo 4

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"Ojalá la gente fuera tan feliz como lo aparenta, estuviera tan enamorada como lo publica, fuera tan sincera como lo expresa".
Una dama

25 de septiembre del 2021

Ezra

— Buenos días —saludo a mi madre, quién está cocinando el desayuno mientras que mi padre está sentado en la mesa leyendo el periódico.

A ella no le importa tener personas que pueden hacer ese trabajo. De las únicas cosas que no hace el personal es cocinar, de eso se encarga siempre mi madre.

— Buenos días, cariño, ¿cómo dormiste? —pregunta con dulzura la mujer que me dio la vida

— Bien, ¿tú?

— Perfecto, dormí como un bebé

— Me alegra —busco a la única persona que falta por toda la cocina— ¿Y mi hermana?

— Arriba en su habitación —contesta mi padre con seriedad

— Claro...—lo miro mal—, le diré que baje a desayunar

— Lo haré yo —espeta levantándose de golpe

— Ya dije que yo, no te preocupes —contesto brusco pasándole por un lado

— Dije que yo, Ezra —me toma fuerte del brazo—. No me desobedezcas cuando ordeno algo —advierte con voz severa

— Prefiero que me golpees a mí por desobedecer a que vayas y la golpees a ella —me mira enojado por mi comentario

— Si eso quieres

— Cariño —intenta meterse mamá

— No te metas mujer —ordena— Él quiere esto, ya lo dijo, así que esto le daré

Se aleja un poco y antes de poder evitarlo siento el primer golpe en mi mejilla, sin poder defenderme recibo el segundo en el mismo lugar. Sus golpes son fuertes, no le importa ni un poco que sea su hijo, lo hace con toda la fuerza posible como si de un saco de boxeo se tratase.

El sabor metálico llega a mi boca en el tercer puñetazo. En el cuarto, hago amago de detenerlo, pero, a pesar de poder hacerlo, logra darme un golpe con su otra mano en las costillas sacándome un gemido de dolor.

Vuelve a hacerlo otra vez, luego otra. No para, ignora las súplicas que se escuchan a los lejos de parte de mi madre, así como también, mis quejidos.

Sin poder evitarlo una lágrima rueda por mi mejilla, enfureciéndolo más.

— Eres un hombre, tú querías esto así que no te quejes ni llores, los hombres no lloran, ¿entendido? —me jala del cabello para que lo vea a los ojos

— Púdrete, hijo de puta —le escupo la sangre de mi boca logrando que su enojo se incremente

Con otro puñetazo en mi rostro, uno más fuerte, logra que caiga al suelo por completo y mi boca se llene, por segunda ocasión, de sangre.

— ¡Papá, para! —escucho la voz de Mia

— Cariño, por favor déjalo —suplica mamá

Hace oídos sordos continuando con los golpes. Aprovecha mi estadía en el piso para patearme en el abdomen sacándome el aire por completo.

— Papá, por favor —vuelve a pedir desesperada mi hermana

Él se queda por unos segundos viéndome desde arriba. Puedo sentir cada parte de mi cuerpo adolorido. Estoy sangrando y creo que es más que obvio que mañana tendré moretones por todo el cuerpo.

Mi Triste RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora