Parte 3.

149 11 2
                                    

Mis ojos están posados sobre la ventana ubicada a tan sólo unos metros de mí. Suspiro viendo cómo el viento arrastra la parte superior de los árboles y escucho una voz que interrumpe mis pensamientos.

— Señorita Mortenson. —Llama mi atención. Es el entrenador Watterson. — ¿Qué hay allá afuera que captura tanto su atención? ¿Tan divertido está que no presta atención a mi clase?

Niego con la cabeza, y cuando estoy a punto de reclamarle, él me quita la oportunidad, continuando.

— No me venga con excusas baratas. —Se encamina hasta la puerta y la abre, entrando así una corriente de viento que me hace tener la piel de gallina— Fuera de clases.

Extiende su brazo hacía la puerta, señalándola así. Meto mi cuaderno al bolso, y mi lápiz de tinta también. Me levanto, teniendo la mala gana en mi interior y una leve mueca en mi exterior. Y entonces camino hacia la puerta, para luego salir por esta y sentir el portazo que a mis espaldas da el entrenador. Pongo el bolso en mi hombro, dejándolo colgar por mi brazo, llegando hasta mi cadera. Guío mis pasos al verde jardín que recibe sus primeros riegos del día, y me siento en una banquilla de madera de pino pintada de un color blanco que ante los rasguños, tiene un color vintage. Abro mi bolso y metiendo la mano en éste, saco el móvil. Lo desbloqueo y veo que hay un mensaje sin leer. Es de Vincent.

¿Tomemos un café juntos? No asistiré a la clase de religión. Un asco, el viejo no hace más que hablar porquerías. Te espero en Pretty Coffe's.

Río ante este y suspiro otra vez. Y entonces decido responder.

Vale, estaré allí en un cuarto de hora.

Me han expulsado de clases, no tengo nada más que hacer y pasar un momento con Vincent no me haría nada de mal.
Me levanto, metiendo el móvil en el bolso otra vez y cierro, juntando ambos imanes. Camino por el corredor universitario, hasta llegar a la entrada y salir. Volteo la mirada y veo a Samantha, una de las chicas de Vincent —y que por cierto me odia—. Desvío la mirada y me encamino hacia Pretty Coffe's mientras miro mis pies al caminar.

Estoy sentada en una pequeña mesa algo solitaria en un rincón del local. Miro el reloj no existente en mi muñeca y suspiro. Y cuando voy a sacar el móvil de mi bolso, siento unas manos cálidas que se posan en mis hombros. Es él. Suspiro y sonrío levemente al sentir sus labios sobre la fría piel de mi sien. Cojo sus manos mientras se sienta a mi lado y beso sus nudillos.

—Buenas tardes.

Murmura mientras me mira besar sus nudillos. Ríe y continúa.

—No sigas, que me dan cosquillas.

Sonrojo y asiento con la cabeza, la dejo sobre sus piernas y alzo la mirada para mirarle.

— ¿Cómo estás?

Alza sus brazos, para así dejarlos sujetados detrás de su nuca y con una sonrisa maliciosa, me contesta.

—A la perfección. El fin de semana me cogí a una nueva chica que me ronroneaba al oído, y hoy me ha llamado diciéndome que me quiere ver por la noche. Y me gusta porque no es celosa, y porque no quiere compromisos. Encontré lo que tanto buscaba. Diversión.

—Eso es repugnante.

— Lo es, pero como sea, es mi gatita.

''Su gatita'', wao. La conoce hace unos días y ya le tiene un apodo, y a mí que me conoce hace meses, muchísimos meses y ni aún así me tiene uno, ni hipopótamo me dice. Jodido que es.

—Vale, vale.

— Vamos a la zona de fumadores.

Murmura levantándose y se encamina a la terraza que se encuentra a unos cuantos metros de nosotros. Me levanto también asintiendo con la cabeza, y salgo por aquella puerta, siguiendo sus pasos. Él se sienta en una mesa para dos personas, y yo me siento enfrente de él. Saca un cigarrillo de su cajetilla y lo enciende, cubriendo a la vez la pequeña llama de fuego con su mano para que el viento no la apague. Y entonces, posando sus labios sobre éste, le da una inhalada y teniendo el humo en la boca, mira fijamente el cigarrillo.
Y entonces bota.

—Las mujeres son como cigarrillos. —Murmura, dándole un leve movimiento con los dedos, para así botar un poco de cenizas— Luego de que los usas puedes botarlos para que se pudran en sus malditas y asquerosas cenizas.

— ¿Todas las mujeres? ¿Por qué eres así con las mujeres?

— Porque son un asco, sirven porque tienen lo que necesitamos los hombres para follarlas. Su rico cuer...

— Vale.

Le interrumpo, y me levanto de la mesa, sin querer seguir con la conversación. Cojo mi bolso y cuando estoy a punto de dar un paso, una mano me sujeta con fuerza mi muñeca. Me duele.

— Pero tú no eres así... Tú eres diferente, y eso lo tengo claro desde que te conocí. —Suspira con frustración, y pasa la palma de su mano derecha por su cabello, arreglándolo— Lo lamento, sabes que soy terco. Perdón.

 Asiento con la cabeza y llevo la mirada a mi muñeca que sigue siendo apretada por su mano. Muerdo mi labio inferior, soportando el leve dolor que me causa y él al darse cuenta de ello, me suelta y me mira.

— ¿Me perdonas?

Pregunta, y con sus dedos corre un mechón de pelo que molesta en mi cara hacia un lado, dejándolo detrás de mi oreja. Asiento con la cabeza y suspiro, mientras él, cogiéndome de la cintura me apega a él y acaricia mi cabeza, enredando sus dedos una y otra vez de mi cabello. Y siento su seguridad a mi lado, le siento protegiéndome... otra vez.

One more fightWhere stories live. Discover now