Elayne III, Grimmauld Place.

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Domingo 23 de julio, 1995.

Elayne era una mentirosa patológica de nacimiento, aunque había decidido ser sincera por una vez al admitir la bochornosa verdad: jamás había dado sexo oral en toda su vida. En su experiencia, había visto poco o nada de un hombre que no fueran sus caras mientras tenían sexo torpe de adolescentes o masturbaba a un chico por encima de la ropa.

Había tocado miembros duros(y también un poco flácidos) con sus manos y, por supuesto, ya no era virgen.

Era una chica de 17 años enclaustrada en un internado de magia, tenía un novio y mucho tiempo libre; prácticamente se podían oler las hormonas en el aire, al menos entre los jóvenes adultos de su generación. Incluso si su primera vez había sido en la primavera de sus 16 años, había aprendido mucho hasta su última y única relación real.

Harry James Potter era, en su breve vida, lo más cercano que había conocido al amor de su vida.

Cuando se encontró a la altura de la entrepierna del hombre, hambrienta de algo que solo él podía complacer, frotó su mentón y su mejilla en el pantalón de vestir, sintiendo su erección en la cara.

Cerró los ojos y besó la forma a través de la tela, reconociendo solo una parte de su longitud con sus labios.

Sirius Black se alzaba majestuosamente ante ella y, por la sombra proyectada en los pliegues de su ropa, era solo un poco más grande de cerca. Un poco muy grande.

Lo escuchó sisear algo entre dientes, un gemido entrecortado mientras la nuez en su garganta se agitaba cada vez que echaba un vistazo. Él enredó los dedos en su cabello, masajeando su cuero cabelludo mientras la empujaba más cerca.

Sus manos temblorosas se deslizaron por los muslos vestidos del hombre, subiendo hasta su cinturón y rozando su vientre con las yemas. No supo en qué instante sus dedos empezaron a tocar la piel tirante de su abdomen pero la ropa nunca fue más fácil de eludir. Arañó la carne caliente, dejando líneas rojas a ambos lados de su ombligo hasta enganchar los dedos en su pantalón nuevamente.

Tan ágil como pudo, desprendió la hebilla de metal y el botón de sus pantalones pero, antes de continuar, el heredero tomó sus muñecas con firmeza, arrancándole un jadeo de la impresión.

—Hazlo sin manos, preciosa —él demandó con su voz pesada por el placer. La soltó y recogió algunos mechones rebeldes de su cabello para colocarlos detrás de sus orejas. La sonrisa que le obsequió tenía un encanto maduro difícil de pasar por alto. Elayne evitó verse superada, riendo casi con burla mientras inclinaba su rostro para seguirle el juego, buscando la bragueta en el interior del pliegue con la lengua. Sus propios ojos brillaron con astucia—. Que buena niña —la apremió acariciándole la sien con sus nudillos ásperos.

En cuando dio con él, pescó la pestaña fría entre sus dientes, viéndolo a los ojos y bajando el zíper lentamente. La prenda de vestir se aflojó alrededor de sus caderas.

TRAGOS DE WHISKY +21 (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora