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Fukuzawa pidió a Chūya verlo en una de las habitaciones de su casa. Debía atender su caso lo antes posible, mientras Dazai, Mori y los niños esperaban en el jardín.

El pelirrojo incluso se había quitado el sombrero. Se sentía fatal. Él jamás imaginó que llegaría a hacer cosas tan horribles como intentar matar a su propio hijo.

— Cuando Fyodor y yo supimos de ese bebé... Apenas teníamos catorce años y... Le pedí que se deshiciera de él, tenía mucho miedo. No estaba preparado, sigo sin estarlo a mis dieciocho... Pero él no quiso deshacerse del niño así que lo hice yo. Abandoné al bebé apenas un día después de su nacimiento, donde Dazai lo encontró y se quedó con él. Mi pesadilla se volvió más grande... Yo... Tengo miedo de ser padre... He sido un fracaso para Atsushi-kun también...

Lloraba. Fukuzawa le había inyectado un calmante que poco a poco lo dejaba tranquilo y relajado.

El pelirrojo bostezaba, y se acomodaba en el sofá, soñoliento. Incluso cubrió sus ojos con su sombrero.

— Cuéntame, ¿Cómo fue tu infancia?

— Mis padres me abandonaron cuando yo tenía cuatro años. Me dejaron dentro de una bolsa negra en un callejón... En el mismo callejón dónde dejé a Ryūnosuke... Si yo no pude ser feliz con mis padres... ¿Cómo se supone que seré capaz de hacer felices a mis hijos?

Fukuzawa suspiró. Se levantó del otro sofá y salió de la habitación para luego regresar con Ryūnosuke, el mayor problema para Chūya.

El bebé azabache soltó el llanto nomás lo miró. Corrió hacia la puerta, y suplicaba entre lágrimas salir de ahí cuánto antes. Tenía miedo de volver a vivir la sensación de falta de aire, estaba bastante asustado. Olvidar los tratos de Chūya sería difícil.

El hombre albino lo tomó en brazos para arrullarlo y brindarle tranquilidad. Quizás no era experto en niños, pero sí tenía el don de tranquilizarlos.

Pronto, Ryū ya no lloraba. Sujetaba con fuerza el kimono y los hombros de su abuelo, muy cerca de él, sin querer separarse. Ese hombre le daba cierta confianza y calma. Recargó su cabecita en uno de los hombros de Fukuzawa y cerró sus ojos, para no ver a Chūya.

— Mi hijo no tuvo miedo de criar solo a tus hijos, Chūya-kun. ¿Qué cosas malas te pueden hacer un par de bebés tan lindos como Ryū y Atsushi?

Acariciaba con ternura la espalda de Ryū, provocándole más sueño.
Chūya descubría sus ojos lentamente, hasta visualizar al pequeño azabache en brazos del mayor. 

Fukuzawa acercó lentamente a Ryū a los brazos de Chūya, quien se esforzaba por no temerle y por poder sostenerlo. Pronto, Ryū ya estaba en sus brazos, aguantando su miedo y su llanto.

— ¡Noo! ¡MAMIIIIIIIIIII!!!! ¡MAMI VEN!

Gritaba en un llanto que soltó de repente, sin querer dejar de sujetarse del kimono del albino, hasta que éste lo obligó a quedarse con Chūya.

El pelirrojo observaba al niño con sus ojos llenos de lágrimas, y sus brazos temblorosos. Cuidadoso, se aproximó al rostro de Ryū para poder besar una de sus mejillas con ternura. Ryū lo empujaba con sus bracitos y piernas, volviendo su dolor de aquel golpe en la pierna que tuvo al caer de la silla hace algunas semanas.

— Ryūnosuke bebé. Tranquilo, sólo es papi, papá Chūya. Él mejorará, él será un padre al que amarás como antes lo hacías. Sólo necesitan los dos algunas terapias y con el tiempo, serán felices, con Atsushi y Osamu.

Animó el presidente de la Agencia de Detectives. En ese momento, Ranpo, su hijo mayor, de ya veintidós años de edad, entró a la habitación y se encontró con la sorpresa de los desconocidos.

— ¿S-Se puede...?

— Claro, hijo. Entra. Él es Chūya-kun, y Ryūnosuke bebé es tu sobrino.

— ¿M-Mi sobrino? ¿T-Tienes otro hijo, papá? ¿Un hijo...además de mí?

Cuestionó confundido. Fukuzawa sonrió.

— Sí, pero no es Chūya-kun, sino, el chico que viste allá afuera, Osamu-kun. Y el bebé que trae también es tu otro sobrino.

Informó. El joven detective sonrió con ternura y se acercó al ya más tranquilo Ryū, quien poco a poco aceptaba los cariños que Chūya le hacía.

Ranpo comprendió. Ryū no era hijo del chico que es su hermano, no de sangre, pero sí del chico pelirrojo que lloraba en la habitación. Al notar eso, supo que su hermano era un chico de gran corazón al criar y amar a un bebé ajeno como suyo. Quería conocer pronto a Osamu.

— Tu bebé es muy lindo, Chūya-kun. Eres muy afortunado. Ryūnosuke es un niño maravilloso.

Halagó.

— ¿T-Tú crees?

Ryū ya se había atrevido a sonreírle a Chūya. Pero aún, esa sensación de que podría ser traicionado no se iba del todo. Estaba alerta.

🍼🐣🍼🐣🍼

Al salir de la habitación...

Ranpo preparó una tarta de manzana para todos. Perdió a su madre cuando él nació, y ahora que conocía a la ex pareja de su padre, a su hermano y a sus sobrinos, se sentía muy feliz.

Tomó asiento al lado de Dazai, para iniciar una conversación de hermanos.

— Oye... ¿Qué edad tienes?

— Dieciocho.

Respondió serio. Atsushi se mantenía en su regazo, comiendo con sus manitas algo de tarta, al lado de Ryū, quien también estaba en el regazo de Dazai, en su otra pierna.

— Hmm... ¿Chūya-kun te ayuda con los gastos?

Chūya escupió la bebida, tosiendo.

— Oye, apenas estoy en recuperación. ¡Creceré más y me haré cargo!

Intervino el antes mencionado. Dazai rió.

— Dudo que crezcas.

Murmuró Ranpo.

— ¡¿Qué?!

— Nada.

Se llevó una rebanada de tarta a su boca, ignorando la situación.

— ¡Mami, ¿Abelito?!

Preguntó Ryū al no ver ni a Fukuzawa ni a Mori. Hacía rato que ninguno se encontraba en la cocina.

— Abuelitos se fueron a pasear por ahí...

Respondió sin estar seguro, aunque le parecía sospechoso. Notó la mirada de Chūya posada en él y se sonrojó.

— Bien. Yo también iré a pasear. ¿Les gustaría que cuidara a los niños mientras platican?

Propuso Ranpo, malinterpretando las cosas a propósito, cuando Ryū fue hacia una esquina de la cocina y sonrió, saludando con una de sus manitas a algo que ya nadie más miraba...

— ¡Tío Fi-fi! ¡Venishte! Tío Dan-po, e tío Fi-fi quielle taata de manzhana.

— Ryū, sólo tú puedes verme. Además, no pedí tarta de manzana. Anda, ve con ellos. Ve con...mami...

— ¡Ryū! ¿Qué hay ahí?

ENAMORADO DE UN IDIOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora