Preocupación

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- Yo me quiero largar de aquí. - declaró Armando metiendo la botella de whisky en el bolsillo de su chaqueta mientras que Mario lo miraba sentado en el escritorio.

- ¿Y eso, pa' donde va? - preguntó el castaño siguiendo cada uno de los movimientos de menor.

- Calderón, no comience a comportarse como perro guardián porque no le queda nada bien. - se inclinó en el escritorio. - Simplemente déjeme solo, hermano, y ya.

- ¿Y qué, se va a desaparecer? ¿Va a llegar mañana amanecido? -

Armando lo miró serio y se hizo hacia atrás levantando un poco su cabeza.

- Hasta donde yo sé, usted y yo no somos novios. Y tampoco estamos casados así que no me haga esas preguntas. - el cuerpo de menor se giró en dirección a la puerta y Mario pegó un salto para ponerse frente a él y bloquear su camino. - ¿Qué hace, imbécil?

- Usted no se va a ir a emborrachar por ahí. - el mayor habló serio.

- ¿A qué le tiene miedo, Calderón? ¿A QUE YO NO APAREZCA MAÑANA? -

El castaño asintió sin bajar la guardia y aún bloqueando la puerta.

- No se preocupe, yo voy a estar aquí. Voy a llegar a poner la cara y a que me hagan pedazos. - Armando habló con rencor.

- Hermano, eso no es... -

- No, basta Calderón. Muévase o lo mato. -

- Hágalo, no me importa. Yo de aquí no me muevo. - el castaño negó con su cabeza y lo miró desafiante.

- Yo... Yo se lo advertí. - Armando susurró bajo antes de dirigir su puño cerrado hacia el labio de su amigo.

Una, dos, tres veces. Luego otro hacia su nariz y otro en la mejilla. Mario solo jadeaba de dolor sin quitar sus brazos de la puerta para impedir el paso del mayor. Un puño certero en su estómago lo hizo caer al piso, pero antes de poder defenderse o pararse, una patada en su rostro le hizo gemir de dolor. Luego otra en su estómago, en su cabeza, en su torso. Armando paró cuando su aliento no daba para más, retrocedió y se sentó en su silla dando vuelta esta misma para quedar de espaldas a Mario.

- Nnnnhf... - un pequeño sollozo ahogado resonó en la habitación e hizo que Mendoza se girara en la silla, extrañado.

Mario tenía su cabeza entre sus rodillas y se cubría con sus brazos, estaba llorando sentado contra la puerta y se quejaba del dolor. Armando sintió algo que no había sentido hace mucho, sintió que ya no era la víctima, sintió que él era el villano.

Pensó en Betty, Marcela, Daniel, su mamá, su papá. Pero solamente venía ese sentimiento cuando miraba a su amigo sollozando en el piso.

Se levantó y se acercó a paso seguro, Mario levantó la cabeza para mirarlo y sintió miedo. Armando quiso bajar su mano para ofrecerla al castaño, pero el mayor se cubrió la cabeza pensando que lo iba a golpear.

Armando Mendoza estaba seguro que no había un ser humano más asqueroso que él.

- Mario... Mario, míreme. - el pelinegro susurró con la voz rota.

El castaño negó con la cabeza y se pegó más a la puerta, intentando escapar, intentando no ser golpeado nuevamente.

- Perdón, perdón, perdón... - Mendoza comenzó a repetir esas palabras mientras él también se sentaba en el piso y le tomaba las manos al mayor quien aún sollozaba.

Mario levantó la mirada y se dejó abrazar, un abrazo suave que aún así le hacía doler donde había sido golpeado. Mendoza estaba consciente de su camisa siendo manchada por sangre, pero no le importaba.

- Vámonos a mi apartamento, perdón. Por favor, Mario. - Armando lo levantó y le ayudo a caminar hasta el ascensor.

Salieron de ecomoda y llegaron rápidamente al apartamento de Mendoza. Calderón fue recostado en la cama y Armando se acercó con su botiquín a limpiarle las heridas.

- Por favor, hombre. Dígame algo... -

- Duele. - fue lo que dijo el castaño por primera vez en varias horas.

- Perdón. - Armando susurró sintiendo sus ojos llorosos.

- Me voy. -

El pelinegro negó con la cabeza y dejó de limpiar sus heridas para poner una mano en su mejilla.

- Armando, no quiero estar aquí. - Mario sintió una presión en el pecho y su respiración se agitó un poco.

- Por favor... -

- ¿Por favor qué? Me golpea, me trata como mierda y ahora espera que quiera estar con usted. Yo lo hago todo por usted, TODO. - el castaño habló con la voz rota. - Yo a usted lo amo, pero usted es tan ciego que no se da cuenta que yo también estoy aquí, hundido con usted.

- Calderón... - Armando no sabía bien que decir.

- ME VOY. -

- No. - dijo el pelinegro tomando levemente el rostro del mayor para acercarse en un movimiento rápido y poner sus labios sobre los del otro en un intento desesperado de no dejarlo ir. El beso fue correspondido, pero era un beso triste, un beso lleno de resentimientos. - Por favor.

Mario se dejó besar, dejó que las manos del mayor contornearan su cuerpo y le sacaran un par de jadeos, dejó que se acostara a su lado y lo abrazara contra él mientras le besaba.

Ambos metidos en un espiral de malas desiciones pero esperando que algo se arreglara con un beso que ambos disfrutaban.

1999 | ArMario (one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora