Día 21 • La Nada y la Ausencia

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La Nada y la ausencia.

No soy la indicada,
para hablar de carencias,
sí he soportado ausencias,
pero sobrevivo a fuerzas.

Me deshice en lágrimas,
y me reforme en fortalezas,
no soy de las indicadas,
para tratar las ausencias.

No soporté su partida,
ni siquiera pude enfrentarla,
me sentía más qué herida,
profundamente humillada.

No soy la indicada,
no fui la indicada,
cada ausencia es delicada,
y yo... yo solo soy Nada.

Pero soy la Nada,
que sobrevive al dolor,
la que a capa y espada,
es sobreviviente del pavor.

Soy la Nada que espera,
soy la Nada que observa,
soy la Nada que entierra;
soy la Nada, soy la acerva.

Espero el golpe traidor,
observo el producir de la tierra,
encierro y entierro el reincor,
no reservo sintimientos por cualquiera.

Mas si siendo capaz de todo esto,
sigo creyendo que no soy la indicada,
es porque tú, error funesto,
lograste que me viese como Nada.

Así que sí puedo hablar de las ausencias,
la ausencia de un ser vil que me hizo sentir,
de un amor banal que no hizo más que huellas,
en un terreno baldio en el que pudo construir.

Agradezco esa ausencia,
esa ausencia de ti,
quien con solo su presencia,
logro que me perdiera de mí.

Yo no soy Nada,
pero soy la Nada que quise ser,
soy un alma fuerte y confiada,
con el simple hecho de prevalecer.

Tú sí eres nada; pues si yo soy nada;
entonces tú solo eres una torpe evidencia,
del gran valor de la Nada,
a comparación de la Ausencia.

30 días de poesíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora