気持ち Kimochi ➶ Muzan Kibutsuji

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Estaba en busca de esas personas, sabia que me estaba jugando la vida, ya que no es nada fácil encontrar personas con sangre especial, y menos si son cuatro personas y tengo menos de 24 horas, pero la parte positiva es que al menos si no lo consigo moriré a manos de Muzan Kibutsuji y no me desagrada la idea.

Me fui al pueblo más cercano y empece a olfatear para poder encontrar a las personas.

- Espero tener suerte en este pueblo - Dije suspirando.

Empece a buscar por la calle, pero al no encontrar a nadie con sangre especial en la calle, me dispuse a disfrazarme e ir a buscar por las casas, estoy segura que alguien debe haber.

Durante una larga búsqueda de solo 3 casas, no encontré nada y estaba apunto de rendirme e irme a otro pueblo cuando escuche a uno niños llorar y me entro curiosidad. Fui a donde provenía el ruido y vi a dos niños siendo atacados por demonios, por como olían tenían sangre especial. Por fin un golpe de suerte. 

Se me ocurrió que si los salvaba me cogerÍan confianza y se fiarían de mí.

- Dejarlos en paz - Al decir eso todos los demonios giraron a verme con cara de pocos amigos.

- No pensamos dejar que te comas nuestra comida - 

- No tengo pensado comérmelos, vengo a salvarlos -

- Es imposible que los quieras proteger, eres un dem... -  Antes de que acabara la frase le golpee en el estomago lo más fuerte que pude y después fui a atacar al resto de demonios que habían ahí.

Después de que saliese victoriosa de la pelea fui a ayudar a los niños mostrándome lo mas amable posible.

- ¿Estáis bien? ¿Os hicieron algo? - Les pregunte amablemente, se veían muy asustados, pero es normal, seguramente fueron los primeros demonios que vieron en su vida, pero lo importante ahora es que confíen en mí.

- S-si - Me contesto el mayor.

- No se si lo saben, pero ustedes dos tienen una sangre muy buena para los demonios y si queréis sobrevivir la única ayuda que os puedo dar es que vengáis con migo, yo os protegeré hasta que lleguemos a un lugar seguro para ustedes - 

- Sí, por favor llévenos con usted - dijo el menor arrodillándose  en el suelo.

- Pues andando - Les dije con voz firme.

Fue muy fácil convencerles, ahora tan solo me faltan dos.