Nos sacaba unos cuantos años a Carmela y a mí, que éramos las juniors del grupo. En realidad, hacía bastante tiempo que yo celebraba la misma vuelta al sol, la número veinticinco para ser exacta. Y Carmela más de lo mismo. Ambas, habíamos requeteretraspasado la barrera de los treinta, pero no lo queríamos asumir. Martina tenía una apariencia bastante más juvenil que la nuestra, su figura atlética era envidiable y la tersura de su piel magnífica. Vestía elegante y jovial. Hacía deporte con cotidianidad y participaba en rutas de senderismo con un grupo de amigos de la adolescencia. Tenía una forma muy coqueta de caminar y mucha gracia para hablar. Gesticulaba mucho con las manos para acompañar sus diálogos, y nos hacía disfrutar de sus anécdotas con su forma peculiar de comunicar. Destacaba muchas veces un gesto un poco grosero, que utilizaba a manera de gracieta en sus conversaciones y que nos divertía a todas. Solía poner las manos cruzadas debajo de los pechos y se los subía con sutileza con pequeños toques haciendo que los senos botaran dos o tres veces seguidas.
La llamábamos "la disfrutona". Valiente y decidida en acciones, tranquila en apariencia. La más alta de todas. Siempre llevaba el pelo a melena corta, lacio y castaño. Mantenía una relación especial con sus dos hijos varones y con su marido. A muchas de nosotras nos costó trabajo entender su forma de comportarse ante la vida. Parece que hoy en día todo es aceptable, pero la realidad dista mucho de ello cuando lo tienes que mascar. Nos gusta proclamar lo liberales que somos y lo mucho que avanzamos en temas de sentimientos, pero no es la verdad verdadera.
Recuerdo la primera vez que se sinceró con nosotras, estábamos compartiendo una cena en su garaje. Carmela y yo habíamos ido un rato antes de la hora señalada para echarle una mano con la decoración. La notamos un poco distante, pero a veces todas andábamos con cosas en la cabeza y no le dimos importancia. No estaba rancia, solo distraída. Era Halloween y habíamos decidido pasarlo en grande. Josefina y Dolores fueron vestidas de catrinas, se presentaron a las cuatro de la tarde en mi casa para que las pintara la cara. Se fueron muertas de la risa, ambas eran el alma de las fiestas y las más divertidas. Con la edad habían aprendido a despreocuparse del mundo. Carmela había elegido el disfraz de la madre de la familia Adams, María acudió de momia y Martina nos sorprendió vestida de vampiresa. A mí no me quedó más remedio que ir de payasa diabólica, el único disfraz que tenía. Volvimos a compartir platos que todas habíamos preparado en nuestras casas, y unas cuantas partidas de cartas que intercalábamos con bailes y bromas. Después de unas cervezas y copas llegó la hora de las confidencias.
_Pues yo tengo una relación abierta. _dijo Martina de pronto.
Estábamos comentando un cotilleo del barrio, de una tal Concha que se había separado después de veinte años de relación con su marido para irse con una mujer. Nos estábamos descojonando con los comentarios de las más conservadoras del grupo cuando Martina nos dejó con la boca abierta. Dejamos de reírnos de inmediato y nos miramos unas a las otras. Se creó un silencio un poco tenso durante unos segundos. Martina se sonrojó y agachó un poco la cabeza esperando que alguna de nosotras suavizara aquel momento.
_¿Qué quieres decir exactamente con una relación abierta? _preguntó Dolores con un poco de pudor rompiendo el silencio que habíamos creado. Martina nos miró a todas y sonrió. Dejó pasar unos segundos mientras suspiraba, algo cabizbaja, y resopló antes de empezar a hablar.
_Tenéis que prometerme que intentaréis escuchar, ¡no oír! ¡escuchar! _Se la notaba preocupada. Por un momento pensé que se arrepentía de haber soltado la bomba.
_Solo tienes que contarlo si quieres hacerlo, Martina, no nos debes ninguna explicación. _aclaré al notarla preocupada.
_Lo sé. Es que llevo mucho tiempo queriendo hacerlo. No lo necesito. No es eso. Solo quiero compartirlo con vosotras. _confesó sonriente y algo intranquila. Se frotó las manos con insistencia y se las pasó por la falda del vestido de forma repetida.
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Un barrio
DiversosLa vida de varias mujeres de distintas edades, se cruzan en algún momento del camino de la misma. Con el paso del tiempo consiguen crear un vínculo tan fuerte que su amistad estará por encima de todo. Aprenden a respetarse y a cuidarse las unas a la...