6. Nivel 1

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Dentro de aquella gran y lujosa casa se encontraban nueve chicos, nueve chicos con personalidades distintas, nueve chicos que buscaban diversión. Pasarla bien, tener un momento tranquilo en el que la escuela no fuera un estrés para ellos. Disfrutaban de sus vidas, todos juntos eran un equipo. Tenían problemas como cualquier persona en la vida, pero no dejaban que algo mínimo les perjudicara una linda amistad que habían construido a lo largo del tiempo.

Como cualquier persona de su edad, tenían una vida planteada. Cada uno tenía sus metas, sus sueños, querían lograr un futuro, ser alguien en la vida, encontrar el amor, tener una familia.

Lástima que el destino tenía otros planes.

































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En aquellos relojes marcaban las cinco con cuarenta minutos, aquella manija grande se movía con una lentitud demasiado rápida, a decir verdad. Pero la alerta había sido lanzada y aun así aquel jugador de pelo rizado no pudo adivinar el acertijo.

A la suerte no deben tentar, cuando el reloj de seis, seis, seis deberán de escapar antes de que él logre llegar.

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Cada chico estaba en lo suyo, bailando, cantando y divirtiéndose como si no hubiera un mañana. Y hacían bien, porque no habría nunca más un mañana para ellos.

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Pero, aunque todo pareciera estar bien, una de las chicas en aquel grupo de amigos sabía que el tiempo se acababa. Keisly había sido un mal comodín en aquel juego, su única tarea para evitar "ser eliminada" de aquel juego era hacer que sus propios amigos aceptaran estar en el juego sin pretextos o algún impedimento.

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Pero, a pesar de que hizo exactamente lo que debía, sobrevivir no era una opción que él podía aceptar.

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Mientras los minutos pasaban el ambiente en aquella casa comenzó a desnivelarse, extrañas vibras comenzaron a asentarse y una presencia más salió de aquel cuarto, pero no adquirió su forma humana, no aún.

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Solo era una sombra.

Una sombra tenebrosa para cualquiera, llena de odio, maldad y repudio.

En un chasquido, de estar en la planta alta pasó a la baja, en la sala, más bien, en una esquina. Miró a los players, los observó y hasta se atrevió a indagar en sus mentes para conocer sus miedos. Uno a uno, descubrió que la sobriedad no estaba de sus lados y eso le hizo sentir como todo iba bien según sus planes.

Hacer trampa en su propio juego no estaba tan mal después de todo.

Y no era como si todo no lo hubiera planeado desde el momento uno en el que salió de aquella pantalla.

Pero haciendo a un lado su juego, recordó que había un jugador en especial que le había jugado chueco, aquel chico rizado que estuvo observando desde el primer momento que tocó aquella pantalla, que miró dormir en aquella otra casa y que observó en la planta baja aquel primer día haciendo algo que carcomió su mente.

Ese chico lo había rescatado, debía....agradecerle.

Pero no aún.

Después de estar dentro de la casa en un segundo apareció afuera en aquel aire libre al que por tanto tiempo estuvo negado a apreciar, aun debía esperar un poco, faltaban pocos minutos para la hora de inicio. Mientras, después de chasquear sus dedos hizo que aquella casa estuviera encerrada en una gran manta invisible llena de una carga extraña con un poder inmedible con el único propósito de que sus jugadores no tuvieran salida si se atrevían a escapar por algunas salidas secretas que la casa tenía, pero pocos sabían.

El Juego de la Muerte [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora