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Diez Minutos Completos. No parecía mucho tiempo, pero cuando me senté frente a Joen Jungkook, el llamado Rey de Busan, mientras leía en silencio el primer borrador de un informe que elaboré sobre la industria textil en Bangladesh, se sintió como toda una vida.

Resistiendo el impulso de volver a mi yo de catorce años y preguntarle qué pensaba, miré a mí alrededor, tratando de encontrar otra cosa en la que enfocarme.

La oficina se adaptaba perfectamente a él; el aire acondicionado ajustado a la temperatura promedio de un iglú; las paredes, los techos y los suelos eran todos de un blanco deslumbrante, lo que aumentaba el ambiente ártico. Su escritorio era de cristal y cromado, y el sol de Busan se filtraba a través de las opacas persianas, intentando sin éxito descongelar la escarcha que penetraba en la habitación.

Lo odiaba.

Cada vez que entraba en el lugar tenía la necesidad de pintar las paredes con pintura de color brillante. Era el lugar donde la diversión venía a morir.

El suspiro de Joen atrajo mi atención hacia su largo dedo índice que se perdía en la página de mi investigación. Agitó la cabeza. Mi estómago dio un vuelco. Sabía que impresionarlo sería una tarea imposible, pero eso no significaba que no esperaba secretamente lograrlo. Trabajé mucho en este
informe, mi primera investigación para el (Rey) de Busan, Joen. Apenas dormí, trabajé el doble, así que no descuidé mis otras tareas en la oficina. Imprimí y examiné todo lo que se escribió sobre la industria en la última década. Analicé las estadísticas, tratando de encontrar patrones y sacar conclusiones. Y revisé los archivos de King & Asociados tratando de localizar cualquier investigación del pasado que hubiéramos producido para poder explicar cualquier inconsistencia. Cubrí todas las bases, ¿no? Cuando lo imprimí esa mañana, mucho antes de que llegara alguien más, me sentía feliz, incluso orgulloso. Realicé un buen trabajo.

—¿Hablaste con Yoongi sobre los últimos datos? —preguntó.

Asentí con la cabeza, aunque él no levantó la vista, así que le dije—: Sí. Todos los gráficos se basan en las últimas cifras. —¿Se veían mal? ¿Esperaba algo más?

Solo quería que dijera: “Buen trabajo”.

Estuve desesperado por trabajar para El King Joen desde antes de matricularme en la escuela de negocios. Él fue el poder detrás del trono de muchas de las historias de éxito de Busan en los últimos años. King & Asociados brindaba a los bancos de inversión una investigación crítica que ayudaba a sus decisiones para invertir. Me gustó la idea de que existía una tonelada de ejecutivos ostentosos que gritaban cuán ricos eran y el hombre que hizo que sucediera se sentía feliz de hablar tranquilamente sobre su negocio, siendo increíble en su trabajo.

Subestimado, determinado, sumamente exitoso:
era todo lo que quería ser. Cuando recibí la oferta durante mi último semestre para ser investigador junior en King & Asociados, me emocioné, pero también tuve la extraña sensación de que el universo se desenvolvía como debería, como si fuera simplemente el siguiente paso en mi destino.

El destino podría besarme el culo. Mis primeras seis semanas en mi nuevo puesto no fueron nada de lo que esperaba. Asumí que me encontraría rodeado de ambiciosos, inteligentes, bien vestidos, en sus veintes y treintas, y tenía razón en eso. Y los clientes para los que trabajamos, casi todos los bancos de inversión en Corea del Sur fueron fenomenales y estuvieron a la altura de todas mis
expectativas.

King Joen, sin embargo, resultó ser una gran decepción. El hecho era que, a pesar de ser un loco inteligente, respetado por todos en Corea, luciendo como si debiera estar en un póster en la pared de mi dormitorio adolescente, era…

The King of Busan "Kookv"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora