|FEBRERO 2 DE 1993|

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|2 de febrero de 1993|

Querido diario;

He perdido tiempo buscándote, pues la noche anterior he acabado mi antiguo diario, y solo tengo diez minutos para descargarme;

No he dormido más de una hora y en este momento deseo morir, quizás hubiese estado bien aprovechar el insomnio para estudiar para los exámenes del día de hoy, Babbling es predecible y su examen no me preocupa del todo. El que si lo hace es el de Lockhart, y es que nunca se sabe que se trae el profesor de DCAO.

Pero, aunque no tenía ganas de tomar un libro a mitad de la noche y ponerme a leer bajo la luz de las velas, la verdad era que mi cabeza no se encontraba del todo enfocada en la lectura, ni en el sonido armonioso del quebrantamiento del hielo sobre el lago que disfruto con frecuencia, mucho menos en los ronquidos de mis compañeras de cuarto, sino en algo mucho más amenazante como lo era mi presentimiento.

Me he equivocado muchas veces al expresar con alegría que sería un gran día (muchas veces incluso mintiéndome a mí misma), pero nunca al decir que sería uno horrible; presiento que los golpes serán más fuertes, los gritos más desgarradores y los llantos más humillantes

Y ojalá pudiera decirle esto a una persona sin que me trate de loca, como siempre suelen hacerlo.

También sé que si fueses alguien real la primera palabra que saldría de tus labios sería «melodramática», y no diré que no lo soy. Sería ingenuo de mi parte mentirte (a ti, que tú sabes más de mí que yo misma), al igual que decirte que puedo sola con esto, que no espero que alguien aparezca de la nada para salvarme. Has sido testigo de las veces que lo he intentado sola y nunca pude lograrlo.

Es un caso perdido, Diario.

¿Recuerdas que anoche hablé con el director Dumbledore? Aun no puedo quitarme de la mente las palabras empleadas, cada una de ellas tan desalmadas como hirientes, usando excusas que en realidad yo tendría que dar, no él que no ha visto los golpes en el campo de Quidditch. Me es asqueroso el escudo protector que usa a favor de Marcus Flint y ni hablar que los únicos estudiantes beneficiados de su posición en el colegio son una casa completamente diferente a la mía. Desconozco si mi situación se sabrá y hablará entre los alumnos de diferentes edades, pues mis abusadores solo se limitan a ser de la casa verde, más específicamente un grupo selecto del equipo de Quidditch.

Una parte de mí se ha resignado y creo que esa es la razón por la cual no abandono el entrenamiento. Es decir, todo sería más fácil si los golpes se ponen más graves y por fin...

Anhelo poder decirlo en voz alta, pero la verdad es que aún me aterra. Además está Gemma, que me ha oído decirlo tantas veces que su preocupación aumentó demasiado este último tiempo y solo se la pasa llorando por mi desgracia o por el tonto de su novio, Goldstein. No era noticia nueva de las múltiples infidelidades y los maltratos hacia ella, los pasillos murmuraban acerca de su ceguera e inclusive del uso de una poción de amor que no la deja razonar. Pero mi mundo sin Gemma no sería más que tonos grises que disimulan las marcas alrededor de mi cuerpo.

Y aunque la amo, sé que tendré que decirle adiós mucho más pronto de lo que a ella le gustaría, y me duele. Me duele porque Gemma Farley es lo único bueno que tengo en mi vida. Quizás muchas veces me he quejado cuando decide pasar dos horas con Anthony en vez de hacerlo conmigo o cuando se va enojada de nuestro cuarto luego de una discusión antes de intentar disculparnos y solucionar el problema que dio inicio a la pelea, pero siempre es por puro vicio, porque la verdad es que ella es algo que no quiero compartir. Por primera vez en mi vida siento que encontré una persona tan leal a mí como yo con ella, y no quiero perderla.

Solo que al final ella será quien me pierda a mí.

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Suena irreal decirlo, hasta pensarlo, tan solo han pasado unas horas y mi vida se puso de cabeza de una forma brutal.

Me siento perdida, he de admitir. Y definitivamente no me refería a esto cuando dije necesitar a alguien para que me salve.

No creo que mi mejor opción sea escribir aquí dado al estado psicomental de la persona que me trajo aquí. Podría ser peor, eso es verdad, pero no quita el hecho de que me ha secuestrado.

No ha sido Marcus Flint y su grupo de matones, ni siquiera Anthony Goldstein para darme un susto de muerte, sorprendentemente. Lo ha hecho un adolescente desagradable llamado Tom Riddle. Es guapo, tonto y antipático; tiene unos ojos verdes que me recuerdan a los pinos en primavera y una piel tan clara como la nieve, las cicatrices blancas abundan a lo largo y ancho de lo poco que pude ver de su cuerpo, y su cabello azabache deja caer una pequeña onda por su frente que se desespera por quitarla de su rostro soplando hacia arriba o moviendo su cabeza bruscamente. Tiene malas actitudes, es decir, no me ha golpeado como lo han hecho a lo largo de mi estadía en Hogwarts, pero si me aprieta muy fuerte hasta dejarme marcas. Y me da calambres extraños en mi vientre. Me reprende cuando digo una palabra muy grosera (como lo hacía mi padre cuando tenía cinco años y yo repetía lo que oía de la radio) y me ha preguntado por mis moretones.

La primera persona que lo hace.

Mentiría al decir que mi corazón y pulmones casi se detienen matándome. Porque si lo hicieron, y casi me matan. Y ¡por Merlín! no sabía que me podía sentir tan bien con una simple pregunta. Pero lo hice, y cuando él se fue de la habitación corrí en busca de ti para escribir todo lo que sucedió en estas horas.

Me siento rara cuando está cerca, de verdad creo que tiene una especie de maldición que hipnotiza, pues cuando se encuentra a mi alrededor mis rodillas flaquean y me encuentro abrumada, como si debiera obedecerlo, enfrentarlo, entenderlo. Como si... como si existiera algo que nos uniera. No me creo destinada a Tom Riddle, mucho menos creo que sea mi alma gemela (siempre he creído que esa es Gemma), pero es extraña la forma en la que mi cuerpo reacciona cuando está cerca. Y me odio por ello, después de todo estoy aquí encerrada sin posibilidad de... nada por su culpa.

Estoy secuestrada por un niño arrogante con complejo de adultez.

He notado que cuando se encuentra lejos de mí (como toda la hora que tardó en traerme un vaso de agua y mi paquete de galletas) toda esa rareza de reacciones y sentimientos se desvanecen con el pasar de los minutos. ¿Y sabes a qué me recuerda? A una flor.

Él pasa por delante de mí, dejando ese rastro de polen que inhalo al respirar, y quedo en trance. Pero cuando se aleja y el polen ya no está, vuelvo a la normalidad, aunque deja pequeñas motas de polvo que aún quedan impregnadas por donde la suela de sus zapatos pisaron, prohibiéndome la salida de este estúpido sentimiento que no hace más que hacerme sentir enferma.

Se ha ido hace una hora de mi cuarto y siento que sigue aquí, sentado en el borde de la cama con un diario negro sobre su regazo y sus ojos malditamente acusadores escaneando cada parte de mi cuerpo. Como si quisiera descifrarme. Me gustaría decirle que no hay nada que descifrar, que ha raptado a la chica más aburrida de todo el mundo mágico y que todo lo que ve, soy, pero raramente las palabras no salen de mi boca más que para hacer preguntas estúpidas que solo reflejan mi claro nerviosismo.

Mientras esperaba a que Tom Riddle durmiera (o al menos en el intento de hacerlo) solo he mirado el borde de la cama apenas vislumbrando su alta figura justo debajo de la pintura de Michelangelo di Lodovico con un aura tan tétrica como fascinante, demostrándome una vez más en el día que podría infundir tanto temor como él quisiese con tan solo su mirada boscosa.

Solo que no a mí, o no al menos cuando está tranquilo como un perro amaestrado. Ese como el que tenía mi abuela y se llamaba igual que él: Tom. Alice se retorcería en su tumba si pudiese ver mi deplorable estado y no me cabe ninguna duda que sería capaz de destruir a Tom Riddle con tan solo chasquear los dedos, repitiéndole una y otra vez que tomó una pésima decisión al traerme aquí.

Ridículo Tom Riddle, solo me ha ganado porque estoy sola en el mundo.

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••QUERIDO DIARIO; TOM RIDDLE••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora