Lions War (Guerra de leones)

2

¿Qué más podría ir mal? En esos momentos Fraser pensó que todo, y sólo eran las nueve de la mañana. El castaño corría por los interminables pasillos del castillo, llamando la atención de los retratos que poblaban las paredes. Es que era algo increíble ver a un chico desconocido y ciertamente atractivo, corriendo por allí. Por suerte aún no había estudiantes, supuso que llegarían más tarde.
El squib maldijo por lo bajo. Ya había doblado por varias esquinas, y subido y bajado un montón de escaleras, y no había encontrado el Gran Comedor ni por casualidad. ¿Es que los magos no tenían mapas de "usted está aquí"?
Iba a doblar nuevamente por la siguiente esquina, cuando chocó contra un muro, que le hizo caer de sentón.

— ¡La puta de oros! — exclamó Fraser resintiendo la caída.

— ¡Lo siento! ¿Estás bien?

Fraser miró contra lo que había chocado y no, no era un muro, bueno, al menos no era un muro de piedra. Más bien era un muro humano. Un Joven castaño, de ojos de un gris verdoso, cálida mirada y demasiado alto y musculoso, le estaba ofreciendo la mano para ayudarle a ponerse en pie.
Fraser la tomó sin pensarlo mucho, y dejó que lo ayudara a incorporarse. El trasero le dolía por el golpe y estaba luchando con el impulso de querer frotarse la zona con las manos.
El chico con el que había chocado y que él en su mente le había puesto el nombre de Chewbacca, por lo alto y fuerte, no por lo peludo, le dio una tímida sonrisa.

— Tu debes ser el nuevo conserje de Hogwarts ¿verdad? — preguntó el más alto, mientras extendía de nuevo su mano como saludo — Neville Longbottom, profesor de Herbología.

Fraser aceptó la mano ofrecida y la sacudió suavemente.

— Fraser Filch — se presentó el squib con una sonrisa divertida. Y es que no podía dejar de imaginar al gigante de delante, gruñendo como Chew.
Neville pareció sorprenderse un poco, pero luego asomó a sus labios una sonrisa coqueta y se llevó la mano que aún tenía entre las suyas a sus labios, dejando un suave beso en los nudillos.

— Encantado fresita.

Fraser se sonrojó ligeramente antes de retirar su mano de un tirón.

— Fresita mis cojmmhhmm — no pudo terminar la frase pues el profesor había puesto su mano algo áspera pero de tacto agradable en sus labios, impidiendo que dijera la maldición.

— Oye Fresita, tenía entendido que la directora McGonnagall ya te había dicho que no debías maldecir, además, eso es lo que significa tu nombre ¿lo sabías? Flores de fresa — dijo Nev con una risita.

Fraser miró a Neville lanzando dagas por los ojos, hasta que el sonido de su tripa protestando por comida se oyó en el silencio del pasillo, interrumpiendo cualquier palabra malsonante que fuera a salir de su boca.

— Veo que no has desayunado fresita, acompáñame.

El squib frunció el ceño molesto porque Chew le llamaba por ese odioso mote, que sus estúpidos padres habían propiciado al ponerle semejante nombre. Fraser sopesó entre las ganas que tenía de alejarse de ese profesor y las ganas de desayunar, teniendo que admitir, con un suspiro resignado, que se moría de hambre. El día anterior, después de semejante disgusto y todo el asunto de desaparecer, había estado tan cansado que se había quedado dormido como un tronco perdiéndose el almuerzo y la cena.

— Muestra el camino Chew —dijo con una sonrisa sarcástica.

Neville le miró un poco confundido por el extraño mote, aunque complacido por haber podido conocer a quien había dejado a su amigo Harry tan obsesionado. Era mejor de como se había imaginado, después de lo que su mejor amigo le había contado. Ciertamente el nuevo conserje era demasiado hermoso, algo cínico y mal hablado. Era perfecto.
El mago caminó por los diferentes pasillos mirando de reojo que su fresita le siguiera. Al llegar a las puertas de las cocinas, Fraser vio un cuadro muy grande de una mesa con un frutero encima. Arqueando una ceja, vio como el wookiee comenzaba a hacer cosquillas a la pera del frutero, hasta que comenzó a reír y se convirtió en un pomo.