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Después de la cena, los prefectos acompañaron a los nuevos alumnos hasta sus respectivas casas. Fraser pensó que hubiera sido buena idea pedir que alguien le ayudara a llegar hasta su dormitorio, porque por millonésima vez, había vuelto a perderse entre los numerosos pasillos y corredores.
El castaño suspiró rendido, y se sentó cansado en el suelo. ¿Cómo podía haberse extraviado tanto? Ya debían ser las una de la mañana, hacía una hora por lo menos, que debió terminar su ronda.

- ¿Descansando?

Fraser miró hacia arriba, viendo al hombre que habían presentado esa noche como el profesor Rabastan Lestrange. Con una sonrisa ladeada, se levantó lentamente y soltó una risita.

- Más bien yo diría que estoy perdido ¡puto castillo! Unir esta locura arquitectónica con mi sentido de la orientación, es como juntar el hambre con las ganas de comer.

Rabastan arqueó las cejas sorprendido del desparpajo del menor.

- De todas formas ¿qué hace un profe por aquí a estas horas? - cuestionó Fraser con un tono pícaro, aunque su pregunta pareció responderse a sí misma, cuando de las sombras cercanas salió el profesor rubio de Historia de la Magia, con el pelo algo revuelto y los labios rojizos y algo hinchados - ohhhhh, ya veo - comentó el squib soltando una risita, haciendo sonrojar al rubio.

- Rabastan Lestrange - se presentó el azabache - y mi prometido, Draco Malfoy.

Draco se acercó a ambos, y con una sonrisa algo tensa, extendió su mano para saludar al nuevo conserje.
Tantos años teniendo que fingir su desagrado por los squib, mestizos y nacidos de muggles, le había pasado factura y ahora tenía que esforzarse en no caer en viejos hábitos. Rabastan miró con cariño a su prometido. Ese hermoso chico, le había tendido la mano cuando se vio solo, sin familia y sin recordar gran parte de su vida, desde que salió de Hogwarts. Con paciencia y delicadeza, le explicó todo lo que había ocurrido, dejándole ver sus propios recuerdos cuando así se lo pedía. Así que lo cierto es que Rabastan, no tardó mucho en sentir algo más que cariño fraternal o familiar, por el heredero de los Malfoy.
Draco, que desde que tenía uso de razón había estado enamorado de su tío en tercer grado Rabastan, apenas pudo creer que el mayor le correspondía, y no tardó en aceptar la propuesta de noviazgo y compromiso de Rabastan.

- Encantado de conocerte señor Filch - dijo Draco con amabilidad.

Fraser frunció el ceño y negó con la cabeza.

- ¡Joder! ¡señor Filch! Eso suena tan...formal - se quejó el castaño - mejor llamadme Fraser, tampoco es que nos llevemos tantos años rubio.

Draco y Rabastan sonrieron divertidos. El carácter alegre y desenfadado del nuevo conserje, casi les hacía sentir liberados.

- Fraser - asintió Draco conforme.

- Entonces...¿Te acompañamos hasta tu habitación? - ofreció Rabastan, mientras tomaba de la mano a Draco y comenzaba a caminar hacia el lado derecho del pasillo.

- ¡Oh! ¡Por fin! Pensé que tendría que dormir en el pasillo y aunque la habitación de mi tío es horripilante, estos pasillos de noche lo son aún más - comentó el castaño, acelerando un poco el paso y caminando junto a la pareja.

- ¿Ya conociste a los fantasmas del castillo? - preguntó Draco con una sonrisa amable.

- ¡FANTASMAS! - exclamó Fraser boquiabierto - bueno...al menos ya sé a quien llamar.

Fraser miró a los dos magos, que tenían una expresión confundida.

- ¿Llamar? - preguntó curioso Draco.

- ~~¡A los Cazafantasmas! - canturreó Fraser cómo en una de sus películas favoritas. Ante las miradas de asombro y extrañeza de los dos profesores, el squib soltó una risita - recordadme que os muestre la película en algún momento.

Lions War (Guerra de leones) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora