El Alas de Plata Canadiense

1.1K 120 31
                                    

Las siguientes dos semanas Bella no salió de la habitación, se sentía realmente mal. La noticia se regó por toda la sala común de Gryffindor y luego por todo el castillo. Harry le preguntaba a Hermione sobre Bella, pero Hermione no le decía nada que le resultara útil, puesto que Hermione no se atrevía a preguntarle a Bella cómo se encontraba, solo veía las cortinas doseladas tapar su cama.

Cuando la noticia se comenzó a rodar por el catillo, los Hufflepuff, en especial Cedric Diggory, se acercaban solo a los gemelos Weasley para preguntarse sobre ella, pero, como sabía lo mismo que lo demás, no eran de gran ayuda tampoco. Hasta Draco Malfoy utilizó a los de primero primer año con el fin de tener noticias de las dulce ojirojos, pero fue inútil ya que por cuestión de principios los Gryffindor y los Slytherin se odiaban.

La profesora McGonagall, que se enteró al segundo día, luego de que Price no asistió a ninguna clase, cosa que ella no hacía, le llevó la comida y le insistió en ir con la señora Pomfrey, pero lo último que Bella deseaba era ir afuera. Una noche no fue McGonagall hasta la habitación, sino que se apareció Minorka, a petición de McGonagall.

Cuando entró fue directamente hacia su sobrina, que yacía en la cama con temperatura, y dijo:

—Bella. —Se sentó a un lado, en su cama, poniéndole la mano en la frente a la Price mejor—, ¿qué pasa? McGonagall me ha dicho que venga a verte.

Bella abrazó a su tía con avidez, haciendo que ésta se quedara atónita.

—¿Qué te hicieron? —Minorka separó a Bella de ella, poniendo sus manos a los costados de la cabeza de Bella para poder verla bien—. Sabes que no me gusta que llores.

Bella, titubeando, le contó todo lo que había sucedido, desde la noche en donde la nombraron la quinta campeona, hasta lo de las insignias. Minorka cambió su inexpresiva cara por una mirada sombría.

—¡Esos hijos de...!

Se quedó pensando un rato frunciendo el ceño. Bella no sabía lo que estaba pasando por su cabeza, pero lo que sí sabía era que no podía ser algo bueno.

—Tía... —dijo Bella—. Los entiendo un poco...

—¡Que los entiendes! —Minorka se levantó y miró a Bella a los ojos—. Bella, una cosa es ser buena y otra muy diferente es ser ciego y estúpido. ¡Deja de pensar en los demás antes que en ti! ¿Piensas que a ellos le ha importado cómo te siente? No, Bella, no.

Bella solo miraba a su tía. Estaba furiosa.

—Bella. —Negó con la cabeza— Me parece muy chistoso, pero, quizás, necesitabas estos para darte cuenta de las cosas.

—Tía... —dijo Bella en voz suplicante. En el fondo, muy en el fondo de su ser sabía que tenía razón, pero no se sentía bien que alguien más te lo dijera.

—Tú eres una muy dulce y tierna —dijo Minorka con voz apagada, como si Snape la hubiese poseído—. ¡Y por eso eres ciega y estúpida! Esperas siempre lo mejor de todos y ahora mira cómo te has puesto cuando todos te dieron la espalda. ¿Piensas que soy dura?

Bella no respondió ni dijo nada.

—La verdad es que quiero que no te lastimen, Bella. Ni física ni emocionalmente. —Se sentó en la cama de nuevo—. Bella, yo quizás no sea "amorosa" pero te quiero (Qué patética me estoy escuchando, por cierto) —murmuró, haciendo soltar la primera sonrisita a Bella en día—, y no quiero que nadie te hiera, ya sea cualquier estorbo que se atraviese en tu camino o, incluso, yo misma. Nadie tiene derecho a eso.

—Tía —dijo Bella, haciendo un puchero involuntario que, en otra ocasión, Minorka lo hubiese recriminado—. Me sentí horrible cuando todos... todos me decían cosas... Antes no me importaba si Harry estaba conmigo nada importaba, pero cuando él...

Bella Price y El Cáliz de Fuego©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora