Capítulo 8

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ASALTO A LA BILLY BISHOP

Daniel Vasiliev

Despierto de golpe. La alarma aturde mis oídos. Todas las luces centellean en rojo con la fuerza de una estrella; las bocinas están saturadas repitiendo el mismo mensaje:

«¡Emergencia! Ataque inminente. ¡Que todo el personal acuda a sus puestos de combate!».

Salto de la cama. Mis compañeros se reúnen fuera de sus barracas; yo evito acercarme demasiado para no perturbarlos. El temor a que soy un ranger sigue fresco.

—¿Qué hacemos? —pregunta Dima, luchando por hacerse oír entre el ruido.

—Reunámonos con el mayor Jefferson en el nivel inferior —grita Taylor—. Él sabrá qué hacer.

Los cuatro salen corriendo. Me limito a seguirlos de lejos. El pasillo exterior de los barracones es un caos. Pilotos movilizándose, ingenieros corriendo de aquí a allá, personal de apoyo transportando munición de cincuenta milímetros hacia los cañones.

Algo gordo sucede.

Alguien me toma del antebrazo al salir. Mis compañeros me dejan atrás (desde lo ocurrido el día anterior, he perdido relevancia para ellos).

—Tú vienes conmigo —me dice la comandante.

—¡Olvídelo!

Mi negativa a ir con ella es inútil. Su agarre es firme y su fuerza muy superior. Simplemente me arrastra hasta un ascensor y subimos al centro de mando de la Billy Bishop, donde una docena de operadores están atentos a sus respectivos monitores ordenados en media luna frente al vitral que da al exterior. Y justo al frente del cristal, en las oscuras lejanías, un objeto metálico levita apacible.

La comandante me libera y se dirige al personal presente.

—Situación —pide saber.

Intento escapar, pero el ascensor se niega a darme acceso ante mi falta de autoridad.

—Objeto no identificado a mil quinientos kilómetros de distancia, señora —habla una mujer, a quien mi Tacpad identifica como la teniente Ortega, segunda suboficial de mando—. ¿Alguna idea de lo que es esa cosa?

—Una nave de reconocimiento technoid —responde la comandante—. ¿Cómo es posible que haya burlado los pozos de gravedad?

—No los burlaron —aclara la teniente—. Salieron del hiperespacio justo afuera del campo gravitacional de los pozos.

—¿Y qué hay de la estación de repetidores? ¿Por qué no nos advirtió?

—Ni idea —interviene el alférez Méndez, primer suboficial de mando—. La estación sigue transmitiendo en verde, pero nadie responde las comunicaciones. Quizás la han deshabilitado.

—Es posible —murmulla la comandante—. ¡Y por qué mierda nuestros cañones orbitales no la han destruido!

—EFO Fénix y EFO Alejandría están a tiro, pero ambas reportaron problemas con el mecanismo de disparo —informa Ortega.

—¿Qué tipo de problemas?

—Erratas en el sistema de apuntado —añade Méndez—. Los controles locales no pueden fijar un punto especifico a causa de una dispersión radial del veinticinco por ciento. Si disparan, corren riesgo de destruirnos a nosotros también. Van a tardar un rato en corregirlo.

El rostro de la comandante refleja angustia.

—¡Mierda! —maldice—. ¿Y la flota?

—Grupo de Batalla Titán en alerta. Tres destructores y cinco fragatas vienen en camino. Llegada en diez minutos —Ortega hace una pausa—. Transmisión entrante del Autumn Sunset.

Crónicas de Orión - ODYSSEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora