PRÓLOGO

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ESTA HISTORIA TRANSCURRE años después de que se acabaran las continuas guerras que sacudieron al mundo durante décadas. Las naciones y los países como la gente los conocía se habían disuelto y la mayoría de las fronteras habían sido borradas. Los mapas eran, en su mayoría, grandes extensiones de tierra, que marcaban la forma en que se formaban los continentes después del gran cambio.

Sus familias no eran pobres, pero al mismo tiempo, no eran ricas, eran personas sencillas. Era difícil hacerse rico o muy pobre en el lugar donde vivían. No había pasaportes, ni visas. Se regían por una ley universal que aplicaba a todos los seres humanos haciéndolos iguales. Esta ley aseguraba la distribución de los productos necesarios por igual entre las personas y también una contribución justa de todos los ciudadanos del mundo. Reconocieron que la única forma de sobrevivir era juntos, por lo que el mundo entero dejó de lado sus nacionalidades, religiones e ideologías y trabajaron juntos para sobrevivir a la catástrofe. No había grandes líderes mundiales, ni grandes países poderosos supervisando e inmiscuyéndose en los asuntos de todos, ni grandes opresores. Había leyes y aplicación de la ley, pero los aldeanos y los funcionarios designados la aplicaban..

Tras el gran susto del drástico cambio climático de mediados de los cuarenta, la desaparición de muchas ciudades costeras y cientos de millones de muertos, la gente se trasladó a vivir al centro de sus tierras. El lugar que sus familias llamaban hogar era muy similar a esos.

Todavía tenían todo el conocimiento pasado sobre tecnología y demás ciencias, pero como los recursos eran tan limitados, la mayoría de ellos llevaban vidas muy simples y minimalistas. Moraban en hogares simples y pequeños, y localizados en villas con limitados medios de transporte. Tenían caminos de gravilla, pero no tenían vehículos. No todas las villas tenían escuelas, farmacias, u hospitales grandes. Las tiendas eran pequeñas y los productos que no eran esenciales para sobrevivir eran escasos. La educación la realizaban principalmente los padres en sus casas, y la gente generalmente optaba por enseñar a sus hijos sus propias profesiones.

Las profesiones más difíciles y las carreras que ameritaban una educación superior eran perseguidas por aquellos que realmente amaban lo que estaban haciendo. Ser médico no tenía mayor recompensa que poder salvar la vida de las personas. Los doctores tenían los mismos productos básicos o ligeramente mejores que los demás. Científicos, ingenieros y arquitectos también. Todas estas personas mejoraban la vida de todos. Quien quisiera una carrera como esa solo necesitaba la motivación para hacerlo. Todos los estudios superiores eran gratuitos para los que estuvieran dispuestos a servir a sus comunidades.

Todos debían trabajar al menos tres horas a la semana en los campos de cultivo, incluidos los niños. La comida se distribuía entre todos. Si había demasiada comida, la intercambiaban con los aldeanos de villas cercanas, y si la comida no era suficiente, se racionaba.

Ya que sus recursos eran tan escasos, las antiguas profesiones como los herreros tenían una gran demanda. Derretir y reutilizar metales fue uno de los primeros pasos necesarios para detener la minería. Eso es lo que hacían sus padres. Dado que los sistemas monetarios se habían quedado obsoletos, su trabajo era recompensado con el intercambio de bienes.

El sistema funcionaba, pero la gente había empezado a hablar recientemente sobre el ascenso de un tirano en el norte. Una mierda de persona, hambriento de poder, que estaba intentando controlar el capital y unir la tierra para obtener ganancias, matar de hambre a parte de la población y enriquecer a un grupo muy pequeño, incluido él mismo. Los demás habían superado esa etapa y muchos estaban dispuestos a luchar por su estilo de vida, mantener la frontera norte y detener a aquellos que buscaban quitarles la prosperidad de sus manos. La gran mayoría vivían sus vidas de forma sencilla y ponían su confianza en que el ejército y los cuerpos de seguridad lidiarían adecuadamente con esa situación.

Como era requerido para todos los varones, a los 18 años, él fue mandado a la frontera norte a cumplir con un servicio militar obligatorio, mientras ella tuvo una vida tranquila.

Pronto, las innumerables palabras que ambos callaron, desencadenaron en un destructivo silencio.

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