OCHO

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EMMERSON


Emmerson 13 años

Estoico 18 años


MI CUERPO ESTABA CAMBIANDO drásticamente. Mis senos siguieron creciendo y tuve que comenzar a usar un sostén de entrenamiento. Mis caderas estaban formando curvas y mi trasero se estaba volviendo más redondo. Además, me comenzó a crecer pelo en áreas donde no lo quería. Pronto tendría que empezar a afeitarme.

Hace unas tres semanas, tuve mi primer período. No esperaba que fuera tan doloroso y complicado.

Estoico me vio tirada en una esquina y con mucho dolor, y se preocupó. Pensó que estaba enferma, así que tuve que decirle lo que estaba pasando. En lugar de sentir asco y alejarse de mí como pensé que haría, me dio un gran abrazo.

«¡Bicho raro!».

Estoico me dijo que lamentaba que tuviera dolor, pero que esto era algo especial por lo que deberíamos estar felices. Dijo que algún día podría crear una vida. Estoico me sentó en su regazo, me sostuvo en sus brazos y me abrazó por un largo rato. Frotó mi vientre con sus cálidas manos y eso me hizo sentir mejor. Parecía extrañamente feliz, y como yo estaba dolorida y cansada, ni siquiera le pregunté por qué. Solo lo dejé en paz. Me ayudó a sentirme mejor después de todo.

—¿Este o norte? —La pregunta estúpida. Nunca dejó de preguntarlas.

—Noreste —dije mientras descansaba mi cabeza en su pecho. Estoico me frotó la barriga hasta que me quedé dormida, y luego me llevó a mi habitación y me dejó allí.

Sabía que estaba más ocupado que nunca ahora que él y Kenzo estaban a punto de irse. Sin embargo, Estoico todavía me seguía siempre que podía, lo que a veces era un poco molesto. Sabía exactamente cómo vengarme de él y hacerlo desaparecer. Siempre que quería hablar con Amelia en privado mientras Estoico estaba merodeando, todo lo que tenía que hacer era empezar a decir "mi vagina" en voz alta, y él se ponía rojo tomate y se perdía. Funcionaba todo el tiempo.

Ayer, Kenzo y Estoico comenzaron a prepararse para irse. Se irían y no volverían durante tres años. Les hice regalos. Me tomó mucho tiempo terminarlos. Hice mochilas. La de Kenzo era verde y la de Estoico era negra. Me aseguré de ponerles muchos bolsillos y cremalleras. Las reforcé y las hice impermeables. Mamá me ayudó. Esperaba que les duraran mucho tiempo. Dentro de la mochila de Estoico, puse muchas etiquetas con mi nombre. Si alguna chica lo veía, sabría que debía mantenerse alejada. De todos modos, a Estoico no le gustaría ninguna de ellas.

También empaqué bocadillos y cosas esenciales dentro de la mochila, como cepillos de dientes, fósforos y una botella de agua. Les pedí a papá y al tío Erik cuchillos para poder ponerlos en las mochilas también, y me los hicieron. Les di un dibujo de cómo quería que se vieran los cuchillos y ellos hicieron todo lo posible por copiarlo. Resultaron ser súper geniales. No eran tan grandes, pero tenían una curva genial. El mango de Kenzo tenía sus iniciales "KS". El cuchillo de Estoico tenía las nuestras, "E&E". El tío Erik también escribió "Góðr" en el otro lado del mango. No sabía lo que significaba. Mamá les hizo bolsillos protectores de cuero a los cuchillos ya que eran muy afilados.

El día antes de su partida, cenamos todos juntos. Fue una cena extraña. En realidad, nadie habló mucho. Vi a todos los adultos tratando de animarlos, pero Kenzo y Estoico no parecían muy emocionados por irse. Especialmente Estoico, parecía miserable. Les di sus mochilas y a ambos les encantaron. Quería mostrar todas las cosas que habíamos metido dentro, pero tan pronto como Estoico vio el cuchillo, lo agarró junto con la mochila, se levantó y salió de la casa antes de que pudiera mostrarle el resto de las cosas. ¡Qué grosero! El tío Erik, Kenzo y papá lo siguieron, y no regresaron hasta más de media hora después. Cuando regresaron, el resto de nosotros casi habíamos terminado con el postre.

Estoico decidió quedarse en casa con nosotros esa noche, para poder irse junto con Kenzo por la mañana. Durmió conmigo en mi cama. No parecía que hubiera descansado mucho porque se veía como una mierda por la mañana. Tenía los ojos enrojecidos e incluso estaba más pálido de lo que era de costumbre.

Todos los acompañamos a la estación de tren para despedirnos. También estaban presentes muchas otras familias. Por alguna razón, todos estaban demasiado sentimentales. Los ojos de Kenzo estaban vidriosos y mamá y papá lloraban mientras lo abrazaban. El tío Erik y la tía Ida lloraban y abrazaban a Estoico también. Pensé que todos estaban exagerando. Nada más a los adultos les da con ser tan dramáticos. Tres años pasarían rápido, y antes de que nos diéramos cuenta, estarían de regreso. A mi modo de ver, lo peor de la frontera norte era el frío. Algunas de las personas que habían regresado me dijeron que era un trabajo extremadamente aburrido y tedioso. Principalmente protegiendo una valla con un walkie talkie en el frío. Otros dijeron que movieron cajas y cosas como esas.

Kenzo nos atrajo a Ethan y a mí para un gran abrazo y nos dijo que fuéramos buenos con mamá y papá. Nos besó y puso su mochila sobre sus hombros. Vi por encima del hombro de Kenzo que Estoico también se estaba despidiendo de mis padres.

Una vez que Kenzo dio un paso atrás, Estoico se paró frente a nosotros y atrajo a Ethan para abrazarlo. Le dijo algo que no pude oír y Ethan asintió. En dos años sería Ethan quien se iría. Comenzaría su entrenamiento pronto, pero no tendría que viajar como lo hicieron Kenzo y Estoico. Iba a estar en un campamento regular, por lo que estaría en casa. Una vez que cumpliera los 18 años, iría al norte como estaban a punto de hacer Kenzo y Estoico.

Cuando terminó de abrazar a Ethan, Ethan se fue, y todos se apartaron de mí y de Estoico.

Estoico se arrodilló y me abrazó con fuerza. Podía sentir sus lágrimas rodando por un lado de mi cara.

—Ya, ya. Vas a estar bien. El tiempo pasa rápido, ya verás. —Le di unas palmaditas en la espalda y le devolví el abrazo.

«Qué bebé tan grande».

—Emmy, ¿recuerdas tu bumerán? —Sostuvo mi cara entre sus manos y me miró a los ojos. Sus ojos todavía estaban rojos.

—Sí, ¿por qué?

—Soy como ese bumerán, Emmy. Siempre volveré a ti, ¿de acuerdo? —¡Oh! Ya lo entiendo. No sabía que Estoico le daría tanto esfuerzo en pensar algo así. ¿Acaso era eso pura coincidencia? Eso fue algo nuevo.

Me besó con fuerza en la cabeza, se puso de pie, agarró su mochila con una mano y se alejó. Me dio la espalda y se subió al tren sin mirar atrás, ni una sola vez. Kenzo se paró en la entrada del tren y nos saludó con la mano. Pronto las puertas del tren se cerraron y el tren comenzó a moverse. Todos nos quedamos allí mirando al tren desaparecer en la distancia.

Así nada más, se fueron.

Extrañaría sus caras estúpidas, pero sabía que volverían.

Él siempre regresaría.




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