Prólogo: Un vínculo azul

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El relámpago resuena con fuerza cuando golpea en la punta de la montaña. La electricidad viaja a través del metal en el interior y atraviesa todos los niveles, donde los pokémon están descontrolados y solo unos pocos, de baja fuerza, no se dejan llevar por la violencia e intentan sobrevivir de aquellos que perdieron la cordura.

Vivir en la montaña tormentosa significa sobrevivir. No siempre fue así, pero ningún pokémon recuerda cuándo cambió todo y los humanos no se acercan al lugar porque nunca fue de gran interés, ni siquiera para los investigadores pokémon, aunque se debe más a que las tormentas ahí son demasiado peligrosas.

Hoy mismo, la tormenta encima de la montaña es para temer; los relámpagos golpean con frecuencia y fuerza, sin mencionar los fuertes vientos. Aunque pocos pokémon viven en la sima, el estruendo llega a escucharse en el interior hasta los pisos más bajos, en específico los relámpagos que golpean la montaña, pero, en el nivel de la base de la montaña, los pokémon de la zona están más distraídos por una persecución ruidosa y destructiva.

Un riolu rompe con el puño una roca que bloqueaba su camino y avanza con saltos cortos, pero veloces. Detrás de él, un skarmory se adelanta e intenta golpearlo con ala de acero. El cánido lo esquiva por los pelos, parándose en una mano. Ambos se ven, el ave acorazada retándolo con la mirada y el canino con incertidumbre y temor, pero amalgamado con el sentimiento de perseverancia.

El skarmory lanza otra ala de acero y el riolu rueda hacia atrás, se detiene y se impulsa a gran velocidad de regreso a su enemigo, embistiéndolo con el hombro (ataque rápido). El skarmory no retrocede por el golpe, pero es incapaz de esquivar un fuerte puño en el pecho (golpe roca) que lo hace retroceder.

El riolu aprovecha para seguir corriendo hacia el lado contrario, en búsqueda de la salida. El rugido del ave acorazada lo pone en alerta y voltea. El skarmory, con las alas plegadas, vuela a gran velocidad, rodeado de viento que se rompe a su alrededor (pájaro osado). Va directo contra el pequeño cánido, quien, incapaz de esquivarlo, responde con la palma al frente (palmeo).

Ambos ataques chocan y por unos segundos se ve que forcejean para no retroceder, pero se genera una explosión de choque que los aparta a una buena distancia. El riolu rueda a gran velocidad por el suelo hasta chocar con una roca, mientras que el skarmory solo retrocede en el aire, aunque le cuesta reponerse debido a una pequeña corriente eléctrica que lo detiene unos segundos.

El canino se levanta adolorido y nota que su perseguidor está paralizado, así que hace una rápida búsqueda con la mirada, encontrándose con un túnel que da a afuera de la montaña. Con la sensación de libertad tan cerca, corre con dificultad, intentando negar el dolor.

El skarmory reacciona y vuelve a arremeter contra el pequeño pokémon, quien se desespera por alcanzar la salida. El rugido del ave acorazada lo hace voltearse una vez más, con el rostro frustrado y decidido a terminar la ya larga persecución. Extiende la palma contra su enemigo, quien, con las garras brillantes hacia el frente (garra metal), conecta un peligroso zarpazo en el pecho del cánido mientras que el palmeo no consigue impactar. A pesar de esto, el riolu libera la onda de choque del movimiento con lo que consigue alejarse y, a la vez, entorpecer al skarmory.

El canino cae rodando, pero se recompone con rapidez apoyado por la adrenalina para ignorar el dolor y corre hacia la salida, entrando en el túnel. Su perseguidor vuelve a rugir furioso y, sin la intención de dejarlo escapar, dispara un tajo aéreo hacia la salida.

Una hoja de aire que corta el viento impacta con fuerza en el techo del túnel, que comienza a derrumbarse. El riolu tropieza por la explosión de aire e intenta seguir corriendo, pero las rocas lo terminan enterrando antes de poder salir.

Cuando el derrumbe cesa, el ave acorazada se acerca para asegurarse de haber cumplido su misión. Aunque solo ve las rocas y algunas manchas de sangre por debajo. Da por muerto a su objetivo y sonríe orgulloso para retirarse en vuelo.

Del otro lado, una pequeña roca se rompe y el riolu sale, gateando, del lugar con un moretón en la cabeza que deja salir un pequeño hilo de sangre. Termina de arrastrarse y se levanta, pero se apoya en la pared al sentir el dolor. Se mira el pecho solo para encontrar las marcas de las garras, que sangran de una manera preocupante. Abrumado y con el pensamiento de huir, camina con una mano en la pared como apoyo.

Avanza unos metros en los que se pregunta si sigue vivo o si ya está atravesando el umbral de la muerte, pero, ¿cómo podría saberlo? Su vista se ahoga, no por lágrimas, por la debilidad. No le quedan fuerzas, pero sus piernas se mueven como si estuvieran en automático, hasta que ceden y cae al piso. Con sus últimas fuerzas se apoya contra la montaña y oye el estruendo de los relámpagos en la cima.

Por primera vez en toda su vida, presencia el cielo nocturno, las nubes, los relámpagos y, a la distancia, las estrellas. Ve los árboles y la fauna que lo rodea. A pesar de la frustración, por ser eso lo único que verá del mundo exterior antes de morir, se reconforta de haber conseguido escapar, aunque no lo suficiente para sonreír. Más bien es una forma de auto-convencerse que tanto esfuerzo no fue por nada, pero la impotencia le impide darse la razón.

Es así como, poco a poco, pierde fuerzas y a la vez su mente; antes de cerrar los ojos, apenas consigue recordar quién es y por qué escapó, pero todo desaparece cuando cae en el sueño. Este sería su final, pero, en realidad, es su comienzo.

El relámpago lo vuelve a despertar a pesar del dolor, que solo lo hace gritar al no poder comprender su situación. Aún está débil y sus gruñidos casi ni se oyen, se asemejan más a gemidos ahogados que otras cosas. Para su fortuna, un joven, inexplicablemente, lo escucha y aparece con la preocupación en el rostro. El muchacho de pelo verde se le acerca y lo analiza.

—Tranquilo, ya estoy aquí —dice instintivamente—. Mantente vivo, trataré tus heridas ahora.

El peliverde se cubre de un manto de rayos verdes y corre al bosque a alta velocidad. En unos pocos segundos aparece con algunas bayas, hojas y una piedra.

—Tal vez arda un poco, no lo sé, no presté mucha atención en clase —avisa como si quisiera calmarlo, pero el riolu ni siquiera se encuentra totalmente consiente, apenas consigue distinguir su pelo y sus ojos tan verdes como el pasto.

El joven muele las bayas en las hojas y las aplica como vendaje en las heridas del canino, quien termina de desmayarse. Al terminar, el peliverde lo ve dormir y nota que las heridas comienzan a sanar. Asegura el vendaje de hojas y un gran cansancio lo abruma de forma repentina. Ante la necesidad de querer seguir cuidando del riolu hasta que mejore, lo toma y se acuesta contra un árbol con él entre sus piernas.

—Así no sentirá frio y se sanará mejor —dice con una sonrisa y lo cubre con los brazos para quedar dormido.

En ese instante, un cable azul se conecta entre ambos y una calmada aura azulada los infunde, mientras que dos relámpagos golpean la montaña a la vez y dos hojas caen juntas, aunque lo más importante es que un extraño, pero único vínculo nace sin que ninguno se dé cuenta.

Acá estamos, por  fin en la segunda temporada. Hasta yo estoy emocionado, espero que les guste esta historia tanto como la otra o incluso más, porque acá viene todo lo bueno, hasta le hice un opening y todo. Le falta ending, pero no me alcanzó las ganas para eso (aunque cualquiera que quiera aportar algo es bienvenido).

Como sea, les doy la bienvenida, otra vez, a El destello azul. Disfrútenlo.

Por cierto, solo uno le atinó a la región, tampoco participaron muchos, ni es un gran logró, ya que no di ninguna pista o indicio, pero acá está esa persona AvisalInfiniti. Te mando un saludo y abrazo psicológico, felicidades por acertar la región. 

¿Qué? Ni que le fuera a dar un premio. Nos leemos luego.

El destello azul (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora