-¿Estás bien?-el susurro apenas llegó a sus oídos por encima de los latidos de su corazón-. ¿Alba?
-¡Joder!-exclamó, casi llorando de alivio cuando se dio cuenta de que esta vez era una persona real la que estaba con ella.
-¿Estás bien?-Natalia dio un paso más hacia la rubia, que estaba temblando demasiado, pero sin atreverse del todo a acercarse.
-Tenemos que irnos de aquí.
-¿Por?
-¡Porque me acaba de atacar algo!-exclamó en un susurro, cada vez más nerviosa. Natalia se fijó en la velocidad a la que subía y bajaba su pecho y se preocupó, porque aquello tenía que ser serio.
-¿Cómo que algo? ¿El gato que íbamos a buscar antes?
-¿Tú eres tonta?-espetó Alba, enfadada al ver que le salía con el gato cuando ella estaba asustada de verdad-. No era... no era el puto gato, y no tengo ni idea de lo que era, pero no me hace gracia, tenemos que avisar a los demás y nos piramos.
-¿Pero cómo que te ha atacado? ¿Estás bien?-Natalia, a pesar del tono de la rubia, se sentó a su lado en un intento de que quizás, al saberse acompañada, se le pasara un poco el susto que claramente tenía. Fue entonces cuando vio la mancha oscura que tenía en la barbilla, y casi sin darse cuenta levantó la mano para tocarla. Se paró dos milímetros antes-. Tienes sangre.
-Es que me he caído-explicó Alba, y se pasó el dorso de la mano con poco cuidado por la herida, para limpiarla-. Ay.
-Pero ten cuidado, mujer. Toma, espera, tengo un pañuelo.
-No quiero un pañuelo, quiero buscar a todos para que nos vayamos de aquí-dijo la más bajita, e intentó ponerse en pie pero se dio cuenta, ahora en frío, de que se había tenido que doblar el tobillo en algún momento de su huida por culpa de las malditas plataformas. No volvía a ponerse unas-. Joder. ¿Me puedes ayudar, por favor?Natalia se levantó, no muy segura de que eso fuera lo mejor teniendo en cuenta la mueca de dolor que había puesto Alba, y le tendió una mano para que pudiera ponerse de pie ella también. Lamentó internamente que se diera tanta prisa en soltarla, pero se dijo a sí misma que no era momento para que esa fuese su mayor preocupación y esperó a que la rubia diera un par de pasos hacia atrás para abrir la puerta. Rodeó el pomo y lo giró para tirar hacia ella con cuidado, pero cuando vio que la puerta no se movía frunció los labios y repitió el movimiento esta vez con más fuerza.
-No abre-informó al tercer intento.
-¿Cómo que no abre?
-Pues que no abre.
-Déjame a mí-Alba se hizo hueco y prácticamente la empujó para rodear ella el pomo con ambas manos antes de forcejear con todas sus fuerzas, solo para ver que la maldita puerta de verdad se había atascado-. Esto es broma, ¿no?
-Cosa mía no es-aclaró la navarra antes de que decidiera echarle la culpa a ella.
-Me cago en todo-refunfuñó Alba, dándole una patada a la puerta antes de volver a tirar una vez más. El problema fue que esta vez tiró del pomo con tanta fuerza que lo arrancó, y se habría caído al suelo si no hubiese sido porque su espalda chocó con fuerza contra el pecho de la navarra-. Me cago en todo. ¡Oye! ¡Mari!
-¿Qué haces?
-Pues llamarles para que nos abran esta puta puerta, ¿qué te crees que hago?
-¿Puedes hacer el favor de tranquilizarte un poco? Solo es una puerta cerrada, en cuanto se den cuenta de que no estamos, vendrán a buscarnos y la abrirán.
-¡Es muy fácil decir eso cuando a ti no te ha arrastrado por el suelo un puñetero espíritu!-reprochó Alba, y Natalia la miró con el ceño fruncido.
-¿Que te ha arrastrado quién?
-No lo sé, pero estaba yo sola en la biblioteca de abajo y algo me ha cogido por el tobillo y me ha tirado al suelo, ¿por qué te crees que tengo esto entonces?-señaló su barbilla, más enfadada cuanto más boquiabierta la miraba la navarra.
-Alba, estamos todas un poco pedo, ¿no crees que has podido simplemente tropezarte?
-Genial, ahora resulta que estoy loca-bufó, y volvió a girarse hacia la puerta-. ¡Oye!
-No he dicho eso, Alba-suspiró la navarra mientras la observaba seguir dando golpes en la puerta-. ¿Te puedes tranquilizar un momento?
-¡Que no me digas que me tranquilice!-gritó Alba, y se dejó caer de nuevo contra la puerta porque el tobillo le estaba doliendo demasiado mientras seguía de pie-. Me ha atacado algo que no sé lo que es, y yo aquí encerrada con una imbéciI que me odia sin poder avisar a mis amigos de que este sitio es peligroso y tenemos que irnos.
-No te odio-resopló Natalia, cansada ya de decírselo, mientras se dejaba caer frente a ella con la espalda apoyada en el somier de una de las camas que había allí-. Aunque imbécil sí que soy.
-Bastante.
-Pues sí-respondió la alta-. Pero tú también.
-¿Y yo por qué?
-Porque no te das cuenta de que la que no me soporta eres tú, y no al revés.
-Pues lo mismo tienes razón y no te aguanto.
-Pues es una pena que te hayas quedado encerrada conmigo, entonces-Natalia ignoró el escozor en la base de su garganta y fijó la vista en la pared.
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alboyas jalogüineras
FanfictionSi Alba hubiese podido elegir quizás no habría ido a pasar la noche de Halloween a un cortijo abandonado en mitad de la nada sobre el que cuentan todo tipo de historias paranormales; o al menos habría decidido no hacerlo si hubiera sabido antes que...