Natalia escuchaba más los latidos acelerados de su corazón que el jaleo que estaban montando sus amigos desde la planta alta de la biblioteca, y no tenía muy claro si el pulso frenético se debía a la anticipación de lo que acababa de decidir hacer o si era culpa de la forma en la que Alba seguía mirándola.
-Sería complicado ser amigas porque yo no quiero ser tu amiga-dijo en un hilo de voz que supo que había sido suficiente para hacerse escuchar cuando Alba frunció el ceño.
-Joder, Natalia-resopló, molesta con esa actitud-. Nunca hemos sido santo de nuestra devoción, pero tampoco creo que haga falta ser tan tajante, ¿no?
-No-la navarra soltó una risilla nasal mientras negaba con la cabeza-. No me refiero a eso.
-¿Entonces?
-Pues eso, Alba, que yo no quiero ser tu amiga-hizo énfasis en la última palabra.Pudo ver incluso en la penumbra el orden de pensamientos que fueron atravesando la cabeza de la alicantina según iba cambiando su expresión, hasta que del ceño fruncido pasó a una risilla nasal y de ahí a una risa ligera que acabó convirtiéndose en una carcajada nerviosa.
-Creía que hoy era halloween, no el día de los inocentes-comentó, esperando ver a Natalia echarse a reír también y decirle que solo había sido una broma.
Pero en vez de eso, la navarra se volvió a morder la mejilla por dentro, respiró hondo y no pudo siquiera responder porque, a su lado, la puerta de la biblioteca se abrió de pronto con un estruendo que las sobresaltó a ambas. Sabela y África las apuntaron con sus linternas mientras se reían porque la del pelo rizado había estado a punto de caerse al propinar una patada tan fuerte a la madera, y la gallega no tardó en lanzarse a abrazar a su prima.
-¡Aquí estáis!-exclamó-. ¿Se puede saber dónde os habíais metido?
-Hemos venido a por las lámparas y se ha cerrado la puerta-explicó Natalia, poniéndose en pie de un salto-. No podíamos abrirla.
-Nosotras la hemos abierto-informó África, y enseguida volvió a darle la risa.
-¿Venís o qué?
-Vamos a coger las lámparas-se apresuró a decir Alba-. Que para eso hemos venido, ¿no?
-Es verdad, las lámparas-Sabela fue a por los tubos de luz sin percatarse de que esa excusa malísima había sido en realidad un intento de la alicantina de volver a quedarse sola con su prima aunque fuera un momento-. ¡Pero ayudadme, cabronas!Sin dejar de buscar la mirada de Natalia, que claramente le estaba evitando, Alba cogió todas las lámparas que pudo de las que habían colocado unas horas antes alrededor del mantel, y las llevó hasta la biblioteca. María, al ver que además de llegar con luz África llevaba también el altavoz y la bebida, celebró con gritos de júbilo y bajó los escalones corriendo como si no pudieran caerse con solo mirarlos. Conectó su móvil, buscó la playlist que había preparado específicamente para esa noche e inundó la sala de música altísima. El contraste entre los libros antiguos, las barandillas rotas y el reggaeton que retumbaba con el eco de una habitación tan grande era, cuanto menos, curioso; pero Alba no estaba para concentrarse en eso.
Alba le estaba dando vueltas a lo que había dicho Natalia justo antes de que salieran Sabela y África al salón. Se preguntaba si lo que se había imaginado que quería decirle era de verdad lo que quería decirle, y mientras la miraba bailar con Damion como si nada, intentaba averiguar por qué se sentía así. Una parte de ella quería haber entendido bien, y eso era lo que más le descolocaba. No tenía sentido, ese deseo de haber entendido que Natalia no estaba interesada en ser su amiga porque preferiría ser otra cosa, no tenía ningún sentido. La observó desde lejos, se fijó en las arrugas de sus ojos al reírse cuando Joan se les unió y se pusieron a perrear los tres hasta abajo a pesar de que ella era la única que se movía bien, y notó su pulso cada vez más acelerado y su cabeza cada vez más perdida.
-¡Albita!-María casi la tiró al suelo cuando la abrazó por un costado-. ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Sigues rayada por lo de los espíritus esos y esas mierdas?
-¿Qué?-Alba a esas alturas casi no recordaba que había sentido algo agarrarle el tobillo un rato antes-. Ah, no, no es eso.
-¿Entonces?
-Nada, no es nada.
-¿Y por qué coño no estás bailando?-exclamó, doblando las rodillas para perrearle, pero al ver que eso no era suficiente para que se moviera su amiga, agarró su mano y le hizo dar una vuelta sobre sí misma mientras cantaba a gritos.
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alboyas jalogüineras
FanfictionSi Alba hubiese podido elegir quizás no habría ido a pasar la noche de Halloween a un cortijo abandonado en mitad de la nada sobre el que cuentan todo tipo de historias paranormales; o al menos habría decidido no hacerlo si hubiera sabido antes que...